A Rocío Alemán le pareció fascinante la imagen de una bailarina de ballet en puntas y con tutú.  Deseó hacer lo mismo. Insistió a sus padres para que la inscribieran en clases de danza clásica hasta que consiguió que la llevaran a su primera lección. La disciplina y la exigencia la asombraron, debajo de la rigidez de la pequeña falda había cuerpos entrenados, atletas de alto rendimiento y concentración. “¿En verdad quiero esto?”, se preguntó.

“Mi madre me dijo que yo había insistido mucho en que me gustaba y que era lo que en verdad quería hacer, me pidió que me quedara un poco más y si descubría que no era lo mío, lo respetaría. Todo empezó cuando seguí en las clases y descubrí que sí, que me encantaba  el ballet y que yo deseaba ser bailarina”, dice en entrevista vía telefónica desde Alemania.

Hoy, la bailarina regiomontana de 23 años de edad es, desde el año pasado, semi solista del  Stuttgart Ballet, una de las compañías alemanas de más prestigio en Europa.

Es egresada de la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, ganadora del Youth American Grand Prix 2008 de Nueva York, uno de los más importantes en su género.

Después de su triunfo le fue otorgada una beca para estudiar en la John Cranko Schule, en Alemania, de donde pasó a ser aprendiz del Stuttgart Ballet en la temporada 2011-1012, para después ser admitida en el cuerpo de baile y actualmente tener uno de los puestos de mayor nivel en la agrupación.

Su repertorio incluye  los ballets clásicos como Don Quijote, Giselle, El lago de los cisnes, La bella durmiente, pero también incluye obras de algunos de los coreógrafos más importantes del mundo, como William Fosythe, Maurice Béjart, John Neumeier, entre otros; así como obras creadas especialmente para ella por Demis Volpi y Katarzy Kozielska.

¿Cómo se modificó tu concepto de bailarina?

Creí que era muy fácil. No se cuenta lo que hay detrás de una bailarín, todo el trabajo al que debe entregarse. Una vez que lo descubrí, decidí continuar, hubo algo dentro de mí que me indicó que yo debía seguir. Escuchaba la música y me movía, pero sobre todo expresaba algo, una emoción, con mi cuerpo, de eso se trata, el ballet te obliga a ser artista, a expresarte sin hablar, con todo lo que tienes y con todo lo que eres. Cada movimiento significa algo, cada cosa que haces tiene que decir algo. Aprender todo esto me atrajo mucho, sentí cosas muy bonitas dentro de mí.

Tu formación inició en Monterrey. ¿Cómo te planteaste la necesidad de continuar con tus estudios fuera de México?

En Monterrey caí en las manos de maestros que me motivaron y apoyaron para seguir adelante. No tenía ni idea de que podía irme a estudiar a otra parte. Una maestra siempre me preguntaba si esto era lo que yo quería hacer. Cuando fui al concurso en Nueva York en 2006, luego volvería en 2008, me ofrecieron varias oportunidades para estudiar en el extranjero, en ese momento me cayó el veinte de que sí, que yo quería seguir, así que la maestra me dijo que entonces lo mejor era que yo me fuera a otro país.

En Europa existen muchas oportunidades, vine a Alemania y me encantó, hay tantas cosas todos los días, es una constante alimentación en todos los sentidos.

¿Cómo te enteraste de la John Cranko Schule?

El objetivo de los concursos no era sólo para ganar medallas, sino para ver qué otras oportunidades había. Conocí a mucha gente y muchos estilos de danza clásica, fue una gran experiencia de aprendizaje. Me sentí como una esponja que absorbía todo lo que veía.

Con mis maestros, con mis padres, platiqué sobre mis opciones y finalmente decidí que lo mejor para mí era Alemania. Empecé a estudiar un poco el idioma, pero cuando llegué no entendí nada, pero en la clase a la que llegué se daba la oportunidad de estudiar el alemán. Fue complicado el primer año en Alemania, tenía 15 años, estaba lejos de mi familia, de mi país, no entendía el idioma, pero me acostumbré a todo.

¿Cómo fue el proceso de separación con tu familia?

Hubo muchos sentimientos encontrados, había mucha felicidad por la gran oportunidad, pero tristeza porque nadie sabía qué iba a pasar, por cuánto tiempo me iba a quedar. Se me rompió un poco el corazón, pero la primera noche en el internado pensé que ya no estaba en mi casa y que tenía que aprender a estar sola. Fue un gran paso, me metí en un proceso de maduración. Pensé que sólo me iba a quedar un año y ya llevo ocho  años en Alemania. Nunca pensé que las cosas se iban a dar de esta manera.

