Cuando se estrenó Llámame por tu nombre (Call Me By Your Name, 2017) me encontré con más detractores de los que esperaba para una película tan querida por el público y la crítica internacional. Amigos, colegas y otros conocidos criticaban dos aspectos muy específicos: todo en Llámame por tu nombre es muy bello; imperfectible, incluso. Yo sostengo que es lógico en una cinta cuyo tema principal es la belleza misma. No por nada los personajes están rodeados por Bach, ruinas, una villa, literatura antigua —a veces, para variar, ilegible literatura académica— y el clima mediterráneo. El otro aspecto tan golpeado es que en el filme no pasa nada. En el cine de Antonioni y Kiarostami pasa todavía menos y no he sabido que mucha gente se queje, salvo por los hipotéticos espectadores de Michael Bay que se hayan arriesgado a ver esas películas. Pero difiero también: sí pasan muchas cosas en Llámame por tu nombre. La película es una sutil exploración de la maduración y de la homofobia que llevan por dentro dos homosexuales estadounidenses en la Italia de los 80. Otro aspecto que me pareció fascinante fue el daño colateral que provoca este condicionamiento social: Marzia (Esther Garrel) sale herida por las dudas de Elio (Timothée Chalamet).

El tema no es singular o nuevo. Lo vimos antes en Secreto en la montaña (Brokeback Mountain, 2005), pero el director y guionista Luca Gudagnino logró crear, junto con Garrel, un retrato conciso y distinguido de una muchacha devastada por la liberación de la persona que ama. En su primer papel protagónico en una película de su padre, Garrel interpreta a un personaje similar, pero gracias a la variación entre lo melodramático y lo cotidiano, la joven actriz explora una variedad de rangos que afirman su talento. En las primeras escenas de Amante por un día (L’amant d’un jour, 2017) Jeanne (Garrel) llega estremecida a casa de su padre. Su prometido la ha echado de su departamento y no tiene adónde ir. Gilles (Éric Caravaca) la recibe con desconcierto al verla conteniendo su angustia pero al día siguiente, cuando él no está en casa, Jeanne se deshace en los lastimosos ritmos de su llanto. Otras actrices podrían estar a un paso de la telenovela, pero en las palmas artesanales de Garrel el temblor nervioso y la respiración ahogada expresan con autenticidad el desplome de un interior frágil.

Pero, como en toda la obra de Philippe Garrel, su hija es sólo un fragmento del talento actoral frente a la cámara. Caravaca y Louise Chevillotte, que interpreta a Ariane, la amante de Gilles y contemporánea de Jeanne, también son esenciales en este intento ya usual de Garrel de discutir la fidelidad, el amor y posiblemente todos los temas que se le ocurrieron mientras co-escribía el guión con, entre otros, Jean-Claude Carriére, colaborador de Buñuel en sus últimas películas.

La inmensa similitud con otras películas de Garrel, marcadas por su denso blanco y negro, abundantes close-ups y discusiones intelectuales que no necesariamente tienen que ver con la trama, le resta relevancia a Amante por un día. El gran escritor estadounidense F. Scott Fitzgerald pensaba que todos los autores escriben la misma historia una y otra vez, pero, por ejemplo, Woody Allen busca siempre nuevas técnicas narrativas y cinematográficas para abordar sus temas usuales de descomposición amorosa. Amante por un día parece una película contemporánea de Los cuatrocientos golpes (Les quatre-cents coups, 1959), salvo por el vestuario y la aparición de un iPhone. Esta nostalgia le da su lugar al cine de Garrel en el panorama contemporáneo pero también define temas que no puedo describir sino como las ambivalencias de un viejo que en su juventud fue un liberal comprometido pero hoy resulta anticuado.

La trama de la película sigue a Jeanne mientras intenta olvidar a su prometido en el departamento de su padre. Ahí ella atestigua la relación de Gilles con Ariane, que se basa en un pacto propuesto por él: estar juntos a pesar de la infidelidad. Pareciera que Gilles lo propone en un intento de prevenir a su novia ante cualquier error suyo, pero aunque le coquetea una alumna de la universidad donde le dio clases a Ariane, Gilles prefiere mantenerse fiel. Ariane es más curiosa. Aunque Garrel expone la hipocresía de Gilles, también parece ubicarse en el lugar del viejo romántico que se escandaliza ante la modernidad de su joven novia. En una escena ella le explica a Jeanne las diferencias entre hombres y mujeres en un intento de aconsejarla pero no suena como algo que diría hoy una joven de veintitantos.

Aunque no sea particularmente moderna o enfocada —en un momento se discute incluso la guerra de independencia de Argel sin conectarla al contexto actual—, Amante por un día ofrece algunos momentos visionarios, como una escena de baile en que Ariane se tiende bajo la luz en una especie de epifanía erótica. Como el cine de Garrel en general, este filme es un intento ininterrumpido de aprehender las emociones humanas, a veces desmenuzándolas, a veces contemplando el silencioso marco de una ventana donde, segundos antes, una muchacha desesperada se preparaba para morir de amor.

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