Chicago, Illinois.— Estados Unidos se estremeció con la muerte del senador por Arizona John McCain. Su cuerpo fue consumido por el cáncer de cerebro que padecía. Admirar las múltiples muestras de afecto invitan a entender en qué consistía su grandeza.

A mediados de la década pasada atendía mis pendientes en la redacción de un diario propiedad del Chicago Tribune. El tema migratorio era, como hoy, nota prioritaria para la comunidad latina. En el centro de la esperanza estaba la iniciativa de reforma apoyada por el republicano John McCain y el demócrata Ted Kennedy. Ambos legisladores defendían ferozmente su proyecto ante cualquier audiencia, eran claros y valientes; sabían que su propuesta era imperfecta, pero que representaba un avance.

La iniciativa incluía regularizar a 11 millones de indocumentados que podrían convertirse en ciudadanos y establecía un programa de visas para regular la migración futura. El Senado votó y la propuesta fracasó. El 28 de junio de 2007 una enmienda envenenó el programa de visas de trabajo, pilar fundamental para contar con los votos republicanos. Entre los que mataron la reforma estaba Barack Obama, entonces senador por Illinois, quien al emitir un voto de corta visión acabó con la última esperanza seria para millones de inmigrantes.

McCain entendía que la política no es un arte de vencidas, sino de acuerdos. Tenía claros sus principios conservadores, pero era consciente de que debía acomodar la conveniencia y realidades de otros para llegar a buen puerto. En tiempos de hiperpolarización escuchar e integrar el sentir de quien disiente suena ajeno y distante, quizá por eso estamos como estamos. Quizá por eso tenemos que aprender de John McCain. Conducirse bajo principios y valores que garantizan una decencia básica fueron vértices que condujeron su vida.

Como ser imperfecto, hubo ocasiones en que sucumbió a la conveniencia política, decisiones que le dejaron malos resultados. En una entrevista con el conductor de Fox News, Chris Wallace, dijo que fue una cobardía un posicionamiento que tuvo sobre el uso de la bandera confederada en el sur del país. El conductor preguntó sorprendido: ¿Cobardía de su parte?, McCain respondió: “Sí, cobardía de mi parte. Al final, igual perdí la elección primaria en ese estado”.

Su desprecio por tiranos y dictadores mostraban su rechazo al abuso de poder. Por el contrario, pregonaba las ideas más nobles que dan sustento a esa nación: tolerancia, inclusión, apego a la legalidad y justicia. En el Estados Unidos de McCain quiero volver a vivir, en esas condiciones deseo que toda la humanidad encuentre cobijo.

Luego de ser derrotado por Obama en la elección presidencial de 2008, McCain volvió al Senado a luchar por las causas justas, procurar el bienestar de ese país, colaborar con el gobierno en causas acertadas y ser contrapeso a iniciativas equivocadas. Como muchos, sucumbí a la retórica de Obama y voté por él. Hoy entiendo que John McCain hubiera sido un mejor presidente.

En un mensaje de despedida al pueblo estadounidense, el senador advirtió sobre los peligros actuales. Aquí un pequeño extracto: “Debilitamos nuestra grandeza cuando confundimos el patriotismo con rivalidades tribales que han dejado resentimiento, odio y violencia en todo el mundo. La debilitamos cuando nos escondemos detrás de muros en vez de derribarlos, cuando ponemos en duda el poder de nuestras ideas en lugar de confiar en ellas como la gran fuerza de cambio que siempre ha sido”.

Soy afortunado porque como periodista lo conocí, lo cuestioné y estuve en desacuerdo con él. Pero también vi en McCain cómo los más altos ideales confluyen en un líder humano e imperfecto, pero de gran estatura. Hoy la bandera está a media asta, no así sus ideales que siempre nos guiarán en la búsqueda por un mejor futuro.

Periodista

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses