La National Gallery de Londres analiza a partir de mañana el impacto de la obra del francés Eugène Delacroix (1798-1863) tras su muerte en generaciones de artistas, con la mayor exposición dedicada en el Reino Unido en más de medio siglo al audaz y controvertido pintor.

"Delacroix and The Rise Of Modern Art", presentada hoy a los medios y abierta hasta el 22 de mayo, exhibe más de 60 lienzos, que incluyen obras del considerado máximo exponente del romanticismo francés y otras de artistas que se sintieron inspirados por su singular manera de entender el color y la técnica.

Uno de los comisarios de la muestra, Christopher Riopelle, describió hoy a Delacroix como un artista "original y audaz" y subrayó la relevancia de su "inmensa" influencia "entre sus contemporáneos 50 años después de su muerte".

El atrevimiento de sus composiciones y sus temas, sus enérgicos brochazos o la intensa carga emocional de sus creaciones hizo que desde sus inicios, en 1822, su trabajo generara disparidad de opiniones, hostilidad entre el público y le costara lograr un reconocimiento oficial.

Esta percepción dio un vuelco tras su muerte. Con exhibiciones públicas de su obra a título póstumo la reputación de Delacroix, a quien Bodelaire llamó "el poeta de la pintura", cambió hasta convertirse en referente asociado con el auge del arte moderno.

Venerado por artistas como Cézanne, Renoir, Van Gogh o Matisse, Delacroix tomó inspiración de varios viajes que le marcaron, como su única visita a Inglaterra, en 1825, de la que se fraguó el retrato de cuerpo entero de Louis Auguste Schwiter (1826), pintado a su regreso a Francia.

Esa imagen, que se puede apreciar en la exposición, plasma "al típico caballero inglés, aunque no se trata ni de un caballero británico, ni de un pintor británico, y (esa obra) se convirtió en una especie de modelo de elegancia en los retratos", explicó Riopelle.

La muestra recoge además los primeros coqueteos de Delacroix con temas como la violencia o la sensualidad, patentes en La muerte de Sardanapalus, (1846), prestada por el Museo de Arte de Filadelfia.

Esa última obra, una versión pequeña del original de cinco metros, "casi le cuesta su carrera" cuando fue expuesta al público en 1827, según recordó hoy otro comisario Patrick Noon, por su falta de composición, sus colores caleidoscópicos y la sensación de improvisación que transmite, y que Delacroix exagera en ese cuadro.

En otra de las salas, se exhiben lienzos sobre temas que el artista denominó "orientales", influido por un viaje de seis meses a Marruecos.

El profundo impacto de esa estancia en el norte de África, que llegó a adorar, y que inspiraría a Renoir, Gaugauin y Matisse, se refleja en el poderoso Convulsionarios de Tánger (1838) e influyó a otros como Renoir, hasta animarlo a hacer el mismo trayecto.

Precisamente, de Renoir, se presentan La Boda Judía en Marruecos (1875), una copia de la obra del mismo nombre que pintó Delacroix, si bien el primero la compuso con dimensiones ligeramente mayores que la original y con colores más intensos; y también "Festival Árabe" (1881).

Otra de las salas está dedicada a la temática de las flores, donde puede verse el llamativo "Cesta de fruta en un jardín de flores", que el artista empleó como manera de encauzar sus sentimientos apasionados y que, en el siglo XX, influyó sobremanera a Vincent Van Gogh, que percibió ese tipo de pintura como una instrumento con el que explorar sentimientos subjetivos y sueños.

También se exponen óleos de temática religiosa, como la pintura de grandes dimensiones La lamentación (1848), un cuadro oscuro del que el novelista Henry James destacó su "singular profundidad de imaginación"; o el Cristo en la Cruz (1853).

La National Gallery dedica otra de las salas a obras de paisajes, tanto reales como imaginarios, y analiza además la influencia de la creatividad del francés entre los pintores de la avant-garde a finales del siglo XIX, cuando llevaba muerto cuarenta años.

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