Tenía la intención de escribir hoy sobre lo que los últimos acontecimientos en la renegociación del TLCAN implican para las perspectivas de eventual ratificación en el Congreso de EU y para México. Pero este fin de semana se atravesó una insólita ceremonia fúnebre en la Catedral de Washington para honrar al senador John McCain.
Si bien McCain nunca alcanzó su sueño de convertirse en Presidente —derrotado en las primarias republicanas de 2000 por George W. Bush y luego por Barack Obama en los comicios de 2008— las exequias del sábado parecían un funeral de Estado. No es fácil describir la dinámica de comunión cívica en un recinto atiborrado por la élite política del país, con republicanos y demócratas, ex presidentes y vicepresidentes, y la ausencia palmaria del actual mandatario estadounidense, como difícil es también procesar el hecho de que EU ha llegado a un punto en el cual un Presidente en funciones no fuera bienvenido. Y es que antes de morir, McCain explícitamente pidió que Donald Trump no fuese invitado y que Bush y Obama fungieran como oradores. La relación del senador por Arizona con Trump fue venenosa desde el arranque de la campaña presidencial de 2016. McCain no era florecita de alelí; en mi trato con él durante seis años como embajador, nunca dejó de ser directo, en ocasiones hosco, iracundo y terco. Pero Trump y él representan dos visiones políticas, ideológicas y morales totalmente antagónicas. Por ende no sorprende que las palabras pronunciadas en la ceremonia —las de sus ex rivales Bush y Obama, del ex senador Joe Lieberman (su compañero de fórmula en 2008), de Henry Kissinger y particularmente las de su hija Meghan McCain—, así como los aplausos de la concurrencia, fuesen, sin mencionar por nombre a Trump, el subtexto de un soplamocos al inquilino de la Casa Blanca. Jamás, en mis casi tres décadas de interacción en la capital de EU, me había tocado ver una manifestación como esta en contra de un Presidente en el poder.
Obama condenó “la política mezquina y negativa de hoy”, basada en “el insulto, controversias falsas e indignación artificial, una política que presume de ser valiente y dura, pero que en realidad se alimenta del miedo”. Agregó que McCain entendía, al igual que Kennedy o Reagan, que lo que hace grande a EU “no es la sangre en las venas o el color de la piel sino un credo común de que todos somos iguales”. Bush apuntó que lo que “más detestaba John era el abuso de poder”. Y Meghan McCain, en el momento culminante y más emotivo del funeral, atacó la retórica barata y lapidariamente agregó que la “América que encarnaba John McCain no requiere que se le haga grande de nuevo porque siempre ha sido grande”. Todo tuvo una calidad elegíaca porque encarnó valores que Trump está erosionando o buscando destruir. McCain —de los pocos críticos reales en un GOP sumiso— era el anti-Trump.
Estas comparaciones implícitas también sirven para recordar el papel de McCain en la relación con México. A diferencia de Trump, McCain siempre entendió el papel central y estratégico que nuestro país juega para la prosperidad y seguridad estadounidenses. Por eso fue uno de los grandes promotores del TLCAN, y por ello criticó a Trump por querer abrogarlo. Después de los ataques terroristas de 2001 supo atisbar la necesidad de ampliar y profundizar la cooperación con México. Primero en 2007 con su gran amigo Ted Kennedy y luego de nuevo en 2010, encabezó los esfuerzos que más se han acercado a una reforma migratoria integral y lúcida. Y cuando me tocó acompañarlo a México como candidato presidencial en 2008, buscó siempre entender las perspectivas, sensibilidades e idiosincrasias mexicanas. ¡Menuda diferencia con el viaje del candidato Trump! No siempre estuvimos de acuerdo con sus posicionamientos, pero fue un buen amigo de México, y es el perfil de estadista que tanto añoramos hoy en día en el GOP.
Desde la campaña de 2016, Trump se dedicó a denigrar a McCain vía Twitter, llegando incluso a afirmar que no consideraba que fuese un héroe de guerra. McCain le correspondió oponiéndose a una por una de sus políticas públicas y a su conducta como titular del Ejecutivo. El sábado, mientras Trump arrancaba su mañana con nuevas diatribas tuiteras contra Canadá y el TLCAN para luego irse a jugar golf, McCain maquinó, por medio de su sepelio, un gran evento de resistencia y la mejor troleada contra Trump.
Consultor internacional