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El bailarín y maestro argentino Mario Galizzi asumió la dirección artística de la Compañía Nacional de Danza (CND) hace un mes. El diagnóstico, dice, es positivo. Hay bailarines profesionales con calidad técnica. Sin embargo, es crítico con algunos proyectos y formas de operar de la institución: no está de acuerdo con, por ejemplo, la “versión mutilada” que se ha presentado de El lago de los cisnes a lo largo de 40 años.

Tampoco comparte la visión rígida de las clases de algunos maestros porque, dice, es más importante fomentar el desarrollo de artistas que crear intérpretes que sólo saben dar “brincos” y “piruetas”; ni la propuesta de presentar galas limitadas, hechas sólo con pas de deux (duetos), sin historias y sin argumentos.

En entrevista, Galizzi reconoce que no conoce los mecanismos de operación del INBA ni el presupuesto que la CND ejerce, pero espera que sea posible programar con años de antelación las producciones que le interesan, así como proponer la participación de patrocinadores si el presupuesto no fuera suficiente; y advierte que si el proyecto por el que fue contratado no se cumple, no dudará en dejar el cargo: “No me interesa la medianía”.

Consultados por EL UNIVERSAL, algunos intérpretes aseguran que tras el conflicto que mantuvieron con la anterior dirección, se vive un clima de “tranquilidad y amor a la danza”.

La CND se encuentra en temporada con La sílfide y el escocés en el Palacio de Bellas Artes hasta el 19 de junio; el 24 y 25 de junio ofrecerá una gala en el Teatro de la Ciudad y después entrará a un receso vacacional.

¿Qué compañía encontró?

Técnicamente muy bien. No sé si cuando hay crisis una compañía entrena más fuerte, pero en este caso todos siguieron estudiando. En los ensayos los compañeros les aplauden a sus primeras bailarinas, eso no pasa con frecuencia. Noto respeto entre ellos. Les he dicho que me den algo más de lo que ya saben, que se entreguen, yo después debo pulirlos. Nos está dando efectos. La sensibilidad artística tiene que prevalecer sobre la técnica. No me importa que hagan cuatro piruetas, pero sí me importa que hagan dos con el corazón.

Algunos bailarines han destacado esa frase.

No me sorprende. Es que los maestros les dicen: “¡No, así no!, ¡las piernas más arriba!” Creo que yo he venido a destrozar eso. Yo quiero que pongan el corazón en los pies. Usted puede ver una Sílfide con cantidad de piruetas y saltos, pero si no le emocionó, algo falló. Los maestros no me han dicho nada, pero quizá quieren hacer cuentas conmigo. Yo veo grandes bailarines con más giros, más circo, pero quiero saber quién es hoy la gran Giselle. Ya no hay un gran Alessandra Ferri, una Carla Fracci. Los bailarines están tan estresados con la cosa técnica, pero el público reconoce eso, sólo aplaude y ya. Lo que nos falta son artistas.

¿Y tiene los maestros necesarios para conseguir eso?

Sí, pero digamos que yo quiero poner una Fierecilla Domada, de Cranko, que ya murió. ¿Aquí quién insufla eso? Necesito un artista que haya trabajado con Cranko, alguien que les pueda decir el por qué de las cosas, qué le dijo Cranko, yo no sé qué quería Cranko, pero los intérpretes que han trabajado con él sí lo saben. No me interesa que les digan cómo hacer los pasos, sino una acción. Así que pienso invitar a algunos intérpretes de diversos coreógrafos.

¿Ya sabe qué es lo que usted va a programar?

Tengo que respetar, por ética, lo que ya está establecido. Mi programación se podrá ver el año siguiente, porque a este año sólo le quedan seis meses y los grandes coreógrafos, los repositores ya están ocupados. Las obras de Cranko ya están ocupadas porque hay muchas otras compañías, esto se contrata con bastante anticipación. Yo mismo tengo una Bella Durmiente en Montevideo en 2019, así se trabaja. Se pueden contratar coreógrafos, pero de lo que se trata es de contratar a gente de importancia.

¿Ya conversó sobre todas estas ideas con el INBA o con la Secretaría de Cultura?

