Pasaste a mi lado, con gran indiferencia, tus ojos ni siquiera voltearon hacia mí…

Y así es como podríamos comenzar a hablar sobre la corrupción en México. Pasamos al lado de la misma todos los días, toleramos los taxis piratas, los microbuses sin placas, los puestos ambulantes que invaden la vía pública (y la cual ahora quieren legalizar bajo el término “semifijos” en la Constitución de la Ciudad de México).

Dejamos pasar licitaciones que sabemos que fueron manipuladas, nos negamos a aceptar nuestra responsabilidad al infraccionarnos y preferimos corromper al policía pagándole un soborno (“mordida” nos permite sentirnos menos culpables), escuchamos las noticias y no hacemos ni decimos nada mientras escuchamos cómo nuestros gobernantes endeudan los estados hasta que se vuelve imposible el pago de las deudas millonarias y, el lío es tan grande que luego ya no sabemos qué hacer y la federación entonces comienza a tomar medidas intermedias.

Sí, pasamos a lado de la corrupción todos los días y al no hacer nada por cambiar las cosas nos hemos ido haciendo parte de ella. ¿Qué sucede con la corrupción impune? Se vuelve carísima.

La corrupción cuesta a cada mexicano más de 169 pesos al día (IMCO)… hay gente que come con menos… La corrupción es muy cara, tan cara que el robo impune de Veracruz no sólo le está costando a los veracruzanos, le está costando a todo el país.

El robo y la corrupción en Pemex, la corrupción en los estados, en la administración pública, ¿con qué cree que se está pagando? Y luego nos quejamos del gasolinazo…

¿Hasta cuándo vamos a seguir pretendiendo los ciudadanos, los empresarios, que caer en actos de corrupción es un mal necesario para que las cosas funcionen? ¿Hasta cuándo vamos a justificar el pago de sobornos con el argumento que si no se realizan, no se obtienen los permisos necesarios para operar? ¿Hasta cuando nos vamos a seguir quejando de la corrupción, esperando que sean los demás los que lo solucionen?

Las cosas son claras, la corrupción empieza también con nosotros y termina, si queremos, con nosotros. La corrupción NO es un mal necesario y, no va a dejar de existir por la buena voluntad de otros.

Las autoridades, el gobierno, no son los únicos responsables de la corrupción en nuestro país; sin dos partes, no hay corrupción. Según la Real Academia de la lengua Española “corrupción” significa: “práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”.

La corrupción en México es negocio porque se participa en ella o se le ignora con gran indiferencia.

¿Qué pasa el día que no le ofreces mordida al policía y le das la razón por tu falta? Normalmente te deja ir. ¿Qué pasaría si de pronto ningún mexicano pagara mordida? Ese día mágicamente se arreglaría todo el reglamento y el sistema de cobro de las infracciones. Ese día, todos decidiríamos cumplir con el reglamento o al menos pagar la multa, porque no habría otra opción.

El primer paso para solucionar un problema es admitir que tenemos dicho problema y el nuestro, el de México, es que participamos o toleramos la corrupción. Porque aunque no participemos activamente en ella, dejamos que suceda frente a nuestros ojos y la patrocinamos con nuestro silencio.

Preferimos comer en la calle en esos “puestos baratos” (y ya ni tan baratos) que en lugares establecidos que pagan renta, permisos para operar, revisiones de calidad y limpieza, que crean empleos y pagan prestaciones de ley e impuestos.

Se permiten y aplauden marchas que exigen derechos pero nada de obligaciones, se maldice al gobierno por corrupto pero nada se dice o se hace contra los evasores de impuestos que están a la vista, contra los empleadores que flagrantemente y de forma ilegal disminuyen prestaciones a sus trabajadores, o bien, contra los empresarios que a través de sobornos obtienen contratos con jugosas ganancias.

Los resultados son claros, este esquema es insostenible, es caro, se ha salido de las manos y para nada es negocio para el sector privado (el público no parece haberse cansado aún). Si hay un momento histórico para realmente generar un cambio que permanezca, ese momento es ahora.

Desde el IMEF vemos la necesidad de trabajar en cambiar la mentalidad del “si no es así, no se puede” por la del “si hacemos esto diferente puede funcionar”.

Los cambios no se generan de la noche a la mañana, principalmente porque se tienen que generar desde lo más profundo de una cultura que prefiere no ver más allá de los intereses propios e inmediatos. ¡Basta de indiferencia! Los cambios son posibles si se tiene la voluntad de hacerlo. En el IMEF tenemos la voluntad y estamos trabajando por México.

Presidente del Comité de Anticorrupción del IMEF

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