¿Se profundizaron tus sueños de ser la bailarina que querías?

Sí. Siempre tuve el apoyo de mis padres, de mis hermanas, de mis maestros, pero sinceramente hubo días en que pensé que quería dejarlo todo y regresarme a México. El ballet es una carrera tan difícil que debes mantenerte positiva, hay días que no sabes cómo ser positiva, pero lo tienes que hacer para seguir adelante. Tuve que buscar la manera de levantarme yo sola, pero cuando sentía que quería llorar, le llamaba a mi mamá para decirle que quería regresar, ella me preguntaba qué es lo que realmente quería, la respuesta siempre fue: bailar.

La compañía es muy internacional, ¿cómo te enriquece?

Sí, en realidad hay muy pocos alemanes, la mezcla de culturas es maravillosa, aprendes de todo. Cuando llegué, mi compañera de cuarto era italiana, tuvimos que resolver la manera de comunicarnos; fue una bendición que me  haya tocado con ella. El poder encontrar a alguien que hablara español, fue  para mí como encontrar a un hermano.

Avanzar en la escuela, garantizar tu permanencia, ser evaluada constantemente, audicionar para quedarte en la compañía, pasar de aprendiz a cuerpo de baile y seguir avanzando debió suponer un estrés permanente.

Sí, es muy estresante. A veces las cosas no sólo dependen de tu trabajo, también de muchos factores, por ejemplo si eres del tipo que busca la compañía, si tienes la estatura que requieren, es decir, tú puedes dar lo mejor de ti, pero hay tantas aptitudes que califican que no sabes qué buscan o qué es lo que les gusta, hay mucho estrés.

Más allá de la técnica, ¿cómo te defines como artista?

Estoy en una compañía en donde me siento muy feliz. John Cranko, el coreógrafo fundador que fue muy importante en el mundo de la danza, tiene ballets que requieren no sólo de técnica, sino sobre todo de la parte artística. Hay muchas bailarines que pueden ser muy fuertes por su técnica, pero no tienen esa parte que te hace artista. Por eso estoy tan feliz aquí, la danza no sólo es cuántos pirouettes puedes hacer, si tienes empeine o no, sino quién eres tú como artista. Cuando termino una función me siento plena y no se debe a la cantidad de giros que di, sino a la profundidad que hubo en mí en escena, lo que soy en el escenario. La compañía es muy rica en todos los sentidos, no sólo bailamos Cranko, también hay otros coreógrafos con estilos diferentes, podemos ofrecer repertorios muy dramáticos o muy alegres, pero todos te dejan con una gran sensación.

Nuestro director está buscando artistas, si sólo eres técnica ¿para qué bailas? Al final, de lo que se trata es de transmitir un mensaje al público, expresar las intenciones del coreógrafo, transmitir lo que uno es. Yo no quiero sólo dar giros, quiero entregar lo que yo soy en un rol.

¿Cómo fue el día de tu ascenso a semi solista?

Me tomó un tiempo para creérmelo. Al día siguiente de la función de mi ascenso seguía sin creerlo. Ahora siento que tengo una responsabilidad más grande, no te puedes quedar satisfecho con un escalón, quedarte con que ya cumpliste una meta, no, quedas más hambriento, me pregunto qué más sigue ahora. Quiero trabajar más, ser más responsable, dar el ejemplo a los demás, demostrar por qué llegué a esta posición. Ya me lo creí, ahora a seguir. Estoy más cerca de mis sueños.

No sólo trabajas en Alemania, ¿con la compañía haces giras?

Es una carrera tan padre, puedo conocer otras partes del mundo. En noviembre pasado estuvimos en Japón y en Corea del Sur, hemos estado en Rusia, bailamos en el Bolshoi; hemos ido a lugares como  China, Singapur, hay constante viajes. Es increíble ver siempre los teatros llenos, hay un recibimiento muy bonito en muchas partes, depende de cada país.

Has regresado a México para dar algunas funciones, ¿te gustaría tener más presencia en el país?

Es complicado por el horario, a veces he recibido invitaciones, pero no he podido ir. Es difícil regresar a casa a bailar, pero sí me encantaría, cada vez que hay una oportunidad quiero aceptar, pero no depende sólo de mí, sino también del trabajo en el  Stuttgart. Me gustaría   mucho volver a México.

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