No más porno en la Megabiblioteca

Una usuaria se quejó en redes sociales de que otro usuario veía pornografía en las computadoras públicas de la Biblioteca Vasconcelos y los elementos de seguridad no se lo impidieron. ¡Zaz! Las imágenes del susodicho se hicieron virales y se publicaron en distintos medios. Voces ofendidas exigieron salvaguardar la inocencia de los niños que van a hacer su tarea a ese recinto; otros, los menos, dijeron que el porno también es cultura; muchos más pidieron que el señor no regrese jamás. El lunes, la llamada Megabiblioteca respondió: No más porno. Van a averiguar quién fue la persona que no atendió la queja, “se reforzarán tanto los protocolos de seguridad informática instalados” como “los de actuación del personal de vigilancia y el de servicios digitales”. Órale. Esta anécdota echa luz sobre asuntos de interés. ¿Hay personal capacitado atendiendo las más diversas inquietudes y necesidades de los usuarios? Porque si hay alguien que ve pornografía, podrían orientarlo en literatura erótica, por ejemplo, ¿o no? ¿Es tierra de nadie?, ¿los lectores se adentran en ese universo, sin guía?, ¿hay personal suficiente?

El machismo de los críticos literarios del XIX

Leticia Romero Chumacero ha realizado una investigación sobre el machismo que enfrentaron mujeres creadoras en el siglo XIX. La profesora e investigadora de la Academia de Creación Literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y miembro del Sistema Nacional de Investigadores exhibe en el libro Una historia de zozobra y desconcierto. La recepción de las primeras escritoras profesionales en México (1867–1910) (Gedisa-UACM), el temor de los intelectuales decimonónicos enfrentados a uno de los resultados más radicales de la educación: el avance de la mujer. Allí muestra la forma cómo reaccionó la crítica literaria mexicana ante la presencia y la creación de poetas, dramaturgas, narradoras, ensayistas y periodistas que participaron en la vida pública y en asociaciones literarias durante el siglo XIX y principios del siglo XX.

Que la megamaqueta no es como la pintan

La megamaqueta de la Ciudad de México, el gran atractivo del nuevo centro interactivo Futura CDMX inaugurado recientemente por el gobierno capitalino, ni es mega ni es impresionante como lo pintan, nos cuentan. Ciudadanos que han visitado este nuevo proyecto cultural y museográfico, en el Teatro de las Vizcaínas, cuentan que atraídos por las imágenes publicadas visitaron el sitio, pero para su mala suerte la maqueta resultó bastante simple, con información burda y sin datos vitales que permitan comprender la formación de la ciudad. Además, se supone que se gastaron, incluida la restauración, cerca de 70 millones de pesos. Pero los recursos no se ven en la dichosa maqueta pues, dicen, parece estar construida con materiales baratos. Y por si fuera poco, para ver todo esto hay que pagar 60 pesos por persona, 30 pesos si es domingo. Por eso, dicen, algunos usuarios no han dudado en llamarla: “Un costoso café Internet” o “Un museo del tercer mundo con presupuesto de primero”.

De filas a filas en la Cineteca

Lejos están los baños de la Cineteca Nacional de responder a la alta demanda de público que, sobre todo, en los fines de semana se reúne en este espacio al sur de la ciudad. Ese es uno de los pendientes que presenta la obra. Cuando se acercan los cuatro años de reapertura (parcial) de la Cineteca, en noviembre de 2012, no se ha tomado en cuenta que la demanda de visitantes exige una verdadera y considerable ampliación en el servicio de sus baños, los cuales, desde que se hizo la obra, quedaron con graves problemas no sólo por el escaso número, sino por la ubicación y las dimensiones que impiden a los visitantes moverse con facilidad. De tal forma que en la Cineteca, a menudo, son igual de extensas las filas ante los baños que en las taquillas.

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