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Juan Manuel Bonet es desde enero director del Instituto Cervantes, la institución creada en 1991 para difundir internacionalmente el español y la cultura hispanoamericana.

Crítico de arte y poeta, Bonet frecuentó a Octavio Paz en París y podría conversar durante horas sobre el periplo mexicano de los artistas españoles exiliados tras la Guerra Civil, pero también acumula una larga trayectoria como gestor cultural. Dirigió el Instituto Valenciano de Arte Moderno y el Reina Sofía, y pasó cinco años al frente a la sede del Cervantes en París.

“Pese a ser experto en las vanguardias, la ruptura por la ruptura no está en mi talante, pero tampoco el inmovilismo”, advirtió el día de su toma de posesión sobre el rumbo que planea para la institución. Ante su primera visita oficial a México esta semana, Bonet desgrana para EL UNIVERSAL algunas claves de su proyecto.

¿Cuál es su agenda en México?

Tendremos visitas de trabajo a la Secretaría de Cultura, a la UNAM y al Fondo de Cultura Económica, y reuniones con intelectuales. México es un país muy cercano e importante para nosotros. En el Cervantes tenemos proyectos comunes con la UNAM, especialmente el SIELE (Sistema Internacional de Evaluación de la Lengua Española), un sistema virtual para evaluar el nivel de español.

También tenemos acuerdos con el gobierno de México para aprovechar sus consulados y centros culturales en Estados Unidos como refuerzo a las sedes del Cervantes de Nueva York, Chicago y Albuquerque.

Preparamos un acuerdo con México que se firmará en primavera; estamos preparando entre México, España y Francia una exposición sobre los vínculos entre Alfonso Reyes, Ramón Gómez de la Serna y Valery Larbaud.

¿Tratarán la posibilidad que citó alguna vez de abrir un centro Cervantes en Ciudad de México para la enseñanza del español a extranjeros?

Esa posibilidad no está en la agenda. Es un tema del que se habla pero no está concretado.

¿Ante el hostigamiento de Donald Trump al mundo hispano, prepara el Cervantes algún refuerzo de su presencia en Estados Unidos?

Buscamos mantener la presencia. Entendemos la inquietud que existe y a la que España no es ajena. Sabemos que Estados Unidos es un país con 55 millones de hispanohablantes, entre los que hay votantes del propio Trump. A nuestros centros no se viene a escuchar hablar sólo de García Lorca, sino también de Octavio Paz o de Cortázar. La propuesta del Cervantes ayuda a mantener esa voz común del español.

¿Se plantea cerrar alguno de los 87 centros extranjeros?

No. El Cervantes ha vivido años difíciles a consecuencia de la crisis internacional, pero no se cerraron más que dos centros: el de Damasco, por la guerra, y el de Gibraltar, porque su apertura fue una decisión ante la que se reculó. No se cerraron centros por motivos económicos. La financiación pública se redujo mucho, pero aumentó la autofinanciación.

Pero hay centros que lo pasan mal, con presupuestos muy estrechos.

Sí, pero mi experiencia es que con un presupuesto de crisis se pueden hacer muchas cosas. Con imaginación se ha mantenido una programación cultural bastante fuerte. Hemos traído buenos músicos y hecho exposiciones implicando a un banco o un galerista.

Es el primer director que sale de un centro Cervantes. ¿Qué cree que necesitan los centros?

Sería bueno que los responsables lleguen con un bagaje sobre el país, que conozcan su tejido cultural.

¿Ve que un latinoamericano pueda dirigir un centro Cervantes?

Se han hecho propuestas en ese sentido, pero es complicado. El Cervantes es la casa de todos los hispanohablantes, y el panhispanismo está en el ADN de sus responsables; sin embargo, es una institución española y no veo una tripulación multinacional.

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