Este año vamos a celebrar el 70 aniversario de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (la Convención sobre el genocidio). La Convención sobre el genocidio fue el primer tratado de derechos humanos aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 9 de diciembre 1948, solo tres años después de la fundación de la organización. Su aprobación fue el resultado de los incansables esfuerzos de una persona, Raphael Lemkin, quien, tras perder casi toda su familia en el Holocausto, estaba determinado a hacer todo lo posible para garantizar que este crimen nunca volviera a cometerse. Alrededor de 6 millones de judíos fueron asesinados en el Holocausto, una de las tragedias humanas más devastadoras del siglo veinte, al igual que muchos otros que fueron considerados “indeseables” por los nazis. La Convención sobre el genocidio representa el compromiso de las Naciones Unidas con el frecuentemente citado “nunca más”, el compromiso de aprender de la historia y nunca repetirla.

Lamentablemente, en muchas ocasiones este compromiso no ha llegado a traducirse en acciones, incluso cuando era lo más necesario. Lo vimos en 1994 en el absoluto fracaso de la comunidad internacional en prevenir el genocidio de los tutsis en Ruanda, que cobró casi un millón de vidas en un plazo de 10 días. Menos de un año después, lo presenciamos otra vez cuando la comunidad internacional, incluyendo al personal de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz, ignoró el genocidio de Srebrenica en Bosnia y Herzegovina.

Se han realizado avances importantes desde y a causa de estos fracasos. En 1998 se estableció el Corte Penal Internacional, el corte permanente, previsto desde el año 1948 en la Convención sobre el genocidio. En 2005 el Secretario General creó el puesto del Asesor Especial para la Prevención del Genocidio, la posición que actualmente ocupo, con el fin de asegurarse de que hubiera una voz dentro del sistema de las Naciones Unidas que pudiera advertir al Secretario General y, a través de él, al Consejo de Seguridad sobre los primeros signos de genocidio y abogar por las acciones preventivas antes de que el genocidio se haya hecho realidad.

Asimismo, en la Cumbre Mundial de 2005, todos los Estados miembros de las Naciones Unidas asumieron un compromiso innovador de proteger su población del genocidio, crímenes de guerra, limpieza étnica y crímenes en contra de la humanidad (las atrocidades), así como tomar acciones colectivas de acuerdo con y usando las herramientas proporcionadas por la Carta de las Naciones Unidas. Esto se conoce ahora como el principio de “la responsabilidad de proteger”.

A pesar de estos logros y el compromiso continuo con el “nunca más”, no hemos conseguido erradicar el genocidio. Los crímenes internacionales, incluyendo el genocidio, es la terrible realidad que afrontan las poblaciones del mundo. Conocemos los signos de alerta y sabemos cómo prevenir estos crímenes, pero a menudo no actuamos a tiempo, o no actuamos de ninguna manera. En la República Centroafricana, Irak, Myanmar, Sudan del Sur, Siria y muchos otros lugares las personas se convierten en las víctimas por su identidad – por la religión que profesan, la cultura en que fueron criados o simplemente por sus distintos rasgos físicos. Es inaceptable.

Adicionalmente, no invertimos lo suficiente en la prevención, para crear la resiliencia necesaria para abordar los factores de riesgo del genocidio, o para tomar acciones decisivas a tiempo cuando vemos los signos de alerta.

Es imprescindible que reforcemos nuestro compromiso con la Convención sobre el genocidio. La razón por qué no hemos erradicado el genocidio no es la deficiencia de la Convención, sino el hecho de que su potencial no ha sido completamente realizado. Y pese al rechazo global del genocidio, algunos Estados miembros todavía no han dado pasos fundamentales para ratificar la Convención.

En el momento de su redacción, 145 Estados ratificaron la Convención sobre el genocidio. Sorprendentemente, 45 de los Estados miembros de las Naciones Unidas no lo han hecho aún. 20 de ellos están ubicados en África, 18 en Asia y 7 en Latinoamérica.

La ratificación universal de la Convención es crucial para demostrar que en este mundo no hay lugar para el genocidio. Para demostrar que nadie debe temer discriminación, persecución o violencia por su forma de ser.

¿Qué mensaje transmiten los Estados que no han ratificado la Convención 70 años después de su aprobación? ¿Que el genocidio nunca podría tener lugar dentro de su país? El genocidio puede suceder en cualquier parte del mundo. La historia nos ha demostrado una y otra vez que ninguna región ni país es inmune. No obstante, muchos Estados se muestran reticentes incluso a considerarlo como una posibilidad o llevar a cabo una importante evaluación de los riesgos y las vulnerabilidades.

En diciembre del año pasado, lancé un pedido para la ratificación universal de la Convención sobre el Genocidio, exhortando a los 45 Estados miembros de las Naciones Unidas, que todavía no lo han hecho, que dieran pasos necesarios para ratificar o adherirse a la Convención antes del 70 aniversario que se celebra el 9 de diciembre 2018. El objetivo de este llamamiento es volver a enfocarnos en la Convención, resaltar su continua importancia como un estándar legal que asegura el castigo del crimen, al igual que resaltar su usualmente desaprovechado potencial como una herramienta de prevención.

La Convención sobre el genocidio, junto con otros tratados sobre los derechos humanos y el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, sigue siendo uno de los estándares legales más importantes que tenemos para cumplir con el compromiso del “nunca más” hecho por el mundo hace 70 años. Por nosotros y por futuras generaciones: #PreventGenocide.

Asesor Especial de Naciones Unidas para la Prevención del Genocidio

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