ha escrito una novela ganadora sobre un pueblo argentino perdido, en el que ya había estado en una anterior ficción: Aráoz y la verdad. Sólo que ahora, en La noche de la Usina, ese pueblo de la provincia de Buenos Aires llamado O’Connor es asediado por la crisis económica que desembocó en el llamado corralito bancario de 2001.

En esta nueva historia, con la que el escritor argentino obtuvo el , un grupo de hombres echa a andar un plan para comprar un enorme premio, pero son víctimas de una estafa que los llevará a emprender una venganza colectiva en una noche imborrable.

“En esta historia, esos tipos generarán un plan y si el plan tiene éxito, el precio será el silencio, nunca podrán alardear con sus amigos, ufanarse de lo que hicieron, es un precio que están dispuestos a pagar y eso habla bien de ellos. Si bien me gano la vida con las palabras, yo creo que el silencio es importante, que hay cosas que merecen el silencio y que se engrandecen en el silencio”, señala el narrador.

Eduardo Sacheri (Buenos Aires, 1967), indaga en su literatura, en la memoria, en los secretos, los silencios y las personas pequeñas. Dice que el silencio es una forma de secreto, “si hacemos silencio sobre algo que sabemos estamos construyendo un secreto”.

Además explora en torno a la memoria, en el pasado. “En buena medida somos lo que recordamos, nos construimos recordando, construimos nuestra conciencia recordando, pero ese recuerdo siempre es móvil y siempre es imperfecto”.

Su búsqueda aquí es indagar en los secretos y silencios que esconden una verdad del pasado. “Esta es una historia de suspenso, es un policial a su modo, a su manera. El policial requiere sostener una intriga, ir conteniendo un secreto y develándolo y hay como ciertos mecanismos de relojería que deben funcionar y si no funcionan no significa que no pueda ser un buen libro, pero no puede ser un policial. Yo creo que es importante a veces tener esa noción”.

En La noche de Usina, que presentará mañana en el Centro Cultural Helénico y de la que conversará el sábado en el , hay una necesidad de tensión. “Había que generar un conflicto en la primera parte y resolverlo sólo al final e ir cargando de tensión ese conflicto”, afirma el autor de La pregunta de sus ojos, adaptada alcine como El secreto de sus ojos.

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