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Guadalajara.— Historia, ese libro con innumerables páginas blancas por llenar, en el que muy pocos elegidos pueden escribir... Pero de vez en cuando hay quienes graban ahí su nombre. Omar Bravo Tordecillas, nacido en Los Mochis, Sinaloa. Tapatío por adopción. Goleador por naturaleza. Inolvidable para Chivas, por mérito propio.

Un grito al cielo. Un abrazo colectivo. Segundo tanto de la noche. Un anuncio en el sonido local, por si algún despistado no lleva la cuenta: es la anotación 123 del capitán con la camiseta rojiblanca. Acaba de superar al legendario Salvador Reyes. Es, desde hoy, el máximo goleador en la historia del Club Deportivo Guadalajara.

Así es el futbol: tan generoso que, de vez en vez, le da a algunos cuantos la oportunidad de abandonar su condición de simples mortales para convertirse en leyendas. La existencia terrenal ya no es el límite. El nombre de Omar Bravo se recordará eternamente en el Rebaño Sagrado.

La noche ha sido redonda. Un 2-0 sobre Morelia, vital en la lucha por la salvación, pues se trata de un rival directo, que ahora se encuentra a sólo un punto de distancia. Un duelo trabajado desde el arranque. José Manuel ‘Chepo’ de la Torre ha sorprendido con la alineación, al sentar a gente de experiencia. Aparecen nombres como Carlos Cisneros, Michael Pérez, Hedgardo Marín, David Ramírez... El promedio de edad del cuadro rojiblanco: 23.3 años.

Pero esta es una noche destinada a otra cosa. En el campo hay 21 actores secundarios y un protagonista. El ‘Avión’ Ramírez, dueño del costado izquierdo, frena el ritmo. Recorta hacia el centro. Levanta la mirada. Centro extraordinario. Techa a la defensa. Justo a la llegada del mochiteco.

No está ahí por casualidad. Nadie llega a los umbrales de la historia por obra del azar. Trabajo. Consistencia. Por supuesto, calidad futbolística. Omar no está ahí por mero capricho divino. Dote de goleador: mide el viaje de la redonda, le pone adecuadamente el pie para darle dirección, toque suave y a las redes. Chivas abre el marcador, al 26’.

La celebración es efusiva, dedicada a su hijo recién nacido. Ha empatado el récord de 122 tantos de Salvador Reyes, quien le cedió en vida la estafeta de goleador, durante un partido contra Pumas en el estadio Jalisco, como homenaje al ‘Campeonísimo’.

A la noche todavía le restan capítulos por escribir. Costado derecho. Carlos Fierro persigue el esférico. Mete el acelerador. Centro venenoso. Y Bravo se adelanta perfecto a la marca de Facundo Erpen, remata contundente, al fondo. Gol de Chivas, al 28’.

Tiene 35 años. Es el más “viejo” de los rojiblancos sobre el Omnilife. Pero es, también, el único que tiene su nombre grabado ya, con toda seguridad, en la historia del club. Es la anotación 123. Ha superado la marca de don Chava. Omar no está ahí por casualidad.

El resto del encuentro presenta, por supuesto, algunas emociones. Incluso, da lugar al lucimiento de otros, como Antonio Rodríguez, factor en el resultado al desviar un tiro potente de Hibert Ruiz (50’) y tapar sobre la línea de gol un remate cargado de fuerza por parte de Christian Pellerano (66’).

Pero ésta, dicho está, es una de esas noches destinadas a convertir un hombre en leyenda. Por eso, cuando abandona el campo, al 75’, el canto es unísono: “Olé, olé, olé, olé, Bravo, Bravo”. El estadio rendido a sus pies. Él, con humildad, va y saluda a Enrique Meza, técnico rival. Aplaude a la tribuna. Se mete a la banca. Primera victoria del torneo, tres puntos que ponen a Chivas a uno de Morelia en la porcentual. Pero lo hecho por Omar Bravo va más allá. Es intangible. Se dimensionará con el correr de los años. Historia, ese libro con innumerables páginas blancas por llenar, en el que muy pocos elegidos pueden escribir.

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