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La obra de Miguel Calderón demuestra de forma ácida e introspectiva que los artistas multidisciplinarios tienen mucho que decir sobre el país, sobre sus realidades rituales.

Como gran parte del trabajo de Calderón, Caída libre es una muestra que tiene origen en las experiencias más íntimas del autor. En sus años juveniles crió a un halcón y pudo tener cerca ese vínculo sensible: “Cuando cazó por vez primera, surgió un extraño instinto maternal, sentí que se graduaba de Harvard o algo así” relata. Sin embargo, el posterior vuelo y escape de aquella ave llegó a marcar el fin de su infancia más amena.

Aquellos tiempos de cetrería en la infancia generaron en Calderón recovecos a tal grado que ahora construyó una aproximación estética a la lacerada biografía de “Camaleón”, un cetrero que deambula entre sus noches como guardia de seguridad en centros nocturnos y las madrugadas en que aprecia el vuelo del ser alado al que tanto le dedica, el halcón, que siempre vuelve a su brazo enguantado. “Camaleón” es el protagonista de la pieza principal de la muestra, un video biográfico donde el impacto visual refleja gran parte de la narrativa de su vida.

Organizada por la galería Kurimanzutto, la exposición se presentará del 26 de enero al 25 de febrero en un lugar ajeno a las instalaciones utilizadas por la galería: como parte de la experimentación se presenta en número 42 de General Manuel F. Loera, en la colonia Daniel Garza.

Becado en su momento por The MacArthur Fellowship for Film and New Media (2000) y colaborador en el programa Cisneros Fontanals Art Foundation Grant & Commissions (2013), Calderón presenta ahora una exposición que pretende acercarnos a una relación que cauteriza, entre el ser humano y el animal, a manera de retorno hacia la naturaleza.

Miguel Calderón explica que encontró en la historia de su ahora amigo “Camaleón”, una posibilidad de encontrarse reflejado: “A pesar de que somos muy diferentes, exploro a través de él mi historia, pero también hago su retrato con los halcones como el lazo que nos une; en su caso, todo el aspecto visual de su entorno llegó a decirme más de lo que él podía contarme”.

A manera de parábola, el día a día de “Camaleón” dibuja un modus vivendi que encuentra curaciones en esta relación sin palabras, instintiva; refleja cierta devoción por el halcón que deviene en una filiación casi erótica entre el cetrero y el ave rapaz, donde la pesadilla máxima es perder al animal querido, aquel analgésico que sirve para sobrellevar las penas.

El vertical descenso del halcón tiene que ver con las convulsiones que sufre “Camaleón”. Ese golpe que, cuenta Calderón, se siente al desvanecerse en los desmayos, corre en paralelo con la caída libre que ejecuta el ave cuando baja con la presa, cuando se pierde entre la luz del sol.

La exhibición detalla este universo con la presencia de los objetos más cotidianos en la práctica: las perchas. El artista busca jugar con los contextos no explícitos, reflejar la entrega, intimidad y el esfuerzo que tienen con su pasión, el ritual personal que significa fabricar estos lugares donde se posará el halcón, que llegan a funcionar como el altar al animal.

Calderón, cuya obra ha sido expuesta en espacios como el Museo de Arte Contemporáneo de San Diego (2011) el County Museum of Art de Los Angeles (2014) o el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), explica que pretendió reflejar un universo lleno de significados: “Busqué ser fiel a esta relación, pero además los espacios reflejan su necesidad por convivir con los animales a manera de simbiosis. Los cetreros me recordaron mucho a una especie de subcultura que se ubica al margen de la sociedad, que buscan escaparse de una realidad incómoda, inclusive por medio de una serie de protocolos gregarios que les sanan.”

Serpientes colgadas por cetreros a manera de señal, la cercanía al “salvaje” cuarto del protagonista o la sangre que corre en cada caza, figuran en las fotografías que también componen la confesora exhibición.

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