Puebla. La transformación de un edificio abandonado que registró en Brasil Damián Ortega; una recolección de aguas sagradas reunidas en frascos en un gabinete por Susan Hiller; frases suicidas en marquesinas de cines en desuso que fotografió Teresa Margolles; un electrocardiogramasismógrafo resultado de un performance de Joseph Beuys; la fotografía de cómo quedó un estadio tras un concierto captada por Wim Wenders... todas estas son piezas de la exposición Rastros y vestigios que mañana se inaugura en el Museo Amparo y que revisa la Colección Isabel y Agustín Coppel (CIAC) con curaduría de Tatiana Cuevas.

Son obras que hablan o más bien que remiten a la ruina, las huellas, la transformación, la ausencia; que dan cuenta de procesos sociales, urbanos y políticos que se han terminado.

La exposición está integrada por 114 obras de 60 artistas internacionales; incluye fotografía, video, cine, instalación, escultura. Tras haber estado en Guadalajara, llega ahora al Museo Amparo, donde se expondrá hasta octubre aproximadamente; en 2016 llegará al Antiguo Colegio de San Ildefonso en la Ciudad de México.

Otros de los artistas de quienes se presentan obras son Gabriel Orozco, Francis Alÿs, Moris, Alighiero Boetti, Alfredo Jaar, Félix González Torres, Ana Mendieta, Andy Warhol, Santiago Sierra, Abraham Cruzvillegas, John Chamberlain, entre otros.

La propuesta de Tatiana Cuevas fue revisar a la manera de un arqueólogo la colección. La selección tomó obras donde la presencia humana no existe, aunque todo sugiere o remite a una intervención del hombre.

“El punto de partida es buscar medios y lecturas que puedan acercar a un publico más amplio a la producción contemporánea de los artistas. Entonces jugué con ideas que tenía de años anteriores, como pensar qué pasaría si se acaba el mundo, qué pasaría con los restos de lo que hacemos en las colecciones, en los museos, en nuestro trabajo como curadores”, explicó Tatiana Cuevas.

Con la muestra se pretende dejar en el visitante la inquietud por el sentido de las piezas de arte contemporáneo, qué revelan, de qué hablan, qué pueden decir de la civilización del siglo XX y del XXI.

Se puede ver, por ejemplo, una fotografía de Warhol con secadoras de cabello, símbolo de una estética y moda; uno de los fragmentos, el 15, de la obra de Danh Vo de una réplica de la Estatua de la Libertad y que habla de la extensión de la libertad en el mundo y los múltiples significados de ese símbolo. Otra obra que remite a los restos es una fotografía de Jane y Louise Wilson “Urville”, que retrata vestigios en Normandía de las fortificaciones levantadas en la II Guerra Mundial. Con su trabajo Rocks encouraged, Jimmie Durham habla de la soledad.

“Se trata de quitar un poquito ese miedo al arte contemporáneo”, propone la curadora. “Hay varias lecturas: el cuerpo, el lenguaje, el desvanecimiento de ideologías, cómo van quedando huellas de ciertas estructuras económicas que van perdiendo fuerza o vigencia, elementos iconográficos urbanos que marcaron una época y que ya al retirarse reflejan que se viene abajo una época del imaginario colectivo”.

Importante acervo. La exposición representa una ocasión para conocer de la colección Coppel, que comenzó a integrarse en los años 90, que tiene alrededor de mil 600 piezas, especialmente de arte contemporáneo y que es uno de los acervos internacionales privados más importantes.

Mireya Escalante, directora de la colección, explica que está formada como una AC. y que posee fotografías, instalaciones, pintura, video, todas las expresiones del arte contemporáneo.

“No hay una línea específica, ni por tema ni por medio ni por origen. Se ha integrado más por el interés de los coleccionistas. Hay piezas históricas, como fotografías de 1920, hasta actuales”, comenta Escalante.

Aunque se piensa que el siguiente paso tras formar una colección es la creación de un museo, Escalante dice que este no es el caso: “Nos gusta esta forma de operar, tener discursos, exposiciones que viajan por varios espacios y ciudades, análisis de la colección con curadores invitados”.

Esta muestra persigue justamente alcanzar uno de los propósitos que se ha fijado la colección Coppel: comunicar lo que es el arte contemporáneo.

“Nos importa mucho dar las mayores herramientas en torno a las piezas, hacerlas accesibles a un público general”, asegura.

Entre sus proyectos, la colección exhibirá una muestra de fotografía en octubre en el Centro de la Imagen, que se realizará en conjunto con la colección Kadist Art Foundation; también prepara otra curada por Tanya Barson.

La colección Coppel, que tiene un gran proyecto de obras en el Jardín Botánico en Culiacán, ha adquirido recientemente obras de Leonor Antunes y de David Salle.

Acerca de la responsabilidad de la Coppel como colección privada, Escalante comenta: “El propósito es difundir, hacer accesible, dar oportunidad de lecturas, de que toda la gente la pueda ver en la medida de lo posible y dar muchas herramientas para la mayor comprensión de lo que quieren decir los artistas”.

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