Los sermones en lengua náhuatl formaron parte del proyecto educativo de la Iglesia católica en la Nueva España. No fueron el único medio para evangelizar y mantener a los cristianos en la fe, para difundir y expandir el cristianismo. En la predicación se utilizaron también imágenes (primero pinturas sobre tela y después plasmadas en conventos), estampas grabadas, obras de teatro, rituales y danzas ligadas a las procesiones.

“Muy populares en la Edad Media y durante el Renacimiento, ya que los otros oficios de la Iglesia eran en latín, los sermones evolucionaron en la época virreinal y los frailes los utilizaron para hablarles a los indígenas en su propia lengua”, apunta Berenice Alcántara Rojas, investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, que coordina el proyecto “Sermones en mexicano. Catálogo, estudio y edición de sermones en lengua náhuatl del periodo novohispano”.

A la caída de Tenochtitlan, algunos nobles indígenas fueron educados en el cristianismo, en latín y en la tradición renacentista. En ese proceso, los frailes también aprendieron sus lenguas y, en colaboración con una élite de intelectuales indígenas, elaboraron vocabularios y gramáticas para otros europeos.

“Estos frailes produjeron una gran cantidad de materiales para evangelizar, principalmente en náhuatl, como catecismos, doctrinas, manuales de confesión, colecciones de relatos y textos devotos como diálogos sobre temas doctrinales”, apunta Alcántara Rojas.

A diferencia de algunos de estos materiales (que esperaban que la gente se los aprendiera de memoria), los sermones están constituidos por un discurso directo que permite ver la interacción real de los evangelizadores con la población. Al final de la misa se leían o declamaban de frente a los indígenas para mostrarles pasajes de la Biblia e inculcarles temas morales con la intención de que fueran modificando su comportamiento.

“Son, en ese sentido, un repositorio de valiosa información histórica y lingüística. Permiten saber qué palabras se emplearon para verter al náhuatl conceptos nodales del catolicismo, qué recursos discursivos utilizaron los frailes para dar coherencia y fuerza a su mensaje, y qué preocupaciones tuvieron ante un auditorio nuevo en la fe.”

Gestados en una situación de contacto cultural compleja y cambiante, los sermones son el punto donde, mediante las palabras que usaron los frailes “para hacerse entender” por los indígenas, se fundieron algunos de los legados del viejo y el nuevo mundo.

“No sólo les hablaron de la Biblia, de la creación, de Jesucristo, del Paraíso, de Adán y Eva, del Cielo y el infierno, del pecado y el diablo; también los adoctrinaron sobre cómo debían comportarse en la vida cotidiana, cómo debían acercarse a las prácticas y sacramentos de la Iglesia, cómo debían asumir la vida en función de una nueva manera de entender el cosmos”, dice Alcántara Rojas.

El concepto de maldad

¿Existía el concepto de maldad en Mesoamérica? De acuerdo con la investigadora universitaria, no. Para los antiguos mexicanos, las entidades sagradas que guiaban el funcionamiento del cosmos tenían aspectos negativos y positivos. Sus sacerdotes negociaban con ellas para minimizar lo negativo y magnificar lo positivo en beneficio de la población.

“Tan no existía la maldad como tal en Mesoamérica que, para trasmitir la idea del mal, los frailes inventaron la expresión amo cualli, que quiere decir ‘no-bueno’”, agrega.

Asimismo, a los nahuas les inculcaron la idea cristiana del pecado, que se basa en la desobediencia y en la idea de que el diablo motiva a los hombres a pecar constantemente y alejarse de Dios. Les dijeron que sus costumbres y formas de pensamiento pertenecían al terreno de lo demoniaco; que sus deidades eran seres falsos que mentían y sólo los querían perjudicar.

“En los sermones virreinales se pueden observar diferencias en las maneras de adoctrinar. Algunos evangelizadores, por ejemplo, utilizaron la palabra latina infernum para hablar del infierno; otros, la palabra náhuatl Mictlan, que en la antigua mitología mexicana hacía referencia al inframundo”, asegura Alcántara Rojas.

