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En torno al tiempo, el amor, el desamor, la ruptura, las intimidades más recónditas del ser humano y el eterno vértigo de la vida, rondan los relatos y la poesía intermedia que contiene Figuras humanas, el más reciente libro del narrador, ensayista, poeta y editor Luis Jorge Boone. Su búsqueda es continua y su indagatoria incansable: quiere llegar a las profundidades del alma humana, a sus cavernas y a sus oscuridades.

“Quise hacer algo que quizás no había hecho en mis otros libros, llegar a los personajes de esa manera, darles mucho el escenario para que hicieran lo que tenían que hacer, se mostraran como son, o como yo los imaginaba o los había visto o pensaba que eran; y más que una trama ahora lo que quise fue dar como esos monólogos donde de pronto los personajes se muestran tal como son y no tendría ningún sentido engañarse”, afirma el narrador nacido en Monclova, Coahuila, en 1977.

Boone, autor de novelas como Las afueras, de libros de cuentos, Largas filas de gente rara, de poesía Por boca de la sombra y de ensayos Sobre mapas circulares, asegura que le interesa es explorar y echar luz sobre esas zonas que los seres humanos nos empeñamos siempre en mantener oculpas y bajo buen resguardo.

“Siempre nos dicen que tendríamos que mostrar lo mejor que somos, yo más bien digo que tendríamos que ser lo que somos con lo peor que somos, porque también somos eso, porque cómo nos lo vamos a quitar, sería esconder una cosa de nosotros mismos, tampoco sobreexplotarla, pero sí verla de frente, decir ‘también eso puedo ser’, ‘sí, eso es parte de mi’. Creo que hay un malentendido en la sociedad que nos sobreprotege de que nunca deberíamos estar tristes o nunca de deberíamos albergar un sentimiento negativo, y entonces, ¿qué posibilidades tenemos de ese lado oscuro que somos también?”, señala.

Esta vez, Luis Jorge Boone anda sobre terrenos que poco había explorado: el amor y el desamor, las distintas formas de amar. Cosas que acaso había mostrado en su novela Las afueras. Incluso algunos personajes de Figuras humanas resuenan de aquella historia, porque él cree que un escritor siempre está regresando a los temas que dejó apuntados en otros libros, que dejó apenas señalados y entonces tiempo después decide terminarlos.

“A estos personajes sí los quise poner en esta situación de conflicto del amor, entendido en su expresión más amplia. Una amistad es un amor, una familiaridad cotidiana es una amor también, una elección de pareja es un amor, una relación arrebatada es un amor; pero también el amor acostumbrado, el amor que es cotidianidad, que retiene, es un amor. Creo que no existe el amor puro, el amor puro es preverbal y creo que solamente se presenta en uno de los instantes de la vida y después nosotros lo empezamos a tejer y a abordar en ciertas cosas”, señala Boone.

El escritor que ha obtenido doce premios nacionales, entre ellos el Premio de Literatura Gilberto Owen 2013, asegura que vivimos el amor con distintas situaciones y sentimientos, una variedad que tiene que ver con lo que necesitamos, creemos o pensamos que necesitamos. “Quise mostrar a estos personajes en sus conflicto de ‘¿Todavía esto es amor y vale la pena? ¿Por qué? ¿O me voy o me quedo o qué hago?, ¿Vale la pena por qué y vale la pena por cuánto?’ Esas preguntas que nos hacemos todos, todos los días”.

En Figuras humanas, el libro con el que Luis Jorge Boone entra al catálogo de Alfaguara y da un salto internacional, congrega 18 cuentos determinados por la fugacidad del amor y el eterno desamor, así como un poema intermedio. Se trata de un conjunto de miradas al otro, a los otros.

“Al final, un libro es asomarse a la vida de alguien más, meterse a su vida, desarrollar una cosa que está tan subvaluada, como es la empatía, hay aquí una serie de ventanas donde te puedas asomar, donde quizás allá hay una presencia que nos genera muchas dudas. ¿Cómo será ese mundo donde yo no vivo, ese mundo donde yo no estoy? Pues empiezas a estar de esa manera. Para mí esa es la metáfora de la literatura y del arte en general: tenemos un montón de mundos a los cuales asomarnos”, dice.

El miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, que fue becario del Fonca y de la Fundación para las Letras Mexicanas, asegura que los seres humanos siempre estamos tratando de establecer un puente entre nosotros y lo que está fuera, pero en medio dejamos de ver cuál es el discurso para establecer el puente.

“Dejamos de ver cuál es la palabra, cuál es el lenguaje que nos lleva hacia adentro de nosotros mismos, a entendernos, y entrar a esas habitaciones oscuras en las que de pronto te dicen ‘no entres ahí’,‘todo eso guardátelo’.Pretendemos que nadie lo sepa nunca, pues sí, pero a qué hora te vas a entender como ser humano, como individualidad, yo creo que el arte y la creación sirven para eso, y en este caso la literatura sí aspira a abrir esas puertas y que cada uno tenga ese momento de confrontación para entender el mundo, pero cada vez menos nos entendemos a nosotros mismos”, asegura el también autor de La noche caníbal.

El autor junto con Julián Herbert del díptico narrativo El polvo que levantan las botas de los muertos nunca teme a la página en blanco, al vacío y el terror a no tener nada. “La verdad es que a mí como dijo un futbolista ‘no se me da’. Yo no entiendo mucho eso de sufrir para escribir, al contrario, el trabajo y la dificultad la encuentro en el camino previo, en el pensar, en lo que es preverbal, esa sensación de la que hablaba Francis Scott Fitzgerald de que escribía solamente cuando él quería y se sentía capaz de expresar un sentimiento en su máxima expresión”.

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