A los 20 años, Alexander Wang (California, 1983) rechazó una oportunidad con la que muchos nuevos diseñadores soñaban: la renombrada creadora Diane von Furstenberg se

comunicó personalmente con él para ofrecerle un puesto dentro de su equipo de trabajo, pero tuvo que negarse a aceptarlo debido a que acababa de abandonar la Parsons School of Design de Nueva York para emprender su propia firma.

Ese suceso confirmó el propósito de este norteamericano en la moda: labrar su propio nombre y posicionar un estilo personal. Wang se presentó en 2005 ante la industria con una

línea de suéteres de siluetas unisex, que le valió el aplauso de los especialistas debido a su aire sport y frescura. Dos años más tarde, su nombre comenzó a formar parte de la Semana de la Moda de Nueva York y, en 2009, el Council of Fashion Designers of America lo reconoció como el Mejor Diseñador de Ropa Femenina del Año.

Su salto a las grandes ligas de la moda tuvo lugar tres años después, cuando fue elegido como director creativo de la casa Balenciaga, en sustitución de Nicolas Ghesquière, quien había ocupado el cargo durante los últimos 15 años. La innovación en los materiales y el arte en la construcción, sellos inconfundibles en las colecciones de la firma, fueron puntos de identificación con la visión del norteamericano.

Cuando todo parecía mil sobre hojuelas en su carrera –en 2014 realizó una colaboración especial con la cadena sueca H&M que fue un éxito en ventas–, el grupo Kering, dueño de Balenciaga, anunció que no renovaría el contrato de Wang tras tres años de trabajo.

Aunque los motivos de su despido no salieron a la luz, se habló en todo momento de su agitado ritmo de trabajo –a la par de su labor en la firma de lujo, se ocupaba de su marca principal y línea secundaria–, así como del aire gótico que imprimía en las colecciones y que, al parecer, no terminó de convencer a los directivos.


El precio de la fama


A pesar de este desafortunado capítulo, la popularidad de Wang se ha mantenido por lo alto. Ya sea por tener a las integrantes del clan Kardashian sentadas en la primera fila de sus shows, por ofrecer las mejores fiestas luego de sus desfiles o por su colaboración con marcas de amplio espectro comercial como la que actualmente sostiene con Adidas, Wang atrae los reflectores en todo momento.

Recientemente encendió las redes sociales al publicar una fotografía en Instagram donde acusó al diseñador Philipp Plein de plagiar el concepto de uno de sus desfiles. “¿Puedo copiar tu trabajo? –Claro, solo cámbialo un poco para que no parezca que lo hiciste”, fue el pie que acompañó una imagen en la que se muestran las similitudes entre sus shows.

El creador agredido no tardó en responder y lo acusó también de copiar la idea de un desfile, además de que exhibió la forma en que trata de hacerse publicidad. Al parecer, a Alexander Wang se le ha olvidado que la fama es como la suerte: a veces juega a favor de uno y en otras puede estar en contra.


Frase


“No soy como otros diseñadores que tienen que emprender una travesía por lugares exóticos para inspirarse. La mayoría de las veces, mientras camino al trabajo o voy sentado en el
metro, veo algo inusual o fuera de contexto y en eso me enfoco para desarrollar una colección.”

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