La desigualdad en México es una de las más pronunciadas a escala mundial. La riqueza está concentrada en unas cuantas manos y los pobres cada vez se hacen más pobres gracias a la política económica que ha reinado por décadas, coinciden especialistas. Pero, ¿qué hay de los empresarios? Por desgracia, en este país tener una empresa no te salva. Los empresarios sufren una desigualdad más profunda que los asalariados.

Una investigación realizada por especialistas de la Universidad Iberoamericana titulada La distribución del ingreso en México: Una propuesta de estimación, analizó distintas variables y encontró que la desigualdad que viven los empresarios mexicanos es “perfecta”.

¿Por qué? La medición de esta circunstancia se realiza a través del coeficiente de Gini, una medida estadística que se utiliza normalmente para calcular la desigualdad de ingresos, pero que puede usarse para evaluar cualquier distribución desigual.

Éste va de 0 a 1. Entre más se acerque al 0, más equitativo es entre sí, mientras más se acerque a 1, la desigualdad es más pronunciada.

“El Gini como indicador de la desigualdad para el caso de la desigualdad intra-empresarial muestra evidencia de algo emblemático para la literatura: la desigualdad perfecta”, sostiene este análisis. El número resultante es de 0.97, sólo tres centésimas lo separan del 1. Y es desalentador porque en la teoría 1 es muy hipotético, por los aislado de los casos, pero la realidad mexicana una vez más supera todo pronóstico.

“Lo que sucede en un país como México, en donde la desigualdad es transversal, es el ejemplo perfecto para quien va a dar clases de economía. Entre los mismos empresarios las diferencias son enormes. La desigualdad no es sólo entre ricos y pobres, sino también entre empresarios. Las políticas públicas no la reducen, la profundizan”, explica Miguel Santiago Reyes, director del Observatorio de Salarios y autor del estudio.

Mientras hay empresarios que tienen ingresos mensuales inferiores a 2 mil 800 pesos, México tiene al cuarto hombre más rico del mundo y no sólo eso, sino que un equivalente a 9% del PIB está concentrado sólo en cuatro manos: las de Carlos Slim, propietario de América Móvil; Ricardo Salinas Pliego, de Grupo Salinas; Alberto Baillères, de Peñoles y Palacio de Hierro, y Germán Larrea, de Grupo México, de acuerdo con una investigación de Oxfam.

Distinta industria, distintas ganancias

Esta desigualdad se expresa, entre otros aspectos, en las ganancias por tamaños de empresas. La brecha es enorme: Es de mil 265 veces. Es decir, lo que ganan en promedio los grandes corporativos (aquellas que tienen mínimo mil trabajadores) supera por este número a las ganancias promedio más bajas, es decir, la de las pequeñas empresas. “Basta decir que un gran empresario gana alrededor de 7 millones 441 mil 243.71 pesos mensuales, mientras que un pequeño empresario obtiene una ganancia promedio de 5 mil 856.96 pesos mensuales”, señala el estudio. El promedio de ingreso de los empresarios en general es de 57 mil pesos, pero sólo es el promedio.

Sin embargo, hay empresarios que ganan menos. Que incluso pueden llegar a percibir sólo 2 mil 819 pesos. “Son aquellos que están en la parte más baja. Misceláneas, gente del campo, gente que se dedica a rentar cuartos, todos ellos son los que pueden llegar a ganar esta cantidad”, explica Santiago Reyes, autor del estudio.

El rubro al que pertenece la empresa es determinante para determinar sus ingresos. Mientras que los sectores minero, financiero, y asegurador son los que más reportan ganancias, el sector de servicios y en general, el resto de organizaciones se llevan la menor parte del pastel.

Problemas a todos los niveles

Que la riqueza está concentrada en muy pocas manos trae problemas a distintos niveles, entre ellos, a los que quieren emprender un nuevo negocio. “Gran parte de la riqueza nacional se queda en 1% de la población y entonces cuando la gente emprende se enfrenta a que no tiene mercado. Los salarios están muy deprimidos y lo que compran los asalariados son productos de empresas grandes y le dejan a los empresarios pequeños una posibilidad muy pequeña de tener un pedazo de pastel”, explica Reyes.

El problema es grave porque las Pymes se adentran a un mercado en sí muy competido, en el que dominan los grandes corporativos, frente a los cuales, cabe decir, tienen muchas desventajas, por ejemplo, las economías de escala. Mientras que una organización grande puede producir cierto producto a un más bajo precio debido a la economía de escala —la posibilidad de producir en masa—, las más pequeñas tendrán que hacerlo valiéndose de medios menos económicos.

La desigualdad empresarial es muy relevante porque golpea el desarrollo del país. A pesar de que los empresarios en México no son mayoría —mucho más de la mitad de la población económicamente activa forma parte del sector asalariado— sí son los que en mayor parte concentran el ingreso nacional.

“Aunque no sean gran cantidad de personas o una mayoría, sí son los que detentan la mayor parte de la riqueza. Haz de cuenta que tienes un pastel. De éste, tres de las cuatro partes, le tocan al capital. La restante le toca al trabajo”, explica el especialista. Y 10% de los más ricos se queda más de 79% de estas tres cuartas partes de riqueza. Ellos son los empresarios más poderosos y los que realmente controlan la política de salarios que prevalece en este país desde hace décadas. La misma que ha mantenido al salario mexicano como uno de los más bajos del mundo.

Los que tienen el poder

Ellos son los que realmente tienen el poder para negociar con el gobierno y con los propios sindicatos para mantener un salario bajo y con ello, no sacrificar su margen de ganancia.

Hace un par de semanas, un par de reporteros de Bloomberg News publicaron en el Huffpost una investigación que demuestra cómo el fabricante alemán de automóviles, BMW, firmó junto con la Confederación de Trabajadores de México (CTM) un contrato laboral en el que se estipula que los trabajadores de la planta que se construirá en San Luis Potosí tendrán un salario mínimo de casi la mitad del sueldo promedio de los empleados de la industria automotriz mexicana. En general, en México, ganar un salario mínimo es sinónimo de trabajar para ser pobre.

“Son las instituciones, incluyendo las empresariales y el gobierno general, los que dicen cuánto pagarle a la gente. Hacen pactos para que el salario no se suba, se les pague una miseria y entonces se profundiza la desigualdad”, asegura el investigador. Este es el mecanismo que el gobierno mexicano utiliza para mantener a las empresas invirtiendo en México.

“Más que defender los derechos de los trabajadores mexicanos, están defendiendo que las empresas tengan altas rentabilidades”, asegura el especialista. El fondo de por qué el salario mínimo no sube en el país, coinciden especialistas, no es que si éste sube la inflación se dispararía, tal como los líderes empresariales han argumentado por décadas, sino que las empresas no quieren sacrificar su margen de ganancias.

Ante este panorama, poco espacio y recurso queda para que las empresas más pequeñas puedan sobrevivir en un ecosistema empresarial como el mexicano.

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