En la escuela aprendimos que, desde un lugar llamado Aztlán o Chicomóztoc, los aztecas emprendieron su peregrinación al valle de México, guiados por Tenoch; que al llegar a la zona de los grandes lagos vieron un islote en el que había un águila sobre un nopal que brotaba de una piedra, señal o pronóstico de que allí debían fundar Tenochtitlan; que en 1325 fundaron esta ciudad; y que 13 años después, un grupo se separó y fundó la ciudad de Tlatelolco.

A los primeros se les conoció como mexica-tenochcas y a los segundos como mexica-tlatelolcas porque ambas ciudades estaban asentadas en la isla de México. Sin embargo, de acuerdo con investigaciones recientes, las casas reales de Tenochtitlan, Tlatelolco y Tlacopan tuvieron su origen en la de Azcapotzalco, ciudad habitada por los tepanecas, pueblo de origen chichimeca que dominaba gran parte del valle de México.

Crónica X

“La documentación de los siglo XVI y XVII que utilizamos para estudiar la peregrinación mexica está muy reelaborada porque los cronistas indígenas y españoles, apoyados en el relato de los más ancianos, recopilaron todos los documentos a su alcance para reescribir la historia. En ocasiones llegaron incluso a copiarse unos a otros, casi palabra por palabra, en una práctica conocida hoy como ‘cortar y pegar’ (cut and paste). El problema es que tomaron de aquí y de allá lo que les parecía más coherente o verosímil, y con ello reelaboraron la historia, entremezclando tradiciones y versiones históricas. Esto lo demuestro en el primer capítulo de mi libro, donde hablo de dos versiones históricas: la de la Crónica X y la del Códice Y”, dice María Castañeda de la Paz, investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y autora de Conflictos y alianzas en tiempos de cambios: Azcapotzalco, Tlacopan, Tenochtitlan y Tlatelolco (siglos XII al XVI), que en 2014 obtuvo el Premio Antonio García Cubas a la mejor obra científica.

En 1945, el investigador estadounidense Robert Barlow llamó Crónica X a una fuente alfabética hoy desconocida, en la que se habrían basado algunos cronistas para escribir sus trabajos; de ahí la semejanza de sus textos, como sucede, por ejemplo, con algunas partes de la Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, del fraile dominico Diego Durán, y de la Crónica mexicana (en español), de Hernando de Alvarado Tezozómoc.

Algo semejante ocurrió con un grupo de documentos pictográficos que siguen la versión histórica de la Tira de la Peregrinación o Códice Boturini. En algún momento, alguien leyó su contenido y lo plasmó en un texto alfabético en náhuatl, donde todavía se conservaron algunas imágenes que otros autores copiaron. Es por eso que el Códice Aubin, el Manuscrito número 40 y el Manuscrito número 85 registran el mismo relato, aunque en la cuestión de imágenes difieren un poco. Esta versión histórica es la que Castañeda de la Paz denominó Códice Y.

¿Aztlán o Chicomóztoc?

“Lo interesante es observar que, a nivel pictográfico, la Crónica X sólo incluye como lugar de origen Chicomóztoc (“lugar de las siete cuevas”), mientras que el Códice Y sólo incorpora la isla de Aztlán con el topónimo de Culhuacan en su otra orilla. Otra cosa son los textos alfabéticos, donde ambos lugares quedaron incorporados en un solo relato debido a que los cronistas mezclaron la Crónica X con el Códice Y, entre otras fuentes. Es lo que sucedió en la obra de fray Diego Durán antes citada, o en la Crónica Mexicayotl, de Hernando de Alvarado Tezozómoc, entre otras muchas, donde el punto de partida de la peregrinación suele estar en Aztlán, mientras que Chicomóztoc pasó a estar a lo largo del camino”, explica Castañeda de la Paz.

¿Cuál es la implicación de todo esto? Pues que si hay dos lugares de origen diferentes, tiene que haber dos pueblos que reclamen orígenes distintos. Y en este sentido hay que recordar que en la isla de México convivieron dos pueblos: los mexicas-tenochcas y los mexicas-tlatelolcas. Entonces se debe determinar cuál vino de un lugar y cuál del otro.

