En un contexto en el que los spots dispuestos para la comunicación entre los candidatos y la ciudadanía se encuentran en plena crisis, producto de su nula capacidad para explicar las propuestas de campaña, es importante rescatar el valor de los debates como una de las mejores alternativas para que quienes buscan la Presidencia de la República se presenten ante todos nosotros a decirnos por qué deberíamos votar por ellos.

Es de celebrar, en este sentido, que el INE haya acordado la realización de tres debates, que los mismos sean temáticos, se organicen en sedes distintas y, sobre todo, que utilicen un formato menos rígido a aquél al que estábamos acostumbrados, en donde más que a un debate, concurríamos a presenciar auténticos monólogos.

El debate tiene dos vocaciones elementales: informar y persuadir. Permite acercar información a la ciudadanía sobre los antecedentes de los contenientes, socializar sus propuestas y compromisos, exponer el estado que guarda la nación, sus problemas y la forma en que cada aspirante pretende superarlos, todo lo cual constituye un valioso banco de datos, que por el momento en el que sucede, adquiere una relevancia fundamental para que la ciudadanía compare las alternativas, encauce su decisión y se convenza del sentido de su voto.

El debate, sin embargo, no puede desvincularse de la campaña y, en consecuencia, es una pieza más dirigida a generarse las adhesiones de los electores. En su afán de persuadir, pone énfasis en lo visual y lo verbal a través de una imagen personal y una oratoria que permita articular estilo, claridad de ideas, facilidad de palabra y manejo del auditorio, y otorga ciertas licencias para que los candidatos distorsionen la realidad, se expresen de manera mentirosa y difamatoria sobre sus adversarios e, incluso, para que propongan cosas que son sencillamente irrealizables dentro de un mandato sexenal.

El encuentro de este domingo desvelará también la estrategia de cada uno de sus participantes. Hay quienes estarán más interesados en presentar sus propuestas, mientras que otros se dispondrán a atacar las de sus adversarios. Unos tendrán la mira puesta en quien aparece liderando las encuestas, en tanto otros querrán confrontar al segundo lugar para ir escalando posiciones. Algunos se dirigirán a convencer a los indecisos y otros se enfocarán a reforzar el voto de sus seguidores. Unos más buscarán distanciarse de los partidos, enfatizando en su pretendido carácter independiente.

Lo relevante del encuentro será que no sólo tendremos insumos para analizar propuestas y determinar quién genera mayores simpatías, sino que podremos acercarnos a la personalidad de los contendientes, advertir su lenguaje corporal, sus reacciones, sus gestos, la forma como asumen las críticas, así como el talante y la fluidez con la que responden los señalamientos, contrastan sus propuestas y posicionan sus prioridades. Todo ello es relevante porque descubre que los debates son una poderosa herramienta para promover un voto informado y razonado, pero también para auspiciar un voto emotivo a partir de las sensaciones, positivas o negativas que le logre transmitir el desempeño de cada uno de los candidatos.

Es cierto que las encuestas evidencian que el voto racional y el emocional parecen distanciarse al interior de una campaña como la que estamos presenciando. Acaso por ello, tal vez convenga decir que, en realidad, los debates nos invitan a ejercer un voto consciente, que es un híbrido que nos propone votar una vez que nos hayamos interesado por el contraste de los proyectos que se nos exhiben, pero que no puede dejar de tener presente el contexto en el que estamos llamados a votar, el cual nos convoca a razonar sobre nuestra realidad más próxima, la de nuestro municipio, alcaldía o entidad federativa, pero también, y de manera relevante, sobre el modelo de país al que aspiramos.

Acudamos entonces a presenciar este y los dos debates posteriores, como un necesario ejercicio de retroalimentación que enlazará la vertiente de las ideas y propuestas electorales con la dimensión verbal y visual de los candidatos, para que a partir de ellas, y de la forma como cada uno de nosotros asume la propia realidad y el contexto en el que nos desenvolvemos, emitamos nuestro voto de manera libre y plenamente consciente.

Académico de la UNAM

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