La pasión por los autos no se queda en la parte emocional del señor Carlos García Cota, sus manos la transmiten a la perfección en cada obra de arte que ejecuta desde hace 50 años. A escala, los diseños antiguos, clásicos, de competición y actuales, forman parte de su repertorio: 18 mil unidades aproximadamente que él ha modelado desde su infancia.

Con un Duesenberg 1934 inició su colección, un trabajo que conserva con cariño y que en la actualidad, no desea re modelar, porque los embates del tiempo han quedado sellados en algunas partes de este pequeño objeto que presentó ante un grupo de amigos que comparten el mismo gusto por los autos a escala y quienes se reúnen cada mes para presentar sus últimos logros, avances, opiniones y recomendaciones en el tema del modelismo de autos a escala.

“Uno de ellos me dijo que tenía piezas originales y que podía compartirlas conmigo, pero le dije que no, porque perdería su historia en la página del tiempo. Es la razón por la que deseo conservarlo tal como está, sin restaurar sus llantas chuecas y la falta de un vidrio, así continúa vivo su simbolismo para mí”, cuenta don Carlos.

Además de este modelo invaluable, existen otros que también han adquirido una gran relevancia a lo largo del medio siglo que Carlos lleva trabajando con sus autos, como un Mercedes Benz de 1935 y un Hudson Hornet de 1954 que muestran el gusto por los autos de lujo y antiguos, así que está por iniciar un Chrysler de 1956.

No se puede quedar atrás su entusiasmo por la velocidad y tecnología de los vehículos actuales, así que maquiló La Ferrari y, para homenajear su gusto por las carreras, en su colección no podía faltar un Ford Torino que corrió Richard Petty en 1969 o el 917 de Pedro Rodríguez, el cual ha construido cuatro veces.

“No puedo tener todos los autos que más me gustan en su forma original, pero sí a escala de un 24, que es un auto que está a la veinticuatroava parte del real, es volumétrico en sus proporciones: alto, ancho y largo. Sin embargo me gusta más trabajar a 25, porque es más fácil de conseguir y es un tamaño ideal para poder maniobrar, armar, pintar y hacer algunas adaptaciones. Es con la que trabajo más a gusto”, señala.

El gusto depende de cada quien. Explica que el auto a escala normalmente viene inyectado en plástico, resina o metal. Son varias marcas las que se conocen y varían de acuerdo a cada país. El resto del material puede ser pintura especializada para carrocerías, motores, chasis, entre otras. Pero si se desea ejercer el talento con otros artículos, se deben conseguir aquellos que realmente puedan funcionar para transformarlos a escala, pero que sean lo más parecidos a la realidad.

Obviamente, la investigación es básica. Ventajosamente, el internet facilita los procesos, pero antes se tenían que consultar revistas, libros, fotografías, porque todo tiene que quedar a la perfección. Por ejemplo, en un auto de carreras, hay que descubrir cómo es su sistema de inyección; por dónde se mueven los tubos y los cables.

En el auto de competencia también depende mucho de quién es el piloto para plasmar cada elemento que lo compone: colores, uniforme, casco, número, patrocinadores, pero todo basado en cada característica real, es el objetivo primordial del modelismo.

Comparte que moldear en su totalidad y revestir las piezas a 1:24 o 1:25, el total de inversión oscila entre 500 y 600 pesos. La ventaja es que hay pinturas que se llegan a utilizar en varios vehículos y que duran por varios años.

“Uno puede comprar las piezas solo para armar y pintar. Sin embargo, para mí representa un reto, un gusto y una diversión enorme hacer una réplica perfecta de algún coche, así que prefiero hacer yo mismo las piezas, armarlas y pintarlas. Lo más gratificante y lo máximo para mí es que te queden bien”, confiesa.

Pero ¿qué siente o piensa mientras trabaja? Dice que su mente principalmente recrea la movilidad del auto a diseñar. Mientras sus manos moldean una pieza de competencia, imagina cómo va corriendo, dando la vuelta en una curva y casi escucha el motor cuando se acelera. En caso de que sea uno de lujo, debe llamar mucho la atención y estar en perfectas condiciones.

“También te imaginas los comentarios que vas a obtener de la gente que los va apreciar. Muchas veces nos quedamos con el gusanito de que algo no quedo bien, pero cuando escuchas las opiniones, ese disgusto se olvida y, mejor aún, te inflas como sapo si te confiesan que les encantó”.

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