No. Me presentaron y hemos tenido pequeñas reuniones, pero no hemos discutido nada. Tengo que elevar el proyecto y cuando lo haga, ya puedo decir qué es lo que quiero, entonces, supongo, podré hablar con ellos. A lo mejor me dejan al libre albedrío y no es necesario, no lo sé, no los conozco.

¿Tampoco han tomado una decisión sobre El lago de los cisnes?

No, se ha hablado en el aire. La compañía merece un Lago de los cisnes en este teatro y con los cuatro actos. ¿Cómo es posible que no lo hayan bailado completo en tantos años? El show que tienen me maravilla, pero no es la historia, está mutilada y sé que suena feísimo, pero esa es la palabra. Una cosa es acortarlo porque no se puede presentar como se hacía siglos atrás y otra es mutilarlo. La historia no termina con un final feliz, por el contrario, es dramático. En Rusia, por ejemplo, en la época stalinista, algunas compañías cambiaron los finales porque todo debía ser feliz; pero en el Lago mueren los dos y de lo que se trata es que el amor está más allá de la muerte. Otro tema es la condición climática, es malo para la compañía suspender funciones por estas cosas.

¿Y las funciones que se hacen al aire libre?

Hay que sacar al ballet a la calle, pero con cosas buenas. No vamos a hacer sólo pas de deux, no es lo que me gustaría que la gente vea. Hay escenarios muy chicos y no se pude montar un segundo acto de El Lago de los cisnes, pero hay que ver. Me interesan las giras nacionales porque es una compañía de la nación y a la nación no le puedes llevar sólo un pas de deux, llevemos un Lago, una Sílfide. Si hay teatros que alberguen a la compañía, voy a tener que pelearme para llevar ballets que se puedan ver con argumento.

¿Hay bailarines con sobrepeso? Se dijo que había dos y esos casos terminaron por desatar el conflicto.

¡No! ¿Los tenían? Si hubiera hay que analizarlos, pero el tema del peso no es un pecado. Hay que trabajar con la gente a nivel humano. A veces hay un sobrepeso pero no porque comen, sino porque atraviesa por un asunto personal. Hay que hablar con todos los bailarines y saber qué les pasa. Hay que tener mucho cuidado. Si uno tiene a un gran artista y lo quiere dejar de lado por sobrepaso, lo que haces es anular una carrera.

Una bailarina denunció que había una rigidez con el peso. ¿Qué importancia le da al tema?

Las estaturas influyen mucho, dos kilos se notan en bailarines bajos, pero no son nada para uno alto. Los físicos son tan diferentes. En este momento no tengo a ninguno. Si lo llego a tener, sólo puedo llamar la atención. El peso tiene que ver también con problemas emocionales, personales, hormonales. Les conservaría el puesto y les doy un plazo de seis meses, porque es posible que esas personas sean muy valiosas para la compañía. Primero que nada son personas y son también artistas hipersensibles.

En México es muy difícil programar con años de anterioridad porque los presupuestos son anuales. ¿Lo ha previsto?

No me dé una mala noche. Si usted firma un contrato con anterioridad tiene que respetarse, si lo retira el que queda mal es la institución, eso no puede pasar. Sobre las cuestiones de dinero de las que habla, no sé cómo funciona el país porque yo soy extranjero. Entiendo que a veces puede haber recortes, espero que no, nadie me ha hablado de eso. Uno como director no puede esperar, yo quiero decir que quiero tal cosa para la compañía y ver que se cumpla. No sé, que se consiga un sponsor. El sistema de acá me va a tomar un poquito entenderlo.

Si no puede concretar su proyecto, ¿analizaría su permanencia al frente de la CND?

A mí lo que me disgustaría, para decir “me regreso a mi casa” (y no por capricho), es que la programación que creo que es importante para la compañía no se dé porque no tengo tiempo para ensayar o por contratiempos que tengan que ver con la dirección del INBA (no necesariamente por causas de dinero). No quiero estar sentado y tener que poner otra vez Giselle u otra vez Coppelia. Eso sería una medianía total. Hay que hacer Giselle, pero no porque es el reemplazo de una obra que yo quería y no la pude hacer. Los reemplazos en estas circunstancias me molestarían. A veces es mejor dejar las cosas si no funcionan como uno quiere; quiero hacer lo que hago siempre, no más, hacer lo que me gusta y bien. No quiero quedarme porque el cargo es lindo.

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