Hace 29 años el mundo se despertaba con la noticia del accidente ocurrido en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, localizada a 18 kilómetros de Chernobil, actualmente en el territorio de Ucrania.

El sábado 26 de abril de 1986, durante una prueba de suministro eléctrico en el reactor 4, ocurrió una explosión que dejó 31 muertos, miles de desplazados y provocó una alarma internacional de radioactividad de la que aún se debaten sus efectos.

La sucesión de imágenes apocalípticas no se han detenido desde esa época. Parques de diversiones desiertos y corroídos hasta el fondo en sus pieles de metal; escuelas y hospitales resquebrajados entre la maleza.

Los innumerables microcosmos que se forjaron ante el temor y el abandono por el embate de una fuerza "invisible" llamada radioactividad, se han convertido en el referente inmediato de Chernobil e inevitablemente, en la herramienta más recurrente, y a veces única, para definir la energía nuclear.

Durante los meses siguientes después del accidente, los restos del reactor nuclear fueron enterrados bajo 300 mil toneladas de hormigón y acero para evitar la dispersión de los productos de fisión, fragmentos atómicos que se dividen en núcleos más pequeños.

Estas partículas son ricas en neutrones y liberan energía adicional mediante su acelerada reacción en cadena.

El paso del tiempo desgastó los materiales utilizados en el primer envoltorio improvisado hace tres décadas. Es así que Ucrania acudió a la comunidad internacional para lograr una solución antes del colapso.

El Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (EBRD) se puso a la cabeza para la administración de los recursos provistos por más de treinta países.

Finalmente en 2007 se firmó un contrato con el consorcio francés NOVARKA para la construcción de una nueva obra.

La primera estimación fue que sería concluida a más tardar el año entrante, 30 años después del incidente, pero los tiempos han prolongado el plazo un año más.

El costo del enorme domo que actualmente se construye en la zona, se calcula en alrededor de 2 mil millones de dólares, incluidas las labores de limpieza y almacenamiento seguro de los materiales de los reactores 1 y 3.

La obra se edifica como la estructura móvil más ambiciosa que se haya realizado hasta el momento.

Levantada como un enorme arco capaz de albergar a la estatua de la libertad, es construida a 300 metros del reactor para evitar los riesgos de la radiación directa a los trabajadores y será desplazada por medio de carriles cuando la obra quede concluida y la zona de mayor peligro sea completamente sellada en esta estructura de confinamiento que se calcula durará 100 años.

Las entrañas del accidente

Para el maestro Carlos Villanueva, de la Sociedad Nuclear Mexicana, los reactores del tipo de Chernobil fueron de los primeros que se construyeron en el mundo.

"En 1954 se instaló el prototipo de este tipo de reactor cerca de Moscú. Era uno muy pequeño, con capacidad de cinco megawatts y fueron construidos fundamentalmente para la construcción de armas nucleares. Tenían un diseño y una operación completamente distinta a los que se han desarrollado en el mundo occidental. Con el descongelamiento de la Guerra Fría se sacaron de servicio, ya que además tenían fallas importantes en diseño y operación".

Villanueva agrega que los reactores como los de Chernobil utilizaban grafito, como uno de sus componentes más importantes.

"Eso fue lo que provocó un incendio tan grande y mandó una gran cantidad de productos radioactivos a la atmosfera. Además este tipo de reactor no tenía contenedor, un edificio de concreto que lo rodeara para impedir que salieran productos de fisión a la atmósfera, por eso las graves consecuencias".

En 2011, un nuevo accidente del género sacudió al mundo en la central nuclear de Fukushima Dahiichi, en la costa noreste de Japón.

"Cuando ocurrió el sismo (8.9 grados), uno de los más fuertes registrados en toda su historia, el reactor se apagó automáticamente por sus sistemas de detección de movimientos violentos. Para que siguieran funcionando las bombas que enfrían el reactor, empezaron atrabajar los generadores que operan con diésel e inyectaron agua al reactor, pero una hora después cuando vino el Tsunami, sus olas de 15 metros inundaron la planta y el reactor se quedó sin enfriamiento. Después de varias horas hubo una reacción química del agua con el combustible que produjo hidrógeno".

