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"Se me antojaría comer una ensalada, algo fresco, pero sobre todo comerla sentado en una mesa sin el temor de que el tenedor salga volando", comentaba el astronauta Scott Kelly en un video grabado en la Estación Espacial Internacional (ISS) pocos días antes de su partida hacía la Tierra.

Después de 340 días de permanecer en el espacio, el estadounidense de 52 años regresó el pasado 2 de marzo cerrando un primer capítulo de esta jornada histórica que abre el camino para la exploración directa del espacio profundo.

Viajando a 28 mil kilómetros por hora en la Soyouz que lo transportaba hasta la Tierra, Kelly sintió que estaba muy cerca de casa por un aroma donde se mezclaba el olor a quemado (debido al paso de la nave por la atmósfera) y fragancias relacionadas con la vegetación de la Tierra.

Sus primeras declaraciones ante la prensa estaban llenas de “sentimientos encontrados”, tal como el mismo lo definió.

Por una parte estaba feliz de reencontrarse con familia y amigos, así como de disfrutar nuevamente de placeres cotidianos, como una ducha o una comida; sin embargo, probablemente ya no habría otra oportunidad de disfrutar de las fabulosas vistas  a 332 kilómetros de la Tierra, justo donde se encuentra la ISS,  que compartió una y otra vez con su casi un millón de seguidores en Twitter.

Kelly no es el astronauta que ha permanecido más tiempo en el espacio de manera consecutiva, de hecho el Ruso Valery Polyakov tiene el récord con 420 días, hazaña lograda hace casi dos décadas; sin embargo, la experiencia que Scott es relevante porque se ha convertido en un objeto de estudio en sí mismo.

Las tecnologías de un nuevo milenio han permitido que su estancia sea aprovechada por científicos de todo el mundo y que prácticamente cada una de sus moléculas les brinde  información. Es así que acabó la misión, pero inician exhaustivas jornadas de análisis de datos donde se trataran de responder, con las mayores especificaciones posibles, qué es lo que le pasa al cuerpo humano cuando es sometido a largos periodos en el espacio.

“Un año es mucho tiempo, pero creo que hubiera podido estar más tiempo por las razones correctas, pues este tipo de viajes no sólo nos llevarán fuera del planeta, experiencias como esta abonan en desarrollo tecnológico, impulso económico y en mejoras en los estilos de vida. Es un honor tener una participación en esta cadena de cosas”, señaló Kelly a su regreso subrayando como esta experiencia forma parte del camino a Marte, planeado por la NASA para el 2027.

Paso a paso

“Todos los que hemos viajado al espacio en los últimos 15 años, somos pioneros en este sentido. Explorar el espacio es un proceso en el que tienes que ir paso a paso. Todo lo que hasta hoy se ha logrado tiene el antecedente de esfuerzos previos que se han realizado. La información que se va generando es útil para mucha gente y en muchos sentidos. Según mi experiencia en este último viaje, lo que se ganó es que ahora tenemos más claro las áreas que se deben estudiar a mayor profundidad, los aspectos específicos de los estudios fisiológicos y psicológicos de los que viven en el espacio. Esto es lógico porque finalmente se trata de llegar más lejos y para eso el hombre va a tener que someterse por más largos periodos a estas condiciones”.

Algunos de los cambios más notables en el organismo de Kelly es la pérdida de la masa muscular y la inflamación en los globos oculares que entorpecieron su visión, sin embargo estos son algunos de los aspectos comunes que registran los astronautas al regresar a Tierra.

La jornada aún es larga, se le realizarán estudios durante los próximos años para detectar cambios a corto, mediano y largo plazo. Todo esto con la finalidad de crear estrategias de recuperación para cuando los humanos viajen a Marte y tengan que enfrentar estos cambios sin ayuda.

Durante una hipotética misión a Marte, los astronautas tendrían que enfrentar tres niveles de gravedad. Durante el viaje de seis meses entre los planetas, experimentarían la ingravidez. Al llegar a la superficie del planeta, se enfrentarían a un tercio de la gravedad que experimentan en la Tierra. A su regreso, su organismo se tendría que volver a adaptar a la gravedad en la que nacieron.

Aunque suena simple, las transiciones entre campos de gravedad afectan orientación, coordinación, equilibrio y locomoción.

Los reportes de la NASA  basados en las experiencias previas de sus astronautas reportan que sin gravedad los huesos pierden densidad en alrededor de 1% por mes, y 1.5% en el caso de las mujeres, lo que en la Tierra tardarían en perder durante un año.

