¡Qué exageraciones decimos a veces los críticos! Unos más que otros, en la profesión a veces nos emocionamos y hacemos un claro esfuerzo por decorar los pósters y las cajas de formato casero. En los 90, por ejemplo, alguien dijo que Trainspotting (1996) era la nueva Naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971). Después de ver ambas varias veces, me pregunto si cualquier película con jóvenes peligrosos es también nuestra Naranja mecánica. De lo contrario, no veo la relación. En un nuevo incidente se ha dicho que Nunca estarás a salvo (You Were Never Really Here, 2017), de la directora Lynne Ramsay, es nuestro equivalente de Taxi Driver (1976). Por supuesto que uno puede ver parecidos entre ambas películas e incluso referencias de una a la otra, pero sus intenciones se orientan en direcciones completamente distintas, y acaso opuestas.

Para empezar, la segunda obra maestra de Martin Scorsese —la primera fue, discutiblemente, Malas calles (Mean Streets, 1973)— sumó las turbulencias que opacaron el bicentenario estadounidense. De la Guerra de Vietnam a la caída de Richard Nixon, la nación que se ve en la película es llanamente grotesca. Entre el racismo, la prostitución, la suciedad y la violencia, Nueva York se aparece como una inabarcable Sodoma donde la sordidez actúa con un hambre que todo lo mastica. Travis Bickle (Robert De Niro) es descrito por una muchacha que le obsesiona como una contradicción andante, citando las palabras de “The Pilgrim, Chapter 33”, de Kris Kristofferson. Lo particular de que Betsy (Cybill Shepherd) se refiera a esa canción es que habla de una figura tan obtusa como filosófica. Travis escribe sus reflexiones en sus diarios intentando descifrar su soledad y su mundo pero sus conclusiones son siempre falaces y resultan en la espantosa ironía de un asesino heroico.

En el filme de Ramsay Joe (Joaquin Phoenix) es también un veterano estadounidense con la misión de rescatar a una adolescente de la prostitución, sin embargo casi nunca lo oímos hablar. A diferencia de Travis, cuya voz dominaba su película, Joe es expresado en la suya mediante imágenes. Si el primero fue un filósofo psicótico, el segundo es un hombre bestial y silencioso cuyo pasado se refleja en destellos de su memoria. Gracias a ellos entendemos que en la guerra vio algo que lo hizo dedicarse a su actual profesión: rescatar jovencitas y asegurarse de que sus captores no vuelvan a aprovecharse de nadie. Ramsay, una artista consumada, hace un complejo retrato del síndrome de estrés postraumático sin preocuparse por la claridad sino más bien por la fiel representación de una consciencia despedazada. Poco a poco las imágenes que torturan a Joe dejan de lastimarnos con su ambigüedad y nos dan una imagen de su temperamento.

Las muchas acciones cotidianas de Joe también configuran una película distinta de la de Scorsese. Si Travis pasaba su tiempo observando a Betsy y a Iris (Jodie Foster), llevando pasajeros, preparando su gran aparición en el mundo, Joe simplemente cuida de su madre y juega arriesgadamente con un cuchillo. Así como la narrativa se enfoca en las cosas pequeñas, la fotografía hace planos a detalle de herramientas, tenedores, frijolitos de dulce que se aplastan en dedos sucios. Cuando al fin llega la petición de un senador para que Joe salve a su hija, la historia se hace más intensa pero no deja de ser contada con cierta frialdad. Una irrupción en un hotel es vista desde las cámaras de seguridad, lo cual reduce la brutalidad de la violencia. En el fondo se escucha “Angel Baby”, de Rosie & The Originals. Aunque después veremos más sangre, esta decisión se contrapone a las imágenes de Scorsese, que buscan un impacto casi físico. La golpiza a un cadáver en Taxi Driver es un ejemplo claro de a qué me refiero.

Obviamente el protagonista de la película es Joe, un hombre adolorido y extraño a quien Phoenix da un cuerpo genuino en su lentitud y su expresión melancólica, pero quizá la música de Jonny Greenwood esté al nivel de su participación. Diverso y capaz de sugerir el interior de los personajes con ruido, ritmo o melodías, el trabajo de Greenwood resalta siempre y termina siendo una voz narradora que en sus contrastes y coincidencias con las imágenes revela a su compositor como un músico elocuente y complejo. Su obra no se parece a la que compuso Bernard Herrmann para Taxi Driver, sin embargo evoca su genio.

Con tantas virtudes, Nunca estarás a salvo suena como una obra maestra pero no me lo parece. Al igual que en Tenemos que hablar de Kevin (We Need to Talk About Kevin, 2011), su filme anterior, Ramsay construye una atmósfera de cine de horror que si en aquella película tendía a lo anecdótico, ahora se hunde. Al descubrir una conspiración, la película sugiere la crueldad de los poderosos pero ni la explora ni la critica de manera contundente. Joe sí es un apéndice de su mundo pero no posee la universalidad de Travis ni su vasto interior. No había que ser estadounidense para encontrar a Travis en nosotros sino solamente solitario. Joe no nos da tanto pero al menos sólo pide, entre las sombras más negras, un día soleado.

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