Imagine que usted tradicionalmente asiste a la misma tienda a comprar. Ese establecimiento puede ser el de su preferencia porque le queda cerca, porque ofrece buen precio, porque le cae bien la señorita de la caja o porque usted considera que los productos son de calidad.

Si mañana las condiciones cambian, usted podrá optar por otra tienda, o varias de estas, que estarán deseosas de tenerlo a usted por cliente. A lo mejor usted no conseguirá exactamente los mismos productos, pero seguro en un mediano plazo usted podrá acostumbrarse al cambio y/o, por qué no, su nueva tienda podrá adaptarse a las necesidades de usted, su más reciente consumidor.

¿Pero qué pasaría si usted fuera un vendedor con un único comprador y ese comprador decide que comprará a alguien más o que producirá para sí mismo?

Se encuentra ahora usted en una situación más compleja que la anterior, pues será necesario conquistar compradores que ya estaban cautivos por otros mercados, aunque ello implique hacer cambios en lo que usted vende o, incluso, aunque le signifique vender otras cosas.

Así visto, es fácil comprender la preocupación de México y Canadá ante un cambio en la política comercial de su principal comprador, Estados Unidos. Es normal que los principales socios comerciales de los países sean los territorios vecinos, lo cual se explica por coincidencias culturales pero, sobre todo, por razones puramente económicas como los menores costos de transporte.

México y Canadá no son la excepción. El 81% de los productos que vende México al resto del mundo, son comprados por Estados Unidos. Canadá no tiene mucho más relajada su situación: más de 75% de sus exportaciones van hacia Estados Unidos. Este grado de concentración ha hecho que ambos países produzcan y comercialicen con el comprador estadounidense en mente, olvidando casi por completo del resto del mundo. Esto es lo bueno, y en condiciones adversas lo malo, de tener por vecino al principal importador de bienes en todo el globo.

Para Estados Unidos, en cambio, el comercio con sus socios del Tratado de Libre Comercio representa el 34% de sus ventas al exterior (Canadá 18.6%, México 15.7%).

En esta posición, Estados Unidos arriesga mucho menos que sus vecinos en caso de una revisión o cancelación del TLCAN.

Ante la incertidumbre y la perspectiva de endurecimiento de la relación comercial con Estados Unidos, crecen las voces para que México se enfoque en el comercio interno y en su comercio con otros países. Entre 65% y 70% del PIB en México y en Canadá es para consumo interno, mientras que Estados Unidos sólo exporta 12% de los que produce.

Efectivamente hay potencial para generar demanda de productos mexicanos internamente pero también vale la pena mirar el potencial de comercio con otros países.

Canadá, con un tercio de los habitantes que tiene México, envía 4.1% de sus exportaciones a China, mientras que para México esa cifra es tan sólo de 1.28%. Japón, se cuela dentro de los cinco principales destinos de los bienes y servicios producidos en Estados Unidos y Canadá, pero apenas ocupa un honroso octavo lugar como comprador de México, con 0.79% de las exportaciones mexicanas.

A pesar del TLCAN, el comercio entre México y Canadá es mínimo comparado con el que ambos países tienen con Estados Unidos.

Es momento de producir y vender de manera diferente. Hay un ambiente de solidaridad e integración que despierta en México propicio para hacer propuestas comerciales nuevas. México es una economía atractiva para empresas extranjeras por el gran mercado interno y por la cercanía con el resto de Latinoamérica.

Además, urgen aprovechar una externalidad de la que poco se ha hablado en México: la apreciación del dólar generalizada durante 2016, hace que las compras a Estados Unidos sean más costosas, elevando la competitividad de países como México. Es momento de decisiones y de hacer nuevos amigos cerca o lejos del vecindario.

Directora de Responsabilidad Social–Laureate México

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