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Élmer Mendoza aún no sabe hacia dónde irá Edgar El Zurdo Mendieta, el detective protagonista de su serie policíaca, sin embargo habiéndole puesto punto final a su cuarta novela, acepta que podría llevarlo a una nueva aventura. “Es inevitable que cuando termino una novela piense en la que sigue. Espero en unos años más entregar una quinta, y que llegue un día que ya no me lo preguntes, que digas ‘ya, ya no queremos más de El Zurdo‘”.

En este momento, ese detective que ha descubierto que tiene un hijo con una vieja novia “culichi” que vive en Estados Unidos, que acepta tomar de vez en cuando café pero es fiel enamorado del Nescafé y que como todo policía anda sobre una línea muy delgada entre la institucionalidad de la policía y la ley del crimen organizado, especialmente la del narcotráfico, sabe que quiere mantener vivo a su protagonista y hacerlo vivir otras aventuras.

Ahora Élmer ha vuelto a El Zurdo Mendieta y lo ha puesto ante la resolución del crimen de un adivinador, pero va a pasos tan lentos en su investigación que para resolver el caso tiene que recurrir a una antigua amiga, la capisa y jefa del Cártel del Pacífico, Samantha Valdés, quien tras sufrir un atentado que la tiene al borde de la muerte, convalece resguardada por el ejército mexicano en un hospital.

En Besar al detective (Penguin Random House, su nueva editorial) la vida llevan al Zurdo a participar en el escape de la capisa y a ser perseguido por la policía mexicana; luego el secuestro de su hijo lo lanza a Estados Unidos donde vuelve a hacer uso de los tentáculos del Cártel del Pacífico y se echa encima al FBI. Esta nueva incursión en la novela negra, confirma que El Zurdo Mendieta, pero ante todo Élmer Mendoza, se han forjado un estilo.

El columnista de EL UNIVERSAL asegura que cuando se escribe una saga no conviene abandonar el sentido innovador pues cada historia debe ser diferente y tratar de encontrar algo que no se haya abordado antes, incluso buscar algunos instrumentos narrativos que no se hayan utilizado.

“Lo que yo estaba buscando en El Zurdo era eso, meterlo en una situación extrema donde él no tuviera más que una opción, la de ir para adelante y nomás”, sostiene Élmer con su singular acento sinaloense.

En esta nueva novela, el miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua en Sinaloa, parte de la certeza de que todo ser humano va creando sus circunstancias con base en su pasado, con la gente con la que se relacionó y con la que se relacionará como es el caso de su hijo. El Zurdo no sabe cuánto lo pueden tocar las circunstancias de su hijo hasta que en Besar al detective se da cuenta de que sí lo pueden tocar y mucho.

Es así que la paternidad confrontada de pronto por un secuestro, se convierte en uno de los ejes de esta historia. Los otros son siempre el narcotráfico y la corrupción, temas que son centrales en la literatura de Élmer Mendoza, una literatura que al paso del tiempo demuestra que la violencia ha permeado en todos lados y está latente en nuestra vida cotidiana.

“Esa es una de las cosas graves que han ocurrido, la violencia se ha convertido en tema de conversación de las sobremesas familiares y también ha entrado al universo infantil; todos los niños saben qué está pasando, saben quiénes son los personajes, qué es lo que ha ocurrido, están informados, entonces, eso tiene que influir en el perfil del país”, señala el narrador.

Mendoza dice que México es un país que está muy informado pero su avidez es solamente por la información que tienen que ver con la violencia y con la corrupción, pero no sobre todas las cosas que hay, que no son del interés de la gente; todo eso, sin pretenderlo, es material de su discurso narrativo.

“Siempre está presente el poder, siempre está presente la corrupción, pero también está presente la esperanza. Yo trato siempre de que esté presente la esperanza de que somos un país muy grande, un país muy sensual, un país que tiene capacidad para pasarla bien, para divertirse, pero desgraciadamente como que hemos perdido el equilibrio y hay muchas cosas inconvenientes que pasan y todos tenemos que trabajar para que eso llegue a su fin”, afirma el también autor de Cóbraselo caro y El amante de Janis Joplin.

Élmer Mendoza es siempre muy optimista, dice que el optimismo debe ser el arma de los mexicanos.

“Hemos perdido parte de nuestro orgullo y eso nos ha afectado muchísimo, hemos dejado de confiar en las instituciones; creo que debemos confiar en las instituciones pero desde un optimismo crítico, no nada más es estar optimista por estar, sino estar muy conscientes de dónde vivimos y cómo es el país donde vivimos, pero también es no dejarnos controlar, porque el pesimismo es uno de los mecanismos de control más efectivos que ha habido en la historia y que sigue funcionando muy bien”, afirma.

El autor de Balas de Plata, que en 2007 obtuvo el Premio Tusquets de Novela, asegura que le tiene mucha simpatía al Zurdo Mendieta pero también a los malos, tanto que acepta que sus críticos literarios, sobre todo los norteamericanos, han escrito que tiene una gran simpatía por los delincuentes, y él acepta que le caen bien y tienen un perfil conveniente donde ambos son capaces de utilizar la violencia, pero que ambos tienen cierta esperanza de que este país puede estar mejor.

Autor de la cultura del narco. El escritor Federico Campbell, dijo que Élmer Mendoza es no sólo “el primer narrador que recoge con acierto el efecto de la cultura del narcotráfico en nuestro país”, sino también el autor “de una aguda y vivaz exploración lingüística de los bajos fondos mexicanos, convertidos en rigurosa materia literaria”.

Cuando Felipe Garrido, respondió su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, señaló que “Mendoza es un experto constructor de intrincadas tramas donde confluyen numerosos personajes. Con soltura, con la naturalidad propia del buen conversador, pasa de una historia a otra, las hace a un lado, las retoma, las va trenzando”.

Es que Élmer Mendoza es un creador de atmósferas, un pintor que delinea personajes y un maestro del hablar “cantadito” del norte, el maestro que encuentra la palabra exacta.

Ese escritor que es obsesivo con
el lenguaje, acepta que justo este lenguaje es el centro de la identidad de su literatura.

“Cuando hablo del lenguaje siempre hay algo por explotar, por descubrir, por expresar y ese es un ejercicio que me gusta muchísimo porque tiene que ver con el descubrimiento de los instrumentos de trabajo, replantear la novela con algunas novedades, esa es una de las actitudes estéticas sobre las que trabajo; es decir, siempre trato que la novela nueva sea en algo diferente a la anterior, sobre todo cuando es la saga de El Zurdo que son los mismos personajes y hay que modificar la mayor cantidad de cosas posibles para que tenga su propia identidad, su propia personalidad”.

El ganador del Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares por El amante de Janis Joplin y que fue finalista del premio Dashiell Hammett con Efecto tequila, se reconoce en sus maestros, que van de Henning Mankell a Batya Gur, por cuanto se ha planteado el tema de la paternidad.

“Kurt Wallander tiene a su hija Linda, que después se convierte en detective, y Michael Ohayon, el detective de Batya Gur tiene a su hijo Yuval, que aunque él no quiere saber nada ha crecido con las novelas y tiene una buena relación con el padre, pero es un chico independiente. Es un poco también modificar el modelo que me gusta mucho, el de los policías clásicos de Dashiell Hammett y de Raymond Chandler, que no tenían compromisos serios, no tenían hijos, y después a James Bond que se casó pero cuando sale de la fiesta le matan a la mujer no se vuelve a casar jamás. Pero me gusta este modelo que parte de la evolución que tiene el detective dentro de la novela contemporánea”, concluye el narrador.

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