Considerando que un viaje a Marte podría durar un total de tres años, incluso después de regresar a la Tierra, la pérdida de hueso no podría corregirse ni mediante rehabilitación, acrecentando además el riesgo de fracturas relacionadas con la osteoporosis a medida de que envejezcan.

Los especialistas del Programa de Investigación Humana de la NASA esperarían que no se registraran   grandes cambios entre el cuerpo de un astronauta que vivió en el espacio seis meses que uno que estuvo un año, sin embargo saben que habrá diferencias; de hecho Kelly reportó a su llegada que el dolor muscular fue mayor y que experimentó hipersensibilidad en la piel, tal como si tuviera algunos fragmentos de piel quemados, algo que no vivió durante sus anteriores experiencias en viajes espaciales, como durante la misión STS-118 en el 2007.

Asociación exitosa

Durante la misión 46 en la que Kelly  fue asignado como comandante, la NASA se asoció con otras agencias espaciales para llevar a cabo numerosas investigaciones.

Alrededor de 400 experimentos se realizaron durante un año, con lo que se rompieron las barreras tecnológicas y logísticas para estimular la colaboración internacional y lograr así más y mejores resultados; además, claro está, con el plus de reducir  costos de investigación al canalizar esfuerzos en común.

"Trabajar con otros socios no es necesariamente fácil, debido a que diferentes países tienen procesos específicos que seguir", dijo John Charles, director científico del Programa de Investigación Humana de la NASA.

El especialista, con doctorados en fisiología y Biofísica, apuntó que sin embargo es vital considerar  diferentes enfoques para resolver los problemas y finalmente aprender nuevos procesos que pueden beneficiar a futuras misiones y reducir la duplicación de tareas.

Dentro de la gama de estudios en los que Kelly está involucrado, uno de los más relevantes tiene  que ver con el cambio de fluidos en el organismo. Se calcula en alrededor de dos litros de líquido se desplazaron  de las piernas de Scott Kelly a su cabeza, uno de los detonantes en los problemas de visión que afectan a los astronautas.

Otro de los grandes retos de un viaje a Marte sería poder superar los efectos de la radiación. El campo magnético de la Tierra brinda protección contra ésta, pero en la ISS el efecto se multiplica por diez, mientras que en Marte también habría un crecimiento exponencial de los efectos, que pueden ir desde simples nauseas hasta  enfermedades degenerativas y alteraciones de la función cognitiva, entre otras.

Es así que a Scott le esperan aún muchas citas con los científicos que irán registrando los cambios en su organismo en periodos aproximados de tres meses; pero también su gemelo Mark, el también astronauta pero que permaneció en la Tierra, servirá de referente para monitorear los cambios.

En este sentido, muchas de las investigaciones contenidas en el  Estudio Gemelos de la NASA,  podrían generar grandes avances no sólo abriendo posibilidades para que el humano conquiste el espacio exterior, sino en el desarrollo de la  llamada medicina personalizada o individualizada.

Actualmente se estudia la respuesta inmune de los gemelos al analizar los  efectos de la vacuna de la gripe estacional, aplicada tanto en  tierra firme como en el espacio.

Este estudio es muy importante porque ayudará a determinar de qué forma cambia  el sistema inmunológico durante el vuelo espacial y los especialistas posiblemente  podrían contrarrestar muchos de los cambios sufridos, mediante el uso de vacunas. Esto finalmente sería de gran utilidad tanto en nuestra vida cotidiana, como en un viaje a Marte.

Los especialistas sienten curiosidad por saber si después de un año en un entorno aislado, como el de la ISS,  el sistema de inmunológico de Scott será menos sensible o más activo debido a otros riesgos estresantes, tales como el aislamiento y la alteración de los ciclos de sueño. Para los científicos es  crucial también entender los trastornos psíquicos que conlleva un viaje de esta naturaleza, pues estos factores podrían reactivar infecciones latentes en sus organismos.

Problemas en la interacción personal entre los equipos de astronautas y la tensión generada por un ambiente limitado, podrían afectar la salud física de los astronautas más de lo que se piensa.  Ante los horarios cambiantes y la fatiga ante la presión extrema y fuertes cargas de trabajo, las tensiones humanas suelen crecer, mientras las defensas bajan.

Para evitar el deterioro en sus capacidades fisiológicas y cognitivas, los especialistas de la NASA han dicho que será fundamental  crear en el espacio fuentes para proveerlos  de alimentos frescos, lo que evitará su deterioro tanto fisiológicos y cognitivos. El primer paso se dio con el proyecto Veggie de la NASA.

Kelly ha declarado que poder cultivar algo en el espacio, ver, literalmente, florecer la vida en él, fue una de las metáforas más bellas, y ambiciosas, del viaje.

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