Chicago, Illinois. – El proteccionismo y los aranceles no funcionan como estrategia para el crecimiento económico y el tiempo mostrará lo equivocado que está Donald Trump. Luego de lanzar la amenaza de imponer aranceles a todos los productos mexicanos, el pánico se apoderó de los mercados y de los inversionistas ante los dichos del presidente de Estados Unidos. Pese a la retórica sobre la conveniencia de usar este recurso como palanca de negociación, recaudación fiscal y motivación para reubicar inversiones y empleos, los hechos comprueban resultados opuestos.

Desde hace casi un año, los productos del campo estadounidenses fueron castigados con aranceles compensatorios luego que la Casa Blanca lanzó su guerra comercial con China, cerrando en los hechos ese mercado a los agricultores americanos. Para paliar los efectos, el presidente destinó más de 20 mil millones de dólares en subsidios a los campesinos. Estos estímulos representan más del 130 por ciento del total de aranceles impuestos a China, según un análisis del Council on Foreign Relations. Es decir, el caldo es más caro que las albóndigas.

Si bien los aranceles inhiben la compra-consumo de los productos afectados, lo cierto es que esta política daña dos veces a los estadounidenses. 1. Nos pega como consumidores al encarecer los productos importados y reduce las opciones disponibles en el mercado ante la eventual salida de firmas que pierden competitividad con el impuesto. 2. Nos afecta como contribuyentes pues somos nosotros quienes pagamos los subsidios que regala Trump para suavizar los efectos de sus malas políticas. Y esto ocurre mientras esta “estrategia” reduce el crecimiento económico, la inversión, el empleo y, por lo tanto, la recaudación fiscal. El círculo completo de la tontería.

El público estadounidense no sabe lo relevante que es México en sus vidas cotidianas. En conversaciones o en las noticias, siempre es vinculado con narcotráfico o inmigración ilegal. Casi nadie sabe que estos aranceles lastimarán un comercio dinámico de más de 600 mil millones de dólares entre ambas naciones, y que “las economías de EU y México son inseparables”, como dijo el portal financiero MarketWatch.

De este intercambio, más de 100 mil millones de dólares ocurre en la industria automotriz, sea vendiendo vehículos terminados o autopartes. En los 25 años del TLC, la integración entre ambas economías es tan vasta que hay productos que cruzan la frontera varias veces como elementos de bienes ensamblados. ¿Se imagina cobrar aranceles del 25 por ciento a tornillos, circuitos, etc., antes de formar, digamos, el tablero de una camioneta pick up? Esto provocará pérdidas millonarias a las automotrices norteamericanas.

También, México es visto por los estadounidenses como un simple productor de aguacates (los mejores del mundo), pero ¿sabía que cerca del 25 por ciento de las partes en un auto eléctrico Tesla Modelo 3, el vehículo del futuro, son hechas en México? O que el 17 por ciento del total de vehículos vendidos en Estados Unidos por firmas americanas, algunos entre los más rentables, son también manufacturados en México, según datos de The Wall Street Journal.

Esta guerra comercial presenta enormes desafíos, pero también da la oportunidad para que se cuente la historia de México y se comprenda su lugar en el mundo. En Estados Unidos se idolatra la amistad y sociedad con el Estado de Israel, y qué bueno que así sea. Pero quizá hay que dejar en claro que México tiene una economía 7.5 veces más grande que la de Israel y que nuestra influencia cotidiana en EU es infinitamente superior. A los americanos hay que hablarles con palitos y bolitas para que entiendan porqué debemos ser respetados y tomados en serio.

Periodista.
@ARLOpinion

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