cultura@eluniversal.com.mx

Francisco Calvo, catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense y ex director del museo del Prado, es uno de los expertos de referencia en la obra de Picasso. Al proponérsele el tema de la rivalidad entre el español y Diego Rivera, ríe.

Considera que las claves del distanciamiento entre los dos artistas son varias. La primera: el ego. “Rivera tenía una personalidad exuberante. No podía pasar desapercibido, empezando por su físico. Y Picasso era un gallo, no soportaba estruendos a su alrededor”.

La segunda causa de la ruptura pudo estar en la política. “El grupo surrealista de París. Todos acabaron enfrentados, eran hombres muy politizados y sus posturas fueron divergiendo”, cuenta Calvo. “Las inclinaciones comunistas de Rivera son patentes tanto en su discurso como en su arte. Y Picasso era o contrario: no le gustaban los grupos ni las ortodoxias, e incluso en la época en que militó en el Partido Comunista se mostró contrario a la propaganda en el arte. No veía bien que esos dos mundos se tocasen. Esa diferencia explica buena parte de las tensiones”.

El profesor no da excesivo crédito a la leyenda de que la antipatía nació del plagio que Rivera aseguraba que Picasso hizo en su Hombre apoyado en una mesa, del Paisaje zapatista pintado por él.

Al contrario, considera que Picasso tuvo gran influencia en Rivera. “Las figuras monumentales de Picasso fueron importantes para Rivera en los 30, al explotar como gran muralista”.

La leyenda del plagio, tuviese o no fundamente, sepulta una relación mucho más compleja. “Picasso y Rivera simpatizaban personal y artísticamente porque Rivera admiraba mucho a Picasso, pero la convivencia de estos tipos de caracteres no es sencilla. Además, Rivera era el eslabón débil en ese momento frente al gran maestro, y es normal que haya llevado esa confrontación a su terreno”.

Google News

Noticias según tus intereses