Las elecciones son un momento propicio para discutir plataformas de los candidatos, que están integradas por ideología y propuestas. Lo deseable es que estas últimas sean concretas y no puras vaguedades, tal y como lo sugiere el INE a los votantes en sus promocionales. Este posicionamiento, adicionado con la trayectoria de los competidores por el puesto público, dividen al electorado en las urnas en una mayoría, la mayor minoría y las minorías.

Este proceso, insuficiente siempre, permite desdoblar la llamada voluntad general para la conformación del poder social que se distribuye en el Poder Ejecutivo -un gobierno de un signo ideológico específico- y un Congreso que refleja la pluralidad política con algunos sesgos de sub y sobre representación. A las elecciones les sigue un periodo de transición -el último informe de gobierno a los nuevos diputados y senadores-, la conformación del equipo de trabajo y la preparación de la entrega-recepción de la administración.

Inmediatamente después de la toma de posesión, comienza la consulta pública para la integración del Plan Nacional de Desarrollo, en el que el nuevo gobierno debe convocar a todos para su elaboración y, en su caso, aprobación por la Cámara de Diputados. En este momento, se hacen las propuestas concretas para fijar pluralmente el rumbo del país. Se forman bloques o alianzas, como el Pacto por México al inicio del sexenio de Peña Nieto, y se impulsa un proyecto que incluya a quienes representan a la mayoría y a las minorías

Esto lo traigo a colación porque el martes pasado algunos personajes de la política, los medios de comunicación y la academia publicaron un desplegado en los periódicos El Universal y Milenio requiriendo a los candidatos la respuesta puntual a 93 interrogantes para conocer sus objetivos respecto a los problemas fundamentales (17-04-18). Los abajo-firmantes del desplegado -muchos de ellos con una trayectoria profesional relevante- pretenden marcar la agenda de la campaña con preguntas adelantadas, propias del proceso de gestación del programa de gobierno, que se elabora con el escenario político real y los presupuestos públicos sobre la mesa, no con los hipotéticos.

En el rubro de Estado de derecho, se nota la mano de Diego Valadez, quien en una campaña casi personal, insiste en que las múltiples reformas constitucionales requieren la renovación constitucional. El debate de la pertinencia de las reformas constitucionales de las últimas dos décadas está en la lucha electoral y no necesariamente debe plantearse si se requiere una nueva Constitución. Eso es materia de un referéndum, que puede pactarse como parte de los compromisos post-electorales entre las fuerzas políticas.

La sociedad tiene por lo menos dos propuestas en la mesa en cuanto a los límites al poder ejecutivo: quien pretende dar marcha atrás a las reformas que llama neoliberales y quitarles la autonomía al Banco de México, INEGI, INE, entre otros, centralizar las decisiones en el gobierno; y quienes proponen construir con lo existente, es decir, fortalecer las garantías de autonomía de los órganos mencionados y evitar la influencia indebida o las cuotas en su integración.

En cuanto a la forma de gobierno: uno propone reconstituir el poder presidencial perdido y otros el fortalecimiento de los mecanismos de gobiernos de coalición y cooperación entre los poderes. En federalismo, uno pretende regresar al enfoque de planes de gobierno, con baja participación de la sociedad civil en la que desconfía, y otros profundizar en la descentralización de las políticas públicas para que los estados y las organizaciones sociales participen con mayor fuerza en su diseño e implementación.

En cuanto al combate a la corrupción: uno propone centralizarlo en el Ejecutivo Federal y el resto fortalecer la coordinación entre los niveles de gobierno, poderes y órganos autónomos para elaborar estrategias institucionales de largo plazo, con base en las mejores prácticas internacionales y la participación de la sociedad civil.

Las preguntas son adelantadas si lo que se pretende es determinar con precisión sus alcances. La respuesta requiere de la integración de la representación política que va a gobernar y legislar en los próximos años. Las preguntas son retrasadas si se pretende conocer lo que ya todos sabemos. O ¿tal vez la intención sea que los candidatos se quiten la máscara? Veremos la reacción de cada uno de ellos. El voto es libre y razonado. Cada quién elige su destinatario.

Profesor de El Colegio de México
cmatutegonzalez@yahoo.com.mx
Facebook.com/cmatutegonzalez
Twitter @cmatutegonzalez
www.carlosmatute.mx

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses