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Hace 20 años, en enero de 1997, Mirjana Lucic , una espigada jugadora croata, se consagraba campeona del torneo junior del Abierto de Australia , al ganarle a la alemana Marlene Weingartner por 6-2 y 6-2. Lucic todavía no había cumplido 15 años, y era una de las promesas de mayor proyección del tenis femenino. Poco después conseguiría en Bol, en su Croacia natal, su primer título de WTA. En 1998, asombró al ganar el título de dobles —ya como profesional— en Australia, junto con Martina Hingis, y en 1999, a los 17, se metió en las semifinales de Wimbledon. Un mundo de oportunidades parecía abrirse.

Pero el destino tuvo otros planes. Llegó a ser la número 32 del mundo en singles y la 19 en dobles, con apenas 16 años, pero a partir de 2003 apenas disputó un puñado de torneos. Los buenos resultados desaparecieron y Lucic se alejó del radar del circuito. Sus apariciones se hicieron esporádicas, cayó en la primera ronda del US Open 2002 y volvería al cuadro principal de un torneo de Grand Slam después de ocho años, en Australia 2010.

La verdad se supo cuando Lucic dio una entrevista al New York Daily News en abril de 2006, en la que contó cómo Marinko, su padre, la golpeaba; también lo acusó de quedarse con sus premios.

“Hubo muchas cosas que nadie podría imaginar. Era peligroso para mí quedarme en Croacia”, contó Mirjana sobre cómo escapó de la violencia familiar. Junto con Anjelka, su madre, y sus cuatro hermanos, huyó a Estados Unidos. Su padre, un decatleta olímpico de Yugoslavia, negó los maltratos. “Si alguna vez le di algún cachetazo fue sólo por su comportamiento, siempre hice lo que creí que era mejor para ella”, explicó en una carta.

Sin dinero y sin apoyo, Lucic debió empezar su carrera de nuevo, desde los torneos más pequeños. Su vida mejoró y los resultados empezaron a mejorar a partir de 2011, después de casarse con el italiano Daniele Baroni.

En el US Open 2014 dio una prueba de su recuperación al avanzar hasta los octavos de final. Volvió a formar parte del Top 100, pero fue en este Abierto de Australia donde sorprendió y volvió a estar bajo los focos del mundo, como hace dos décadas.

Comenzó con algunas dudas; venció ajustadamente a la china Qiang Wang en tres sets, pero en la segunda ronda dio un gran impacto al superar a la tercera jugadora del planeta, la polaca Agnieszka Radwanska por 6-3 y 6-2.

Derrotó luego a la griega Maria Sakkari y a la estadounidense Jennifer Brady. Conmovida, después del encuentro disparó: “A la m... con todos los que te dicen que no puedes lograrlo. Hay que reaparecer y hacerlo con el corazón”, expresó. También venció a la checa Karolina Pliskova (5) por 6-4, 3-6 y 6-4.

Apenas concluyó el encuentro, saludó a su rival. Se arrodilló al borde de la red, sin contener la emoción.

“Algún día, contaré la larga historia de todo lo que me ha sucedido. Esto es una locura. No puedo creer que otra vez estoy en unas semifinales. Estoy en estado de shock ahora mismo. Nunca hubiera soñado con volver a estar aquí otra vez. Jamás olvidaré este día. Me siento muy emocionada y con ganas de enfrentar mi siguiente juego”.

Su historia conmueve. A los 34 años, dos décadas después de ser campeona junior, vuelve a destacarse en Australia, su tierra prometida. Lucic vuelve a ser protagonista de una semifinal de un Grand Slam 18 años después de aquella campaña en Wimbledon.

Mucho tiempo y demasiadas cosas sucedieron desde entonces, y sólo ella sabe lo que ha sufrido para regresar a los primeros planos.

El próximo capítulo será la antesala de la final que disputó ayer por la noche ante la estadounidense Serena Williams.

Pero ese resultado no alterará una historia de superación, la que Lucic escribió con su propio esfuerzo, con sus lágrimas, para dejar atrás años de oscuridad.

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