En los últimos diez años Ecatepec devino un pedazo del infierno, un municipio en el que a diario ocurren cosas terribles, la gente vive con miedo y las autoridades, todas — municipales, estatales y la federal—, solo simulan o son cómplices de los criminales.

¿Qué ingredientes parecen explicar que un cierto espacio geográfico se convierta en un retazo del infierno? Quizás, la coexistencia de pobreza con miseria, un proceso de urbanización caótica que propició asentamientos irregulares, todo ello enmarca historias trágicas, de familias desestructuradas con hijos no deseados y padres ausentes, que carecen de valores, donde si bien hay casos ejemplares de generosidad y valentía, prevalecen la envidia y la corrupción…

Pero esta violencia es aún mayor respecto a las mujeres; en casi todas partes se replica la cobardía de abusar de la fuerza para someter, violar y asesinar mujeres y niñas, como resultado: una maldad que se despliega sin remordimientos y sin culpables porque casi nadie responde por semejantes crímenes. Y en los raros casos en que los victimarios son aprehendidos, confiesan sin asomo de remordimiento y refieren experiencias de una niñez brutal en la que les robaron los sueños; testimonios que contribuyen a explicar su conducta: fueron víctimas de abusos en su espacio más íntimo, en su casa y muchas veces por quienes tenían el deber de amarlos y protegerlos.

La manera en que el indiciado Juan Carlos Hernández, El Monstruo de Ecatepec, advierte que de quedar en libertad seguirá asesinando mujeres, causa escalofríos. Un personaje brutal que confiesa haber matado y destazado a 20 mujeres. Él y su cómplice, su pareja, Patricia, fueron descubiertos cuando transportaban restos humanos en una carriola. Pero, como lo advierte Edna Jaime, directora de México Evalúa, el verdadero monstruo que mata mujeres es el Estado, por su ineptitud y su indiferencia en la investigación y atención de estos crímenes; porque incumple su responsabilidad primigenia de garantizar la vida, la libertad e integridad de las mujeres.

Policías de investigación que simulan, solo atienden aquellos casos en los que vislumbran lucro personal; instancias, como las fiscalías para desaparecidos, con recursos subutilizados; alcaldes y gobernadores que vuelven la vista hacia otro lado. “Entre 2000 y 2012 fueron asesinadas 21 mil 271 mujeres en México”, refiere Edna, citando cifras del Inegi. Pero la situación no mejora, a partir de 2012 el problema se agravó, fueron asesinadas siete mujeres cada día.

La violencia contra las mujeres no cesa en Ecatepec, aún después de la aprehensión del Monstruo de Ecatepec, siguen agolpándose los crímenes. El viernes pasado fue encontrada asesinada otra mujer, su cadáver apareció en bolsas de plástico sobre la calle Carlos Hank González, entre Adolfo López Mateos y Luis Echeverría, en la colonia Nueva Aragón.

Y cabe preguntarse ¿cuál es el papel de la comunidad y de los medios de comunicación ante la dejadez criminal de la autoridad? ¿No hubo nadie en la familia de esa pareja o en su vecindario que sospechara de ellos y encendiera señales de alarma? ¿Nadie percibió sus severos trastornos?

La reacción es el escándalo momentáneo; luego, la indiferencia y la resignación: acostumbrarnos a la violencia, prender veladoras e invocar a los santos o al Ser Supremo que proteja a los nuestros.

Ningún fiscal en las agencias del Ministerio Público dio seguimiento a las denuncias de los desaparecidos. ¿Nadie en los escalones superiores del gobierno del estado —Procuraduría General de Justicia, Secretaría de Seguridad Pública, Secretaría de Gobierno— ordenó atender, con sentido de urgencia esos brotes alarmantes? ¿No tiene responsabilidad el ex gobernador Eruviel Ávila, por cierto, ex alcalde de Ecatepec? ¿Qué hizo mientras el horror crecía?, ¿y Enrique Peña Nieto, bajo cuya gubernatura empezó a crecer desenfrenadamente esta ola criminal?

Lo que ocurre en Ecatepec nos remite a Iguala en los días de la pareja infernal, los Abarca: un desaparecido cada trece días en promedio. O a las muertas de Juárez, por citar dos casos inquietantes.

Dice el dicho que al perro más flaco se le cargan las pulgas. Según el Coneval, Ecatepec es el municipio con mayor número de pobres en el país (786 mil en situación de pobreza y 90 mil en pobreza extrema). ¿Estos hechos perturbadores —secuestros, homicidios, asaltos a transportes públicos, robos de vehículos— habrían encontrado tanta apatía de las autoridades si se hubieran dado en una zona de clase alta? Seguramente no. Pero las colonias pobres a nadie le importan. La justicia sigue siendo un privilegio solo al alcance de los ricos o poderosos. ¿Hasta cuándo, carajo?

Presidente de GCI. @alfonsozarate

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