Chicago, Illinois.— Los audios de niños pequeños rompiendo en lágrimas suplicando ser reunificados con sus padres inmigrantes en la frontera son desgarradores. Las imágenes de esas criaturas solas encerradas en jaulas constituyen una vergüenza para Estados Unidos. El daño está hecho, Donald Trump es presidente.

Por increíble que parezca, la nación que proclamaba valores como la compasión y la defensa de los derechos humanos ahora viola arteramente los derechos de los indocumentados. La política de “Tolerancia Cero” es una palanca de negociación para que el Congreso reforme las leyes de inmigración con una óptica restriccionista y otorgue fondos para el estúpido muro fronterizo.

Trump ha confirmado que es un tipo sin escrúpulos, valores ni moral. Para este individuo todos los medios son válidos si sirven a sus objetivos. No importa el dolor o el desprestigio que cause, no es un buen negociador, es un abusador.

Según una encuesta elaborada por la Universidad de Quinnipiac, 66% de los estadounidenses se oponen a la separación de familias inmigrantes en la frontera. Lo preocupante es que de los entrevistados que se identificaron como republicanos, 55% apoya la política inhumana. ¿Qué clase de entrañas tiene esta gente?

Como siempre, el cobarde de Trump no toma responsabilidad de sus decisiones y culpa a administraciones previas y a la ley vigente de sus acciones. Como siempre, miente. La ley migratoria otorga en estos casos amplia discrecionalidad a las autoridades. Otros gobiernos no separaron familias bajo las mismas leyes e incluso la administración Trump tampoco lo hizo por casi año y medio. Aplicar las normas así es un acto voluntarioso del gobierno actual.

El diario The Washington Post verificó los dichos del presidente y le otorgó “cuatro Pinochos”, el nivel más alto de falsedad. Pero como sabemos, no es novedad que el tipo mienta, noticia sería que dejara de hacerlo.

Ante funcionarios perversos y dóciles que hacen comparsa al Ejecutivo, la sociedad estadounidense debe preguntarse qué clase de país es el suyo. Cómo reaccionar ante políticas que deshumanizan a inmigrantes para que Trump saque raja política con los orates de sus simpatizantes.

Si la opinión mayoritaria acompaña al sentido común y condena esta práctica de separación de familias entonces el costo político debe llegar en las elecciones intermedias del próximo noviembre. Si los republicanos pierden la mayoría en una o en las dos cámaras legislativas se podrá contener la sinrazón del Ejecutivo. En casos como estos, la inacción es una mejor opción.

Algunos legisladores pretenden aprobar una iniciativa de ley que detenga la separación de familias. La pregunta es qué incluirá dicha legislación para que sea del beneplácito del presidente, quien debe firmarla. Fondos para el muro o recortar la migración a la mitad como demanda Trump son opciones inaceptables para la oposición. Entonces, el Congreso seguirá atorado y reducido a lanzar dardos políticos al adversario.

Quizá más importante que poner nuestra fe en los políticos es informar a la opinión pública. Que todos los estadounidenses escuchen los llantos desgarradores de los menores que claman por sus padres. Que vean las imágenes de la atrocidad obra de su gobierno y que de no actuar asuman que éste es el país que dejarán a sus hijos.

Para cerrar, me irrita la hipocresía de quienes se identifican como conservadores y exigen defender los valores familiares y la religión, muchos de ellos votantes de Trump. Estos personajes como el senador por la Florida, Marco Rubio, son fieles parroquianos que se niegan a repudiar las separaciones dictadas por el Ejecutivo. No soy apegado a ninguna religión, pero puedo vaticinar que quienes sí lo son y toleran la crueldad y este tipo de abusos tendrán un lugar reservado en el infierno.

Periodista

Google News

Noticias según tus intereses