La condena a la violencia que Doris Salcedo ha realizado durante más de tres décadas es el eje de una retrospectiva que el museo Guggenheim de Nueva York le dedica a la artista colombiana.

Destacadas esculturas e instalaciones, que narran la traumática historia de la Colombia moderna y otras partes del mundo, se muestran en "Doris Salcedo". La exposición, que ocupa la mitad del espacio de galerías del Guggenheim, estará abierta al público del hasta el 12 de octubre. Previamente se había presentado en el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago.

Las obras, en su mayoría hechas con muebles y tejidos, se remontan a la década de 1980 y pretenden expresar lo que ocurre a las víctimas de crímenes e injusticias. Sillas y muebles con cemento incrustado, telas llenas de agujas que cuelgan de la pared y bases de camas son presentadas en el Guggenheim.

"El arte no puede ser neutro", explicó Salcedo. "El arte está a favor o está en contra de un estatus quo pero no puede ser neutro. No es que haya una ideología que lo defina. La política está dentro de la obra".

"Plegaria muda", por ejemplo, muestra múltiples mesas colocadas con las patas hacia arriba sobre otras mesas. De ellas crecen hierbajos verdes. Para algunos representan una fosa común con el elemento de la vegetación como símbolo de olvido o cura.

En el caso de "A flor de piel" Salcedo creó un manto de pétalos de rosa cosidos, que yace en el suelo como homenaje a una enfermera que fue torturada, asesinada y descuartizada en Colombia y cuyo cuerpo desmembrado nunca se encontró.

Salcedo nació en Bogotá en 1958 y creció en una época de represión y violencia generada por el narcotráfico en varias zonas de Latinoamérica. Es conocida por su arte en calles y edificios de grandes ciudades del mundo, como sus columnas de sillas de 2003 colocadas en una zona de Estambul que había acogido a minorías. En 2007 creó una grieta de 167 metros (500 pies) en el suelo de la Sala de Turbinas de la galería Tate Modern de Londres, simulando los estragos de un terremoto, con la que denunciaba "el agujero que hay entre la humanidad y la falta de humanidad".

Sin embargo, asegura que ella no impone ningún mensaje ni espera resultados por evidenciar la violencia.

"Yo no puedo ponerme en el otro lugar (el del espectador)", señaló. "Yo doy esa imagen y no espero nada ni pretendo nada. El espectador está en libertad de recibir o percibir lo que su espíritu le permita".

Lo que sí intenta es recoger el testimonio de las víctimas e intentar que su recuerdo se prolongue "para que esas vidas no se queden truncas".

rqm

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