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Antes que los primeros rayos del sol aparezcan, quedan los últimos kilómetros hacia la ciudad sagrada. La caminata sigue un sendero que corta una de las tres montañas que rodean Machu Picchu. La vereda serpenteante y resbaladiza deja ver la niebla que cubre el cañón del Urubamba. Aparecen 50 escalones de roca. Estás a nada de cumplir el reto: culminar el Camino Inca.

El Camino Inca fue inscrito en la lista del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco el 21 de junio del año pasado. Seis países lo comparten: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú; a  éste último le corresponden 250 kilómetros de los 6 mil que tiene en total.

Cuatro días atrás, iniciaste una aventura en el kilómetro cero, el 82 de la comunidad Piscaycucho. No tuviste que cargar la casa de campaña; del equipaje se encargó el staff, al igual que de las carpas comedor, los sanitarios y demás utensilios, para recorrer los 43 kilómetros del Camino Inca, en su  versión de  lujo.

Día uno
Tú y siete viajeros más formaron el grupo de peregrinos, guiados por los porteadores expertos en trekking. Con bastones especiales emprendieron el recorrido hasta Miskay, poblado con las mejores vistas al Nevado Verónica.
Desde aquí, descendieron al mirador de Llactapata para montar un picnic, con vino, quesos y frutas en medio de un embudo de montañas verdes y frondosas.
Tu rincón para dormir fue una casa de campaña semicircular, levantada al filo de la montaña. Pero antes, cada viajero fue apapachado con un masaje de cuerpo completo.

Día dos
Al alba los porteadores alistaron las duchas y cocinaron el desayuno, servido en vajilla de cerámica y copas de cristal, nada de plástico.
El grupo subió a la zona de Llulluchapampa y su bosque enano, para llegar a la cima del Camino: Warmihuyñusca, a 4 mil 200 metros de altura sobre el nivel del mar.
Muchos viajeros jadeaban por la altura, sentían que el corazón se les salía del pecho, sobre todo por las vistas impresionantes del Valle Sagrado.
Una hora de descanso fue suficiente y luego, a bajar por una escalinata, también construida por el imperio inca hace 600 años.
Esa noche montaron nuevamente el campamento en Pacaymayo. Se observó la bóveda celeste, ardió una fogata y compartieron una cena con champaña.

Día tres
En la mañana, ascendieron a Runkurakay, un complejo arqueológico con basamentos en forma de espiral. Desde ahí se observan los valles que descienden al Amazonas.
Continuaron por el bosque de neblina; apenas se divisaban los pasos del compañero de enfrente. Ahí se armó la carpa spa para masajes y reflexología. Más tarde probarías, gozoso, unos  bocadillos gourmet.
El grupo pasó por Sayaqmarka, a través de un túnel excavado en la piedra. Más allá, bajaron unas escalinatas que giran casi en espiral. Finalmente, llegaron a Phuyupatamarca y pudieron dormir después de un baño de tina.

Día cuatro
Contemplaron el amanecer en los Andes. Se mojaron en las cascadas de Wiñaywayna. Un camino de vegetación tropical los llevó hasta Intipunku, la Puerta del Sol.
Ahora, estás a un paso del último escalón. El astro rey está por atravesar la puerta de roca. Cruzas la puerta, la única forma de reverenciar el fin del Camino Inca y la llegada a Machu Picchu.

Día cinco
Recorre la ciudad sagrada a paso lento. Si puedes, sube a la cumbre del Huaynapicchu para obtener otra vista de Machu Picchu. Al terminar, el grupo regresa en tren a Cusco.

GUÍA DEL VIAJERO
Por tu cuenta
El Camino Inca es una ruta que se realiza, necesariamente, en compañía de guías. Debes reservar con un año de anticipación. En febrero se cierra por lluvias.
Prepárate físicamente, ya que muchos viajeros sufren calambres y terminan con los músculos de las piernas atrofiados.

Quién te lleva
La agencia Terra Explorer Peru ofrece paquetes desde 400 hasta 3 mil dólares.
www.camino-inca.com

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