¿Sería insensible decir que el año en el que Donald Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos fue fascinante? Lo pregunto porque, independientemente de toda consideración moral, lo fue. Desde sus primeros días la administración de Trump unificó a la izquierda y a la derecha a nivel global y nos hizo preguntarnos a todos de qué lado estamos. Fue como regresar a la Guerra Fría. En México también volvimos en el tiempo, quizás a los 70, cuando no se vislumbraban la tecnocracia y la democratización. Sin embargo en aquellos años el narcotráfico no fue tan sanguinario como en éste: el año más violento en la guerra contra las drogas. Volvieron el dedazo y el besamanos; también, por supuesto, la cargada, pero no sabemos si volverá la presidencia imperial sino hasta el año siguiente. No es imposible.

A este clima respondió, naturalmente, el cine mundial. En México lo hicieron películas brillantes como Tempestad (2016), que tuvo su lugar en este listado en 2016 y al fin vio su estreno comercial durante 2017. La libertad del diablo (2017) todavía espera el suyo pero la vimos en Ambulante. Aunque es un documental estremecedor, no pude encontrarle un lugar entre películas más estilísticamente audaces que vi este año. Pido una disculpa por ello. También hay otras omisiones que probablemente rescataré el próximo año, cuando vengan sus estrenos comerciales. Pido otra disculpa.

Cada año, esta lista, junto con muchas otras, me parece la contribución más importante de todos los críticos a nivel mundial. Con ellas intentamos no cambiar el mundo ni meter al público a las salas a ver lo que consideramos mejor —ambas tareas son imposibles— pero sí buscamos orientar el canon cinematográfico. Obviamente mi contribución —una de las más insignificantes, sin duda— es subjetiva. Pero no por ello es arbitraria. Cada una de las películas listadas a continuación es, para mí, un ejercicio de excelencia o, más todavía: un intento de crear fisuras en alguna tradición. El que las considere mejores a otras que he visto no quiere decir que necesariamente serán del gusto de los espectadores pero sí que aquellos más conscientes de la forma cinematográfica podrán percibir, más allá de la emoción producida, el ingenio de un grupo de cineastas extraordinarios. Todas las seleccionadas son discutibles y me dará gusto tener una conversación al respecto en Twitter ().

Ahora sí, y en orden alfabético, las que me parecen las mejores películas de 2017:

Blade Runner 2049 (2017)

Un lamentable fracaso popular, la secuela al clásico de Ridley Scott, dirigida por Denis Villeneuve, no podía tener otro destino. Aunque su trama es reconocible en la línea del cine de detectives —con todo y sus respectivos lugares comunes—, la película no cae en la tendencia de convertir la nostalgia en una comodidad al repetir todas las estrategias de la original. Más larga, más lenta, más profunda y visualmente más luminosa que su predecesora, Blade Runner 2049 es una secuela que se rehúsa a ser una copia.

Corazones cicatrizados (Inimi cicatrizate, 2016)

Estrenada en FICUNAM, la más reciente película del rumano Radu Jude es un retrato brillante de la lucha de un autor por la inmortalidad y el inevitable olvido al que se dirige después de una vida de pasiones y cotidianidades. Resalta la fotografía con sus impresionantes composiciones que emulan lo pictórico pero sin ignorar el movimiento inherente al cine. Su narración minuciosa y su ritmo sosegado dan la impresión no de estar viendo una película sino las imágenes proyectadas en la consciencia al leer las palabras de una novela modernista, en este caso, Corazones cicatrizados (1937), de Max Blecher.

El Ornitólogo (O Ornitólogo, 2016)

Otro estreno de FICUNAM, este filme del portugués João Pedro Rodrigues representa una de las más brillantes herejías cinematográficas desde La vía láctea (La voie lactée, 1968), de Luis Buñuel. Parodia hermética de la vida de San Antonio, la cinta busca desorientar al espectador, que comienza viendo lo que parece un relato realista y termina con una fantasía gay rodeada por los misterios de la divinidad. A la vez humorística e inquietante, me parece uno de los grandes desafíos de este año.

