Las próximas elecciones en Brasil llegan en un contexto trágico. El puntero en las encuestas, el ex presidente Lula da Silva, está en la cárcel desde hace varios meses acusado de actos de corrupción y en medio de un proceso judicial que ha despertado dudas sobre posibles distorsiones políticas. Otro candidato, Jair Bolsonaro, un personaje de la ultraderecha que quiere ser el Trump brasileño, hace unos días fue apuñalado en un acto público. Este candidato tiene como héroe al coronel Ustra, uno de los grandes torturadores de la dictadura. Con un panorama incierto el próximo 7 de octubre, en menos de 20 días, será la primera vuelta electoral y, si no hay una clara mayoría, el 28 de octubre será la segunda vuelta.

Lo que fue una de las democracias más exitosas en la época actual, con el triunfo del PT y de Lula en 2002 y la reelección en 2006, entró en una crisis política, económica y social de grandes proporciones. Como dice el sociólogo Sergio Costa, con el ciclo Lula se logró tener de forma simultánea tres condiciones que no se habían dado en ese país: una democracia estable, redistribución del ingreso y un crecimiento económico con estabilidad. Después empezaron los problemas, bajaron los precios de las materias primas (commodities), la economía se complicó y el gobierno de Dilma Rousseff adoptó medidas contrarias al proyecto petista. A partir de 2013 surgieron movimientos de protesta que crecieron sin una respuesta oficial adecuada. En el segundo gobierno de Dilma rápidamente se descompuso la coalición gobernante y se llegó a un golpe parlamentario que sacó a la presidenta del poder en 2016. Con la llegada de Michel Temer, un presidente con una aceptación menor al 5%, se operó una enorme transformación en el conjunto de las políticas públicas para cambiar el modelo de forma radical: de un capitalismo regulado y desarrollista a un abierto neoliberalismo.

¿De qué se trata esta elección? El fenómeno de la antipolítica ha llegado a Brasil, y las caretas antisistema explotan el malestar de una ciudadanía que padece las consecuencias de una crisis económica: poco crecimiento, escasa generación de empleo, el recorte del bienestar social y múltiples escándalos de corrupción de una clase política impresentable. Para rematar, la inseguridad y la violencia van al alza. Todo es territorio fértil para un liderazgo de mano dura, antisistema y, al mismo tiempo, muy cercano a los grupos económicos y financieros dominantes. El candidato de este proyecto es Jair Bolsonaro, el ex militar que crece en la intención del voto gracias a su papel de víctima. Según una encuesta de Ibope, subió de 22 a 26% entre el 5 y el 11 de septiembre, (O Estado de S. Paulo, 12/IX/2018). Con la prohibición de la candidatura de Lula, el PT decidió nombrar a Fernando Haddad como su candidato (alcalde de Sao Paulo y ministro de educación en los gobiernos del PT). Desde la cárcel Lula le pasó la estafeta con la esperanza de que se pueda dar un transvase de votos, lo cual resulta muy complicado. El flanco del PT se encuentra debilitado y desprestigiado y Haddad está muy abajo con un 8%. En menos de 20 días el petista necesita subir alrededor de 15 puntos para aspirar a la segunda vuelta, lo cual se ve difícil de lograr en tan poco tiempo. El mapa político para la próxima elección muestra una extraña composición ideológica. En el espectro del centro izquierda además del PT, están Ciro Gomes por el PDT (13%) y Marina Silva por Rede (11%). En el centro derecha se ubica a Geraldo Alckmin del PSDB (10%) y en la extrema derecha se coloca el nuevo puntero, Bolsonaro.

Lo que está en juego en las próximas elecciones brasileñas es el proyecto de país, es decir, continuar con el recorte de derechos y recursos para las mayorías o regresar a la tutela de los derechos humanos y la igualdad. De alguna forma la elección será un referéndum. Leonardo Avritzer dice en un texto reciente, “El péndulo de la democracia en Brasil”, que en las urnas se juegan tres cosas: la vigencia de derechos, particularmente los civiles; la orientación de las políticas públicas y la privatización del Estado. ¿Se polarizará la contienda entre PT y la extrema derecha, para que Haddad se vuelva Lula?

Investigador del CIESAS. @AzizNassif

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