El segundo largometraje del surcoreano Jung Byung-gil, La Villana (Ak-Nyeo), comienza con una promesa muy alta. Mediante una cámara en vista de primera persona nos muestra el sucio pasillo de algún edificio mal iluminado. Una silueta se acerca y nos pregunta “¿quién eres?, ¿qué quieres?”, la respuesta es una lluvia de balas. De todos lados salen tipos con cuchillos, hachas, pistolas y el misterioso personaje (que somos nosotros, gracias a la perspectiva en primera persona, emulando a un videojuego) los va derrotando uno a uno a punta de balazos, cuchillos, patadas, usando todo lo que se le ponga enfrente para matar a todos los que se le pongan enfrente.

La carnicería sigue por escaleras y pasillos hasta llegar a un gimnasio donde un puñado de tipos rudos sigue con el castigo a nuestro extraño personaje. Uno de ellos lo (nos) azota contra un espejo y es entonces que la perspectiva cambia y nos damos cuenta que todo este momento (más de diez minutos de un plano secuencia que se niega a detenerse) hemos estado tras los ojos de una mujer que uno a uno va matando a sus agresores.

Nuestra heroína es Sook-hee (Bin Kim-Ok, a quien probablemente recuerdan en la extraordinaria Thirst de Park Chan-Wook) quien luego de este festival de violencia es capturada y puesta a disposición del gobierno quienes deciden enviarla a un programa secreto de agentes especiales encubiertos. Así, Sook-hee es sometida a una cirugía plástica, enviada a un curso vocacional para que aprenda un oficio que le ayude a pasar desapercibida, y la entrenan (¿más?) en el arte de matar gente de un plomazo.

Las cosas se irán complicando para Sook-hee y no es para menos. El director y también guionista, Jung Byung-gil, ha puesto la mejor carne en el asador con esos alucinantes primeros quince minutos de metraje, por lo que no le queda de otra más que armarle una muy complicada historia a su personaje y mantener así el interés del respetable. Resulta que cuando Sook-hee quiere escapar de esa fábrica gubernamental de asesinos, ellos le revelan que está embarazada y más le convendría tener a su hijo en sus instalaciones, dado que el padre de la criatura ha muerto.

Así, la mujer termina como títere del gobierno quien, si bien le permite llevar una vida “normal” y dedicarse a su segundo hobbie después de matar gente (ser actriz) siempre deberá estar lista para las misiones que le van asignando. Buena noticia: su vecino le empieza a hacer ojitos, y éste le ayuda con su pequeña hija cuando ella tiene que salir a matar… o a trabajar, según se vea.

Jung Byung-gil ha declarado que escribió y dirigió esta cinta sin referencia a otras películas, lo cual es tan inverosímil como las escenas de acción de este filme. Y es que (odiosas comparaciones, ya sabe usted), desde el primer minuto se reconocen referencias a Oldboy, Hardcore Henry, Kill Bill, Kingsman, La Femme Nikita, John Wick, Atómica y a saber cuántos cientos de cintas asiáticas del mismo género de acción.

La propia Bin Kim-Ok ya puede hablarle de tú al club de las mujeres de acción como lo son Uma Thurman, Charlize Theron, Scarlett Johansson, Gina Carano y Cynthia Rothrock. A pesar de que el guión se empeñe en que perdamos el interés por el personaje, este regresa cuando la mujer, con todo ímpetu, retoma el juego en esas escenas de acción imposibles que se vuelven casi legendarias gracias la fuerza de su interpretación, su habilidad física y su rostro angelical ensangrentado por la batalla.

Por último, la fantástica cámara del debutante (!!!) Park Jung-hun es la gran estrella del filme. Evidentemente auxiliado por el CGI, no parece haber nada que su lente no pueda captar, ya sea ese plano sostenido del inicio, una batalla entre motocicletas a toda velocidad, la pelea final en un autobús en movimiento y en medio de todo ello, la cámara se permite incluso hacer zoom, cambiar de perspectiva, hacer un 360 y además manejar los espacios como pocos en el terreno de la acción.

Más cercano al videojuego y a la estética cómic que al cine, La Villana, es una osadía que sería memorable a no ser por su torpe guión. Es una cinta que dice más con las imágenes violentas que proyecta que con los diálogos o la trama que supuestamente intenta narrar. Un show que se disfruta gracias a la tenacidad de su protagonista y la  habilidad técnica de su cinefotógrafo. No dudaría que en un futuro, tanto Jung Byung-gil como Park Jung-hun sean reclutados por esa máquina de hacer dinero llamada Marvel.

-O-

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