Tenochcas y tlatelolcas

El chichimeca era un pueblo nómada o seminómada, muy reconocido por su habilidad para la caza y la guerra. Se solía caracterizar a su gente vistiendo pieles de animal y portando el arco y la flecha.

En el Códice Xólotl —documento de Texcoco del siglo XVI— se representa la llegada del gran chichimeca Xólotl a la cuenca de México, donde fundó Tenayuca, que se erigió como capital chichimeca frente a Culhuacán, ciudad heredera del legado tolteca. Según esta fuente, unos años después llegaron a la región otros chichimecas: los tepanecas, liderados por Acolhua. Se presentaron ante Xólotl para solicitarle tierras donde asentarse. Xólotl no sólo les dio tierras para que fundaran Azcapotzalco, sino también casó a Acolhua con su hija para que dieran inicio a una nueva casa real.

“Claro que todos estos lugares, como Tenayuca, Azcapotzalco o la propia isla de México, ya estaban habitados. Así lo demuestra la arqueología. Por este motivo tenemos que entender que estos grupos que llegaron a la cuenca de México durante el Posclásico tuvieron la costumbre de hacer borrón y cuenta nueva del pasado, ya que su llegada al poder implicaba el inicio de un nuevo tiempo, de una nueva historia.”

La arqueología demuestra que cuando los tenochcas llegaron a la región de los lagos, a principios del siglo XIV, en la isla de México ya vivían algunos colonos de Azcapotzalco, dedicados a la pesca y a la extracción de la sal. Fue con ellos con quienes años después se fundaría Tlatelolco, para lo cual Tezozómoc de Azcapotzalco (hijo de Acolhua) envió a un hijo a gobernar e instaurar una casa real.

Esto significa que, étnicamente, los tlatelolcas eran chichimecas tepanecas, lo cual explica que, en el siglo XVII, fray Juan de Torquemada, que vivió muchos años en Tlatelolco, dijera que los tlatelolcas todavía se jactaban de ser más tepanecas que mexicanos, como se les llamaba a los tenochcas en la Colonia.

“Por este motivo, está muy claro para mí que los tlatelolcas debían ser aquellos que clamaban que procedían de Chicomóztoc, lugar de origen que, no cabe duda, estaba asociado al mundo chichimeca. Por lo tanto, de ellos —de los tlatelolcas— debía ser la Crónica X”, apunta la investigadora Castañeda de la Paz.

De los tenochcas se sabe poco debido a la historia oficial que Izcóatl elaboró en 1428, en torno a la cual cohesionó a su pueblo. Todo apunta a que en Tenochtitlan vivía una población diversa, que incluía a los migrantes del norte con grupos de la cuenca de México. Según las fuentes de Texcoco, Tezozómoc también les impuso a ellos un señor de Azcapotzalco y, por lo tanto, chichimeca-tepaneca. Sin embargo, cuando Itzcóatl llegó al poder le dio la espalda a la identidad chichimeca y miró hacia el mundo tolteca.

Fue entonces cuando creó Aztlán como lugar de origen para su pueblo e incluyó el paso por Culhuacán en el relato migratorio, con el fin de indicar que su primer señor —Acamapichtli— fue producto de las relaciones matrimoniales de un tenochca con la hija del señor de Culhuacán durante los tiempos de su peregrinación.

“Como ya afirmó Eduard Seler en el siglo XIX, Aztlán no era más que una proyección de Tenochtitlan hacia el pasado: dos islas con el cerro de Culhuacán en su otra orilla. El objetivo era indicar que desde los orígenes de su historia, los aztecas —futuros tenochcas— eran culhuas-toltecas, idea que se consolidaría a su paso por Culhuacán. Eso explica que, cuando Hernán Cortés llegó a la costa de Veracruz, su población se refiriera a los tenochcas como los ‘culuas’, que son los de Moctezuma. Se colige, por ello, que Aztlán-Culhuacán era el lugar de origen de los tenochcas”, finaliza Castañeda de la Paz.

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