Historia de fantasmas (A Ghost Story, 2017)

David Lowery venía de hacer una cinta popular sobre un dragón. Quizá la curiosidad que genera el póster atrajo a la crítica internacional pero la película misma, con su profunda filosofía y su inusual realización para un producto estadounidense, le han traído un éxito enorme. Sin dejar de seguir los patrones victorianos del relato de fantasmas, la película introduce el romance y el nihilismo de Nietzsche de una manera singular. Las actuaciones son extraordinarias porque el diálogo es mínimo, entonces Casey Affleck y Rooney Mara deben usar sus cuerpos para hablarnos de la pérdida, la melancolía del fantasma y el eterno retorno. Se estrenará la siguiente semana.

Jackie (2016)

Aunque los estadounidenses la vieron el año pasado, los mexicanos apenas vimos en 2017 la primera película en inglés del chileno Pablo Larraín. Con su estructura fragmentada y una de las mejores actuaciones hollywoodenses del año, la película es un complejo retrato de Jacqueline Kennedy en los días posteriores a la muerte de su esposo, el presidente John F. Kennedy. Gracias a Natalie Portman la protagonista adquiere una dimensión dual entre la figura pública y la esposa engañada y enlutada. Larraín, como suele hacerlo en su cine, rescata el carácter humano de entre la frialdad de la historiografía. Además, Mica Levi hizo para la película algunas de las composiciones musicales más inquietantes y originales de estos años.

Kaili Blues (Lu bian ye can, 2015)

Sólo un poeta podía recibir la influencia de Andréi Tarkovski, hijo de otro poeta, y no realizar una mera imitación. En su primer largometraje, el chino Bi-Gan representa la experiencia del tiempo como piensan los místicos que lo percibe la divinidad. La visión corresponde con algunas teorías de la ciencia y a través de fragmentos bellamente encuadrados pero complejamente hilados recibimos la historia de un hombre exiliado del mundo y de sí mismo. El pasado y el futuro se explican el uno al otro de formas inusuales mientras la poesía de Bi —oral y visual— arrebata nuestros sentidos.

Moonlight (2016)

La ganadora del Oscar a Mejor Película, por primera vez en mucho tiempo, lo merece. Pero no por una cuestión política. Podría pensarse eso, considerando que este filme de Barry Jenkins narra la vida de un hombre negro y gay. Sin embargo, bajo la influencia de Wong Kar-wai, la película es un desafío a la era Trump y busca constantemente humanizar a un personaje que, en manos de muchos otros cineastas, podría haber caído fácilmente en el estereotipo o el sentimentalismo. Aunque la historia es romántica en algunos elementos, sus matices melodramáticos se justifican gracias a una dirección sensible y a la vez solemne.

One More Time with Feeling (2016) 

Estrenado en Ambulante, el primer documental de Andrew Dominik es también su mejor película hasta ahora. En imágenes complejísimas Dominik captura la grabación del último disco de Nick Cave, interrumpido de repente por la muerte de uno de sus hijos. Una mezcla inusual entre el cine musical y los testimonios de Cave, su esposa y su banda, la película logra un duro —a veces insoportable— retrato de la pérdida y de cómo ésta se suma al arte de un hombre en busca de consuelo.

Paterson (2016)

Un poema lleno de rimas y asonancias que cuenta una semana decisiva en la vida de un poeta, lo último del singular Jim Jarmusch es quizá su obra más compleja y un homenaje notable al minimalismo que ha caracterizado su propia filmografía. Adam Driver resalta en el rol protagónico al integrarse a él de tal manera que incluso su forma de sostener un libro nos habla de su devoción a William Carlos Williams y de sus aspiraciones literarias. Me parece una seria contendiente para ser considerada la mejor película de Jarmusch.

Sieranevada (2016)

Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Morelia del año pasado, apenas pude ver la más reciente película del rumano Cristi Puiu durante su estreno comercial hace unos meses. Fiel al estilo de Puiu, la película se desarrolla a lo largo de extensas escenas que parecen tan cotidianas como para hacerle al espectador preguntarse quién filmaría eso. Pero es en los detalles que la película se convierte en una gran sátira de los encuentros familiares y los personajes que pululan en ellos, desde el tío amante de las teorías de conspiración hasta el renuente heredero de un patriarcado. Su universalidad me parece definitiva y su estilo, impresionante.

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