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Julio Trujillo parte de la convicción de que la poesía, invariablemente, ofrece un descanso en medio de la voragine que vive el mundo. Desde esa certeza escribió y reunió en el libro El acelerador de partículas (Almadía) una serie de poemas que tienen que ver con los instantes, con la observación, las caminatas sin rumbo fijo y la vida.

“Creo que todos los poemas del libro son pausas deliberadas dentro del mundanal ruido, porque la poesía es un poco eso en general, es detenerse a aquilatar el instante, a sopesar el momento que transcurre porque creo que la vida en general, pero la vida en una megalópolis en particular, nos distrae de tal manera de que a veces pasan días sin haber hecho conciencia de en dónde estamos, quiénes somos, cómo es que llegamos aquí, qué nos antecede y qué viene después. Este libro es como un llamado a detenernos y a sopesar el instante”, afirma el poeta y ensayista.

Julio Trujillo reconoce que el instante es uno de los protagonistas del libro, de ahí su título: El acelerador de partículas. “El colisionador de hadrones como se llama oficialmente al acelerador de partículas lo que hace es echar a andar partículas subatómicas para que choquen y el momento de ese choque, de esa colisión, es el instante, es el instante creativo y para mí es muy importante, como decía el Fausto de Goethe, detener el instante para ver cómo es y qué tiene que decirnos”.

Aunque el libro parece hablar de la física cuántica, a Julio Trujillo el título le funciona como metáfora. “Me gusta mucho la metáfora de partículas girando en la bastedad del cosmos hasta que se topan con otras y ese encuentro es la imagen perfecta que echa andar este libro. Porque es detenerse, es toparse con otra persona, es observar, hacer una pausa, es describir el momento que nos rodea, etcétera”.

En este bello libro diseñado por Alejandro Magallanes está la vida cotidiana, el deambular en una gran urbe, la percepción de la vida, la eternidad y la y la pequeñez ante el cosmos. En poemas como “Sombra”, “Sol” y “Selfie”, hay instantes que nacen de la sensibilidad del Yo, que se expresa en estos textos. “Sí, hay toda una reflexión del Yo que por supuesto es minúsculo ante la bastedad del cosmos, pero al mismo tiempo es la subjetividad desde la que se habla y desde la que se percibe esa bastedad”, afirma Trujillo.

El poeta y editor asegura que en los poemas está muy presente la Ciudad de México, la Alameda Central, sus calles e historias, los momentos de amor, dolor y reflexión frente a este gran monstruo urbano.

“Esta es la jungla que nos tocó y nosotros somos su fauna; y a mí me fascina estar aquí, creo que es un surtidor de imágenes inagotable, de experiencias inagotables, de ritmos inagotables, de vértigos, de velocidades diferentes. No se me ocurre un entorno mejor que esta megalópolis para escribir”, afirma el también autor de La burbuja.

Julio Trujillo parte en sus poemas de la cercanía, de lo vivido. “Incorporo lo que me rodea y lo meto en el poema porque creo que la realidad que nos rodea debe formar parte de nuestra escritura, si no sería una falsa pureza en la que yo no creo”.

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