Para su primera cinta hablada en Inglés, Almodóvar elige adaptar una obra de un viejo conocido en su filmografía, el poeta y dramaturgo francés Jean Cocteau. En 1988, el director manchego tomó prestados elementos narrativos de Cocteau (aquellos monólogos femeninos) en la cinta que lo lanzó al mainstream: Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios.

Así, The Human Voice (2020) está inspirada en La Voix Humaine (1930) de Cocteau, adaptada a un cortometraje (cosa rara en el director) de apenas 30 minutos con Tilda Swinton como protagonista, junto con su perrito, Dash.

La cinta sucede casi en su totalidad en un departamento, típicamente decorado a la usanza almodovariana: paredes de colores intensos, rojo y verde, muebles modernos, una mesa de centro que presume el bagaje cultural y el refinado estilo de la dueña del lugar: cintas de Paul Thomas Anderson y Douglas Sirk, libros de Alice Munroe y F. Scott Fitzgerald, y claro, un ejemplar de Vogue.

Pero si el departamento exuda estilo, Tilda Swinton destila elegancia y porte. Se cambia de vestuario una y otra vez, prende un cigarro, se pasea por las habitaciones. Claramente algo la inquieta.

Lo que veremos en los próximos 20 minutos es al personaje derrumbarse (una especialidad de Almodóvar). La esperada llamada finalmente llega, se trata de su amante y al parecer esta será la última llamada que tendrán.

Del llanto al enojo y luego a la locura. Swinton pasa con gracia y porte entre toda una colección de emociones que se acentúan gracias a la edición de Teresa Font y la fotografía de José Luis Alcaine. Muy pronto nos damos cuenta que el impecable departamento es en realidad el set de alguna película, en medio de algún lugar de España.

Pero a pesar de la marcada artificialidad del montaje, esto dista mucho de ser simple “teatro filmado”. Almodóvar y su fotógrafo tienen un manejo soberbio del espacio y el ritmo. Rápidamente nos involucramos en el dolor de la protagonista, quien nunca cae en el melodrama pero que siempre se mantiene al borde.

Esta larga y dolorosa despedida, termina con fuego. “Soy yo la que arde” dice el personaje de Swinton, y pero para entonces, somos todos en la sala los que ardemos junto con ella.

La Voz Humana se proyecta en la Cineteca Nacional.

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