Establecido en 1921, durante el rectorado de José Vasconcelos, como Escuela de Verano (su primer director fue Pedro Henríquez Ureña), el Centro de Enseñanza Para Extranjeros (CEPE) de la UNAM ha recibido en sus aulas a alumnos de 80 países, interesados en el aprendizaje del español como lengua extranjera.

A lo largo de 95 años, con sus diferentes nominaciones, el CEPE ha tratado de crear e innovar materiales para la enseñanza del español y la cultura mexicana a extranjeros.

De esta manera, los profesores se han valido de varias corrientes metodológicas, que van desde el estructuralismo hasta el actual enfoque comunicativo; prueba de ello son las series de libros Pido la palabra, Estoy listo, Así hablamos y Dicho y hecho.

Pero, como es de esperarse, la enseñanza del español representa no pocos retos para los diversos grupos de alumnos, en especial para los de origen chino.

A mediados del siglo pasado, gracias a intercambios académicos y laborales entre México y China, comenzaron a llegar al país estudiantes y trabajadores chinos.

Unos, cuya lengua materna era el chino mandarín, traían algunos conocimientos del español, en tanto que otros, hablantes del cantonés o de una de las más de 200 lenguas que perduran en China, apenas conocían alguna que otra palabra de nuestro idioma.

A partir de un convenio firmado en 2012 con la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijng, el CEPE empezó a preparar cursos y materiales didácticos para los alumnos provenientes de dicha universidad. Se utilizó el aparato fonador humano en tercera dimensión, proyecto Ixtli, cuyo desarrollo estuvo coordinado por Rosa Esther Delgadillo Macías, profesora de tiempo completo en el CEPE desde los años 90 y coordinadora de la Especialización en Enseñanza de Español como Lengua Extranjera a distancia.

Enseñanza a chinos

Ciertos factores de tipo lingüístico y sociocultural, como las características propias de su lengua materna, manifiestas en la pronunciación, así como la edad y los patrones culturales con que los estudiantes chinos llegan a México, han influido en su aprendizaje del español.

“A diferencia de los alumnos franceses, estadounidenses o alemanes, que con un curso de seis semanas pueden subir al siguiente nivel de nuestro idioma, un chino en ocasiones requiere hasta dos cursos”, dice Delgadillo Macías.

Para resolver este problema se han diseñado e implementado en el CEPE cursos de iniciación que les permiten a los alumnos asiáticos y, en especial, a los chinos llegar mejor preparados al siguiente nivel del español.

“En la jerga teórica se dice que hay que ayudar al alumno de un idioma a que haga sus hipótesis o inferencias sobre lo que está escuchando o leyendo, pero nosotros no podemos lograr que los alumnos chinos las hagan con facilidad porque nuestra lengua no es transparente para ellos”, apunta la profesora.

Hace tiempo, durante un viaje que hizo a China para impartir un curso a profesores chinos de español —que incluía la enseñanza de técnicas metodológicas y el uso de materiales didácticos diseñados en el CEPE—, Delgadillo Macías comprendió, al ver los libros llenos no de palabras sino de ideogramas, por qué el español no es una lengua transparente para los chinos.

“Asimismo, pude descubrir cómo aprenden. Ellos, en lo referente a los métodos de enseñanza-aprendizaje, son muy memoristas, como los japoneses; necesitan memorizar todo, como si se estuvieran preparando para una recitación, lo cual tiene que ver mucho con una tradición cultural que viene desde la época de Confucio: la repetición de proverbios. Esto es muy significativo”, afirma.

Multiculturalidad

Debido a la presencia de alumnos provenientes de distintos puntos del planeta, una de las características que distingue al CEPE de otros centros de enseñanza de la UNAM es su multiculturalidad.

Al respecto, Delgadillo Macías recuerda que, en los años 90, un grupo de 19 diplomáticos iraquíes del gobierno de Sadam Hussein llegó a tomar un curso de español.

“Se diseñó uno especial para ellos. Cuando empecé a impartirles clase, descubrí que no desconocían totalmente el español, que, por lo que se refiere a su dominio, estaban en un nivel intermedio. En lo estrictamente académico no hubo problemas, pero sí en el plano cultural. En primer lugar, cómo una mujer y, además, joven, les iba a enseñar... Por su forma de ver el mundo, la relación con ellos fue muy difícil. Pero el día en que les dije que estaba casada, cambió para bien, porque empezaron a tratarme con más respeto.”

Aunque tenían problemas con la conjugación de verbos, aquellos iraquíes aprendían rápido, y como tenían que escribir muchos documentos diplomáticos, se aplicaron con dedicación a conocer el código de los escritos en español.

“Eso sí, a las 12 del día suspendían la clase y se iban a otro salón a hacer sus rezos. Era como un descanso. Después de 10 ó 15 minutos regresaban y retomábamos la clase.”

En otra ocasión, una pareja iraní llegó al CEPE. Ella, con su velo y su atuendo tradicional, era mucho más capaz que su marido, pero no hablaba si él no le daba permiso.

“Para resolver este problema decidí cambiar al marido de grupo. Al principio protestó un poco, pero no pasó nada. Al cabo de los años volvió al CEPE y nos dijo que su esposa habla un español perfecto, igual que él.”

También un grupo de vietnamitas vino. Según el jefe, todos sabían hablar muy bien el español porque habían estado en Cuba, así que sólo venían a aprender la cultura mexicana. Hablaban el idioma, pero no se les entendía lo que decían.

“Le expliqué al jefe del grupo que hay varios niveles y tipos de español, como el del Caribe, el de Sudamérica, el de México y el de España, cada uno con sus propios rasgos distintivos. Y le dije que aquí iban a aprender el español de México, sobre todo porque algunos de ellos se quedarían a trabajar. Durante los cursos estuvieron muy a gusto y al final se fueron contentos. Dos de ellos llegaron al nivel dos y los otros a los niveles tres y cuatro”, cuenta Delgadillo Macías.

Lugar particular, privilegiado

En opinión de la profesora universitaria, el CEPE es un lugar particular, privilegiado, dentro de la UNAM, en el que se puede observar qué sucede con el manejo del español en relación con otras lenguas y convivir con una gran variedad de culturas.

“Igualmente es un punto de encuentro del conocimiento, en el que, muchas veces, los profesores aprendemos más de nuestros alumnos que ellos de nosotros, porque aquí llegan a estudiar científicos, artistas, profesionales de diversas ramas que luego se incorporan a la vida académica de la UNAM, ya sea en alguna facultad o en algún instituto o centro”, finaliza.

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