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El Banco de México (Banxico) llega este 1 de septiembre a 90 años de ser una institución pública fortalecida que goza de credibilidad y prestigio como pocas lo han logrado en el país, que se pondrá a prueba con la sucesión de Agustín Carstens como gobernador, quien acaba su periodo.

Historiadores entrevistados por EL UNIVERSAL, afirman que es una institución fundamental para los mexicanos que nació con estrella y el signo de la controversia que ha pasado por muchas etapas como la “época negra” con Echevarría y López Portillo cuando las finanzas del país se manejaban desde Los Pinos. “Esa fue la parte más complicada que le tocó vivir”, refiere el director del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), Enrique Cárdenas.

Destaca que desde su fundación en 1925 y su autonomía a partir de 1995, ahora le toca consolidarse. Para ello, según analistas y economistas se debe pensar bien el proceso de sucesión de este año con la conclusión del periodo del gobernador, Agustín Carstens.

Se debe seleccionar al mejor. La mayoría coincide en que Carstens debe ser ratificado; otros consideran que más que hablar de personajes, hay que cambiar los mandatos de esta institución vertebral para que genere crecimiento y estabilidad. También sugieren voltear a ver su historia a lo largo de 90 años para valorar la importancia de continuar fortaleciéndola con el manejo prudente de la política monetaria.

El especialista en historia del pensamiento económico, Ricardo Solís, asegura que el Banco Central es una de las instituciones más privilegiadas, y de entre las públicas, la más exitosa. Hoy es una institución muy sólida, el balance a 90 años es que tenemos a un banco robusto que tiene el reconocimiento de la sociedad y cumple con su función. “Los que han trabajado ahí, deben sentirse orgullosos”, expresa.

La historia. El 1 de septiembre de 1925 se fundó el Banco de México. A las 10 de la mañana de ese día el presidente Plutarco Elías Calles firmó el acta constitutiva y horas después en su Primer Informe de Gobierno destacó la creación de lo que se considera uno de los grandes proyectos del México postrevolucionario.

Enrique Cárdenas sintetiza la historia del banco: “Después de su fundación, de una consolidación institucional en los años 30, que continúa en los 40 y 50, en donde se va convirtiendo en un banco, que además de proveer de liquidez y de crédito, se convirtió en un promotor de crecimiento económico ligado con Hacienda, Nacional Financiera y los fideicomisos como el Fira hasta los años 60, con una mancuerna importante con Antonio Ortiz Mena como secretario de Hacienda y Rodrigo Gómez como director del banco”.

Después, por exigencias políticas Echeverría decide llevarse a Los Pinos las finanzas, ahí es donde el banco cedió el control a Hacienda y por lo tanto a Los Pinos, que fue en los 70, hasta que regresó Miguel Mancera en 1982 y ahí se ve más honradez y disciplina.

La siguiente etapa es la autonomía del Banxico, relata el director del CEEY.

“La idea de un banco central de Estado Mexicano viene desde la Revolución. La base fue la Comisión Monetaria que se creó en 1913, de hecho muchos de los 100 empleados que tenía pasaron al Banco de México”, señala el historiador economista, Luis Anaya Merchant, autor del libro El Banco de México y la economía cardenista.

Comenta que en 90 años ha tenido 13 directores, entre ellos Luis Montes de Oca, el cuarto, de quien afirma “es un personaje olvidado de las finanzas” muy controversial y que es considerado el padre de la ortodoxia.

Hubo algunos que tuvieron una gestión breve. En cambio, Rodrigo Gómez estuvo 18 años, con el cual cuaja la idea de autoridad y liderazgo carismático de mejor conciliación con bancos que se perfilaba con Montes de Oca.

Explica que en ese periodo se logra algo que fue bastante bueno para el Banco de México y la economía mexicana con el desarrollo estabilizador. Con su muerte, Ernesto Fernández Hurtado lo sustituye.

Luego aparece Miguel Mancera y después viene Guillermo Ortiz, cuando triunfa el otro modelo de la autonomía: El santo grial de la ortodoxia monetaria, la idea de hacerlos autónomos.

“Creo que con Rodrigo Gómez había autonomía respecto de las decisiones del Presidente que rompe con la actuación de Gustavo Romero en una época de grandes derroches del López Portillismo”, narra.

Ricardo Solís coincide en que sin tener la independencia, Rodrigo Gómez logró en 18 años como director ser un defensor de la idea de la autonomía porque nunca se apegó a los dictados de la Secretaría de Hacienda.

Afirma que el Banco de México es el resultado de la Revolución; no es una copia de la Reserva Federal que se funda en 1913, ni del Banco de Inglaterra, que nació en 1694.

En ocho años surgieron muchos proyectos, pero al final quien lo pudo materializar fue Plutarco Elías Calles con la ayuda de funcionarios intelectuales como Manuel Gómez Morin, quien era una genio abogado, brillante, con experiencia en banca privada y experto en redactar legislaciones bancarias como la creación del Banco Agrícola. “El banco nace con esa estrella de intelectuales, como director Alberto Mascareña y presidente, Manuel Gómez”, asegura Solís.

Asegura que el gran éxito de Calles y su secretario de Hacienda, Alberto J. Pani, fue lograr lo que otros no pudieron: Hacer realidad un sueño de la Revolución con funcionarios cuya sabiduría consistió en asumir sus funciones con mucha modestia.

No había gente improvisada, subraya, al recordar el papel de Montes de Oca que tenía como virtud el sentido de la austeridad republicana, y que por alguna razón no asistió a la inauguración del banco en la calle 5 de mayo con ese edificio ostentoso; por lo menos dice el historiador no salió en la foto.

Fue en 1993, cuando el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari envió una iniciativa para otorgarle autonomía al Banco de México, uno de los pilares que le constituyen y que le permiten ser una de las instituciones más sólidas del país.

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