¿Visionario o buen saqueador?

En su más reciente cinta, Annihilation -basada en la novela homónima de Jeff VanderMeer- el otrora guionista y ahora director Alex Garland narra la historia de un grupo de científicas que son seleccionadas para una misión secreta: un meteorito ha caído en cierta zona de Estados Unidos y alrededor del lugar se ha levantado una especie de domo transparente, cual gigantesca pompa de jabón, de la cual no salen ni entran señales de radio y a la que previamente se han enviado varios grupos de exploración sin que nadie haya regresado vivo.

Nadie excepto un personaje, Kane (Oscar Isaac), militar que luego de un año de ausencia regresa a su casa donde su sufrida esposa, la bióloga Lena (Natalie Portman) ya lo daba por muerto. Pronto nos damos cuenta que Kane no parece estar bien por lo que su esposa lo trepa a una ambulancia para en el camino ser interceptados y capturados por un equipo SWAT.

Es ahí donde Lena descubre la verdadera misión que le habían encargado a su marido y decide unirse a una nueva expedición que irá a esta zona, “the shimmer” (el resplandor, en español) cuya única particularidad es que esta vez enviarán a puras mujeres (sic). Así, Jennifer Jason Leigh, Tessa Thompson, Gina Rodriguez y Tuva Novotny junto con Natalie Portman, irán a este lugar donde es muy probable que no regresen.

Hay que reconocer que Garland tiene oficio. La edición a tiempo fragmentado, la decisión de dónde hacer sus cortes y la estructura episódica hacen que el relato parezca más interesante/emocionante de lo que es. El hombre sabe crear atmósferas, principalmente mediante pequeños detalles visuales y de encuadre (esa mano distorsionada por el vaso con agua) que hablan de alguien con un entendimiento peculiar sobre la imagen y el color.

El mejor ejemplo de ello (no hay mucho para dónde hacerse, claro, puesto que esta es apenas su segunda cinta) es su ópera prima, Ex-Machina, donde mediante un uso elegante del CGI aplicado al esbelto cuerpo de Alicia Vikander funcionaba de forma sexy-perturbadora, aunado al manejo visual de sus espacios semi futuristas. La cinta invariablemente gritaba sus referencias por todos lados, pero al menos Garland supo impregnar su apenas naciente “estilo”.

Pero Annihilation es un animal distinto. Garland de nueva cuenta se esmera en lo visual, pero esta vez aunque se ve “bonito” por momentos parece emular a una versión renovada de aquel pastiche visual horrendo que era What Dreams May Come (Ward, 98), donde las imágenes por más coloridas que sean no dejan de ser un CGI impostado con musiquita de fondo cual video de new age.

Garland mezcla la ciencia ficción con un relato del tipo survival horror y es justo ahí (aquella escena del oso) donde el director encuentra sus momentos más efectivos, ya sea por los lances de cine gore a lo Cronenberg (el video con el corte al estómago) o aquella escena del oso que si bien es auténticamente perturbadora, parece salida de algún videojuego de horror tipo Doom.

Y por supuesto, las referencias obvias y machacantes a Tarkovsky (cuya trama tiene varias similitudes), Kubrick y un poquito de Ridley Scott, tiran por la borda aquellas críticas que califican a esto como algo “nunca visto”.

Lo cierto es que Garland es un buen saqueador y sabe de qué botín vale la pena saquear. Pero en este caso (y ahí la culpa no es sino de las corporaciones) la cinta merecía haber llegado a la sala de cine (hoy sólo se puede ver en Netflix), donde probablemente la inmersión hubiera jugado a favor de un film que, al verlo en casa, es muy fácil perderle atención precisamente porque la estructura favorece no lo que está pasando sino la expectativa sobre cuál será la siguiente sorpresa.

Natalie Portman no aporta nada más allá de su nombre, su reciente activismo pro la mujer, y su mirada de borreguito a medio dormir que ya se ha vuelto un sello de la casa. Sus compañeras en cambio inyectan cierto misterio y emoción al asunto, particularmente la siempre profesional Jennifer Jason Leigh quien con su actitud de mando le roba la cinta a Portman con la mano en la cintura.

El desenlace, críptico, sin sentido y con el peor CGI de toda la cinta, sepulta la película y confirma las dudas: estamos ante un saqueo que se ve más interesante de lo que es. Probablemente merecía proyectarse en cine, pero luego de ver el desenlace, uno no puede sino agradecer que nos evitaran el viaje para premiarnos con la oportunidad de ver este dislate en la comodidad de nuestras pijamas.

-O-

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