El especialista en energía nuclear señala que el hidrógeno a una temperatura elevada disocia las partículas del agua. Es así que en esta planta, el hidrogeno libre se acumuló al interior del edificio.

"Normalmente se deben abrir unas válvulas para ir soltando este elemento en la atmósfera, pero al no realizar esta operación ocurrió una explosión de hidrógeno que fue lo que daño al reactor y mando material radioactivo fuera".

Los detractores de la energía mundial alrededor del mundo, señalan que precisamente el componente humano en la toma de decisiones sobre el funcionamiento de un reactor, puede desencadenar una falla irreversible durante una emergencia.

La consecuencia: el esparcimiento de residuos nucleares que diseminados en el medio ambiente tardan muchos años en perder radioactividad, y consecuentemente, peligrosidad.

Los posibles beneficios a debate

Sin embargo, el debate sobre las ventajas de la energía nuclear se ha mantenido sobre la mesa.

Villanueva explica que los reactores nucleares generan energía eléctrica relativamente barata, comparada con otras fuentes.

"Se requieren inversiones muy grandes para construir reactores, pero el costo del combustible (generalmente uranio) es barato y eso compensa el costo inicial. Esto sucede al revés con las centrales que queman gas natural en ciclos combinados: requieren inversiones bajas, pero con altos costos de operación".

Otro punto a su favor es que es un tipo de energía que puede ser administrada las 24 horas del día durante todo el año.

Estas plantas pueden hacer frente a lo que se conoce como demanda de base, una necesidad permanente del sistema eléctrico y algo que otras fuentes no pueden hacer. Su funcionalidad ha provocado que la mayoría de los países que manejan este tipo de energía, la utilicen para mantener esta carga base", señala y agrega que otra de sus virtudes es que están permanente disponibles para generar una energía limpia porque no emiten gases de combustión.

Actualmente existen 440 reactores nucleares funcionando en el mundo. Francia es uno de los países que más le ha apostado a la energía nuclear. Según cifras de la Agencia Internacional de Energía Atómica, el 76% de su energía eléctrica es generada por plantas nucleares.

"Otros países que impulsan este tipo de energía son Bélgica, Eslovaquia, Hungría y Ucrania. Este último país es el que operó Chernobil y a la fecha mantiene 15 reactores en operación que generan más del 40% de la energía eléctrica por este medio".

El entrevistado señala que las reglas de diseño y operación de los reactores han cambiado radicalmente. La pregunta sería si México estaría listo para apostarle con más fuerza a este tipo de energía que en el país se traduce en Laguna Verde, planta que generó 9312 GWh en el 2014.

"La prospectiva del sector eléctrico que publicó a finales del 2014 la Secretaría de Energía, contempla la necesidad de instalar nueva generación de energía limpia. Eso incluye hidroeléctrica, geotérmica y nuclear. Se contemplan dos unidades en el estado de Veracruz de mil 400 megawatts cada una, para mediados del 2020. No se trata de que toda la generación de energía sea nuclear, pero puede ser una parte importante del crecimiento del sistema eléctrico".

Por su parte el Doctor Juan Luis Francois Lacouture, profesor de la Facultad de Ingeniería de la UNAM y especialista en el tema, señala que la energía nuclear, junto con las renovables, sería una de las opciones para contribuir al al portafolio de tecnologías limpias en México".

Pero más allá de lo puramente técnico, la decisión final conlleva el peso político y social que contextualiza. Francois Lacouture considera que el estigma persigue a la energía nuclear.

"A veces lo que impacta más es la magnitud de un accidente, como en el caso de la aviación. Desde el punto de vista estadístico viajar en avión es más seguro que viajar en carro, pero cada vez que cae un avión el impacto es mayor. Es un poco la percepción que se sigue en el caso de una central nuclear. Es importante cambiar la percepción de que la energía nuclear es sinónimo de accidente. Se deben mostrar los pros y contras de las diferentes fuentes de energía", señala agregando que es un tema necesario en un futuro donde la demanda energética se dispara exponencialmente.

kal

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