“Necesitamos el muro para ayudar a frenar el masivo flujo de drogas proveniente de México, ahora calificado como el país más
peligroso del mundo. Si no hay Muro, ¡no hay acuerdo!”.
Donald Trump

La mirada torva, intimidante, de Roberto Borge; la visión de lunático de Javier Duarte; los gestos teatrales y los disparates, que parecen evocar a Benito Mussolini, de Donald Trump… son apenas indicios de serios trastornos de personalidad de quienes, para nuestra desgracia, no son oficinistas ignorados entre las densas natas de burócratas, cuyas deficiencias mentales podrían tener, si acaso, consecuencias menores, sino que detentan una posición de poder y, en el colmo, de un poder con autoridad porque tiene un origen legítimo. Ninguno de ellos usurpó el cargo, fueron postulados por partidos políticos y resultaron electos por ciudadanos ordinarios que los eligieron como sus gobernantes.

Hoy sabemos que Javier Duarte toma medicinas psiquiátricas. En el caso de Borge se conocían comportamientos que parecían mostrar su perversión, su sadismo. Los impactos de las chifladuras de Javier Duarte y su esposa, Karime Macías, o de la mente sádica de Roberto Borge (el saqueo de las arcas públicas, su decisión de desviar miles de millones de pesos hacia sus bolsillos y los de sus cercanos y la enajenación a precios de remate del patrimonio de sus estados) son pecata minuta ante los riesgos que representa otro desquiciado que tiene la autoridad para oprimir un botón nuclear —uno más grande que el del otro lunático, según ha aclarado, como adolescente— que puede dar lugar a una catástrofe nunca vista.

En el caso de Donald Trump, destacados profesionales de la Psiquiatría en Estados Unidos han advertido sus trastornos y los riesgos de que gobierne a la nación más poderosa del mundo. No obstante, se mantiene en su cargo y, hasta hoy, hay pocos datos que parezcan mostrar que en el complejo y poderoso sistema político estadounidense, se han encendido los focos rojos y está preparándose su enjuiciamiento político.

Pero el ascenso político de estos personajes exhibe otros datos no menos perturbadores. Por una parte, la ausencia de una cultura cívica en anchos segmentos de la población que llegan a ser decisivos en una elección, grupos que portan muchos agravios (la pérdida de sus empleos, su empobrecimiento) se atragantan de programas de televisión que condicionan y acentúan sus visiones simplistas y que, ante su desesperanza, no buscan quién se los hizo, sino quién se los pague.

En segundo lugar, el silencio cómplice de quienes los acompañaron en el ejercicio del poder. ¿No hubo una sola voz en sus familias, dentro de sus equipos de gobierno o en el Congreso del estado de Veracruz o en el de Quintana Roo que advirtiera sobre lo que estaban haciendo?

Pero están también los partidos de oposición, les toca ser contrapeso al gobierno en turno, pero se callaron, ¿por qué?, ¿qué tipo de arreglos los silenciaron ante el descaro con que los gobernadores cometían sus fechorías?

¿Y la sociedad civil? La debilidad de la organización ciudadana, el conformismo, el cinismo, la indiferencia también contribuyen a explicar lo sucedido.

En días pasados, la aparición de Fire and Fury, los apuntes de Michael Wolff sobre la estancia de Trump en la Casa Blanca, una narración descarnada de la pequeñez, la mediocridad y los desarreglos mentales del hombre que preside a la nación más poderosa del mundo, ha desatado una reacción rabiosa del propio Trump que no hace sino confirmar su patología: “Creo que esto se calificaría no como inteligente, sino como genio… y un genio muy estable”.

La maldad que ha mostrado la clase gobernante en años recientes, sin importar la militancia partidaria ni el ramo en que se desempeñe (Ejecutivo, Legislativo, Judicial o de los órganos autónomos), no alcanza en todos los casos el nivel de una patología, se trata, como en el de César Duarte, de ambiciosos vulgares. Pero los daños que ocasionan son enormes. En un país con tantas carencias, la distracción de miles de millones de pesos para los bolsillos de unos cuantos, la sobrefacturación exorbitante en obras y proyectos, tienen altísimos costos sociales.

¿Qué torceduras tienen los sistemas políticos que permiten el ascenso al poder de personajes chiflados, siniestros o patéticos como Donald Trump, Javier Duarte, Roberto Borge o Vicente Fox?

Presidente de Grupo Consultor
Interdisciplinario. @alfonsozarate

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