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Con los poco más de 21 mil 500 ejemplares en su biblioteca y los diversos fondos documentales que posee, el Ateneo Español de México se ha convertido en el más importante repositorio de la memoria histórica del exilio español y una referencia documental para los temas de migraciones, exilios y violación de derechos humanos.

Entre esos cientos de libros y carpetas que ocupan un espacio en la casona de estilo porfiriano ubicada en Hamburgo 6, en la colonia Juárez, destacan diversas joyas documentales, como el libro conocido como El Quintanilla, que reúne imágenes e información detallada de los exiliados españoles que llegaron a México desde 1939 en diferentes barcos; o ejemplares y facsimilares del periódico que intelectuales editaron durante los casi 20 días a bordo del Sinaia, la embarcación que trajo a México al primer contingente de exiliados republicanos. En esas carpetas colocadas en altos estantes también hay material hemerográfico, por ejemplo, periódicos españoles y mexicanos con información sobre la Guerra Civil Española, archivos personales de los exiliados, álbumes fotográficos, folletos, revistas, valiosos materiales que están en riesgo de deterioro debido a la falta de recursos para atender los problemas de conservación y cuidado que requiere un acervo como este.

Actualmente esa institución emblemática del exilio español fundada en 1949 esta viviendo un momento crítico. “Estamos muy mal de dinero”, dice a este diario Carmen Tagüeña, presidenta de esta asociación que también funciona como un foro cultural.

Los fondos en las arcas de esta institución, sostiene, sólo alcanzan para cubrir gastos de enero próximo. Para el resto del año, dice, “tenemos que ver qué hacer para revertir esa situación”. Para que el Ateneo funcione al 100% se necesita de un presupuesto mínimo anual de unos 900 mil pesos, cantidad que, hasta hace poco, se lograba gracias a las subvenciones de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y a las cuotas anuales de los socios. Sin embargo, a la disminución de las ayudas del gobierno español por la crisis económica se ha sumado el descenso del número de los asociados activos que pagaban una cuota anual de mil pesos. Este año, comenta, algunos de los 140 socios activos aún no han pagado.

“La institución se encuentra en una coyuntura financiera muy difícil, pues no puede subsistir sin los apoyos externos”, dice.

Es esa situación financiera la que les ha impedido llevar a cabo los trabajos de conservación y preservación que necesita el archivo histórico, que en gran parte se han formado por las donaciones de las familias y descendientes de los exiliados españoles. “La biblioteca está en buenas condiciones, pero hay otras materiales de archivo que sí requieren trabajos de restauración y estabilización. A muchos los tenemos sólo con unas guardas muy rústicas para detener las acidificaciones, pero no es papel antiácido. No tenemos los recursos”, asevera Juventina Herrera, directora de la biblioteca y del archivo de esta asociación.

“Poco a poco hemos ido restaurando nuestros materiales... Yo hago lo que puedo, casi son milagros”, dice Herrera, la única persona encargada de los cuidados, procesos técnicos de los materiales, y de la atención al público.

“Los procesos de restauración y estabilización exigen un dineral”, añade mientras muestra algunos libros o carpetas con documentos cuyas pastas requieren de una estabilización urgente. En la esquina de uno de los estantes hay una serie de libros envueltos en papel blanco. “Esos están contaminados, están en condiciones muy precarias por la humedad de la casa y porque son publicaciones antiguas que no recibieron a tiempo su restauración”, dice.

Herrera ha sido bibliotecaria en este lugar desde hace cinco años y en ese tiempo ha sido testigo de los hallazgos que investigadores o familiares de los exiliados han llegado a hacer en esos materiales. “Es una referencia obligada para los estudiosos del exilio. Incluso han venido descendientes de los exiliados que, con lágrimas en los ojos, descubren los nombres de sus familiares en las listas de quienes viajaban en los barcos”, relata.

Además de los trabajos de restauración que necesitan algunos materiales hemerográficos, las imágenes de su fototeca requieren de un trabajo de clasificación y cientos de folios contenidos en las carpetas del archivo histórico no han sido digitalizados.

Hace tres años, con apoyo del gobierno español, se digitalizaron alrededor de 5 mil folios del archivo histórico. “Pero es una parte mínima”, dice Herrera. Actualmente están en un proceso de selección de materiales, principalmente folletos y revistas sobre el exilio, que serán digitalizados gracias a un convenio que el Ateneo hizo con la Biblioteca Virtual Cervantes. Una selección de esas publicaciones se podrán consultar en el sitio digital.

Una parte del acervo que sí está digitalizado es la que comprende unas mil 200 conferencias y homenajes que la institución ha organizado a lo largo de su historia y las cuales fueron grabadas en cassetes.

Descendiente de españoles que llegaron a México en 1955, Carmen Tagüeña está convencida de que, además de las actividades culturales que ha impulsado, lo más valioso de esta institución es ese archivo histórico, la biblioteca y su pinacoteca, acervos que resguardan la memoria del exilio español en México. Por eso, cuando se le pregunta cuál es la prioridad de la institución ante su situación crítica, no duda en responder: “Fortalecer nuestro archivo, hacerlo más valioso. Tenemos un archivo al 80%, hay que tenerlo al 100%”.

Una de las ventajas que tiene ahora la institución, explica, es que no paga renta, ni gastos como luz, predial o agua, pues el edificio que ocupan es la sede de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) del gobierno español y comparten oficinas con la Consejería de Educación. “Somos modestos con los gastos. Los que integramos la mesa directiva no cobramos, los únicos sueldos son los de una secretaria, la bibliotecaria, un vigilante y una persona que nos ayuda con la difusión”, explica.

Pero la situación actual los ha rebasado. “Lo que necesitamos son más socios o un subsidio más establecido para que no estemos más en una situación de cómo conseguir dinero”, señala.

A sus 75 años, Tagüeña desea dejar la presidencia de la institución en manos de personas más jóvenes, pero asegura que no lo hará hasta tener “el futuro del Ateneo asegurado”.

“Estoy segura de que lo vamos a resolver. Estoy empeñada en eso y convencida de que así será. El Ateneo muchas veces estuvo en crisis, como ahora. Pertenecí a mesas directivas en las que de plano uno tenía que aportar para pagar los sueldos de diciembre. Creo que la época de mayor estabilidad económica ha sido esta última por tener el apoyo con esta sede y los recursos del gobierno español, pero se nos están acabando los fondos”.

Tagüeña dice que para “revertir esta situación” planea solicitar apoyo al gobierno de la Ciudad de México o al gobierno federal, incluso a través de la nueva Secretaría de Cultura.

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