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Además de generar orgullo y estabilidad para el director técnico del club que triunfe, el Clásico Joven del sábado contará con un aderezo especial: la posibilidad de dejar virtualmente eliminado al rival.

Pese a que apenas se jugará la octava jornada y quedarán 27 unidades por disputar, los antecedentes numéricos indican que aquel equipo que llega a su noveno partido de la fase regular con ocho unidades o menos tiene muy pocas opciones de avanzar a la “Fiesta Grande” del balompié nacional.

Desde que se modificó el sistema de competencia, fueron eliminados los grupos (Apertura 2011) y avanzan los ocho primeros sitios de la clasificación, sólo un conjunto que llegó a mitad de certamen en la parte baja de la tabla disputó la Liguilla: el León del Apertura 2016, que contaba con siete puntos y era antepenúltimo. El América llega con esa misma cantidad, uno más que el Cruz Azul.

Aquella Fiera no volvió a perder (cinco victorias y cuatro empates), lo que le alcanzó para clasificar en el octavo puesto. Águilas o Cementeros tendrán que emularla en caso de caer sobre el césped del “Coloso de Santa Úrsula”.

El panorama será muy distinto para el ganador, ya que —en este lapso— 13 clubes que tuvieron nueve o 10 unidades tras sus primeros 720 minutos jugados se instalaron en la Liguilla. El más reciente caso fue el Necaxa del torneo anterior. Tenía una decena de puntos, para ubicarse en la décima posición, y finalizó séptimo.

Historia que azulcremas o celestes buscarán protagonizar ahora, mas el primer paso será imponerse al adversario capitalino más enconado, ese al que podrían dejar hundido en una profunda crisis, con su entrenador al borde de la cornisa... Y solamente aferrado a un milagro para estar en la Liguilla.

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