Poco a poco, conceptos mexicanos antiguos se fueron llenando también con contenidos cristianos, aunque los significados luchaban en la mente del auditorio porque la información a veces era contradictoria.

Para hablar del verdadero Dios cristiano, algunos frailes usaron un concepto que aludía a las antiguas entidades sagradas mexicanas: Teotl. Se llegó a designar a Jesucristo con la palabra náhuatl Tonatiuh, que nombra al Sol como astro y deidad. Yolia, una antigua entidad que conformaba a los seres humanos, fue, en algunos textos, el alma cristiana.

Muchas palabras en mexicano se reutilizaron y resignificaron; otras se inventaron para hablar de conceptos de la religión católica. Como el náhuatl es una lengua que se forma a partir de raíces y de sufijos y prefijos, se utilizaron raíces de distintas palabras para hablar de nuevos conceptos. Para nombrar a la hostia se creó teotlaxcalli, que significa “tortilla divina”.

¿Cómo se les habló a los indígenas del sexo en los sermones? Se les inculcó llevar una vida casta, no dejarse llevar por la sensualidad. Para transmitirles el concepto de lujuria se creó la palabra ahuilnemiliztli, que significa “vida de regocijo”.

“Sí, se usó esta palabra náhuatl para desincentivar la vida dedicada sólo a los placeres, porque se le consideraba mala y ligada al pecado”.

Inventario y edición crítica

Alcántara Rojas y sus colaboradores trabajan con un corpus de sermonarios (unos impresos; otros manuscritos) usados para predicar de manera inmediata y directa todos los domingos del año y días de fiesta.

Algunos manuscritos están filiados a alguna orden religiosa: de los jesuitas, dominicos, agustinos, franciscanos…, y en algunos se menciona al autor del sermón, como fray Bernardino de Sahagún, fray Juan Bautista o el padre Paredes.

Los sermones se encuentran en distintos repositorios documentales del mundo. En México, algunos están resguardados en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional (son manuscritos que datan del siglo XVI al XVIII); otros se hallan en colecciones de la biblioteca del Museo Nacional de Antropología y de diversas bibliotecas de Puebla.

Una de las metas del proyecto coordinado por Alcántara Rojas es elaborar un inventario del contenido de todos ellos, así como realizar una selección de los más interesantes por su riqueza, para analizarlos de manera detallada (hay que paleografiarlos e interpretarlos) y hacer una edición crítica con su respectiva traducción (se publicará una antología bilingüe).

La investigadora y sus colaboradores ya elaboran las fichas de varios manuscritos de sermones del siglo XVI resguardados en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional y previamente seleccionados para el inventario.

“Registramos qué temas tratan, a qué época pertenecen, a qué orden religiosa están filiados y qué conceptos interesantes empleados para inculcar el catolicismo entre los indígenas aparecen en ellos”, indica.

Toda esta información será accesible vía internet. Ya se trabaja en una plataforma para la base de datos y en una interfaz para su consulta.

“Son manuscritos de particular interés para lingüistas, que podrán explorar como se usó el náhuatl en distintas épocas y regiones del país, así como para historiadores y público interesado en el proceso de evangelización en México.”

Como parte de este proyecto, en el que participan también Alejandra Dávila Montoya, Mario A. Sánchez Aguilera, Raúl Macuil y Tesiu Rosas Xelhuantzi, se lleva a cabo un seminario dedicado a la lectura y el análisis de una serie de textos sobre cómo eran los sermones en Europa y cómo cambiaron en América, con el fin de tener un marco histórico y conceptual que permita entender los sermones en mexicano.

“Estos sermones contienen información que no está en otros textos y que puede ayudarnos a conocer mejor cómo fue la evangelización, sobre la que se tiene una concepción basada en lugares comunes que nos vienen de nuestra educación primaria”, finaliza Alcántara Rojas.

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