El científico mexicano Guillermo Adrián Valdés participó en el equipo de investigadores que descubrió las ondas gravitacionales que se produce por la colisión de dos hoyos negros, con masas 30 veces superiores a la del Sol.

La mañana del 14 de septiembre del año pasado todo parecía normal en el segundo día de operación de la nueva fase del Observatorio de Ondas Gravitacionales por Interferometría Láser (LIGO, por sus siglas en inglés), narró el científico Guillermo Adrián Valdés.

En una entrevista con la Agencia Informativa del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), Valdés detalló que para el hallazgo se necesitó el uso de sensores, micrófonos, sismómetros, magnetómetros, detectores de rayos cósmicos.

La manifestación de las ondas gravitacionales se dio en el segundo día de la nueva fase del LIGO, formado por dos detectores, el primero ubicado en estado Luisiana y el segundo en Washington, en Estados Unidos, mencionó Valdés.

Entre los dispositivos hay una separación de alrededor de tres mil kilómetros, es por ello que cuando el observador detectó de manera simultánea la misma forma de onda, la posibilidad de que fuera una onda gravitacional aumentó, explicó el científico mexicano.

“Si un fenómeno acontece, es detectado con mayor amplitud por estos sensores. De esta manera, si no hubiera presentado las características de una onda gravitacional, se descartaría automáticamente”, dijo Valdés.

“Sin embargo, lo que registraron los sensores en ese histórico 14 de septiembre no podía ser otra cosa que una onda gravitacional”, agregó.

Expuso que después de dicho descubrimiento, todos los científicos involucrados en el proyecto se cercioraron de que el sistema no hubiera presentado algún tipo de alteración durante el monitoreo para calibrar el detector.

“En la junta que tuvimos, los que pertenecemos al grupo de caracterización del detector, se les preguntó a las personas correspondientes, ¿Alguna inyección se realizó durante este candidato a detección?, la respuesta fue un rotundo, no”, dijo Valdés.

“Podías ver muchas caras de incertidumbre y risas entre nerviosas y de felicidad, pero todos sabíamos que nos esperaba un largo camino por recorrer antes de confirmar que nuestra detección era real”, agregó.

El científico mexicano indicó que desde ese momento hasta el día del anuncio el 11 de febrero pasaron cinco meses de intenso trabajo para analizar el resultado, pues el descubrimiento tiene un impacto importante en la ciencia que ayudaría a entender el universo.

“Este resultado nos motiva a seguir investigando y mejorar LIGO para saber qué más nos tiene que decir el universo”, manifestó el becario del Conacyt.

kal

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