El sexto año de los presidentes mexicanos ha sido una pesadilla. Los ejemplos sobran: el triste final de Díaz Ordaz, tanto por sus deteriorados estado de salud personal y política; en 1994, después de un quinquenio arrasador, vino el tobogán para Carlos Salinas con los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu y el error de diciembre; Peña Nieto terminó de tumbo en tumbo. AMLO al final, no obstante los augurios de sus adversarios, se ve con plenitud de poder. Tanto, que existe la percepción de que la candidata oficial ganará los comicios precisamente por el mando presidencial.

Las elecciones de junio son las más esperadas de la historia. La espera arrancó el día que AMLO tomó posesión; son las del mayor número de votantes, 99 millones; las del mayor número de cargos en disputa 20 mil. Será una mujer la que reciba las facultades presidenciales que otorga la constitución federal. No se sabe todavía si quien gane vivirá en el Palacio, si habrá mañaneras, pero quien gané será el eje del acontecer nacional.

El camino está despejado para Claudia Sheinbaum, no solamente por las encuestas que la favorecen, sino porque Xóchitl resultó un fracaso, no es lo mismo tener una carrera profesional exitosa, que tener las prendas para hacer política. Su candidatura fallida demostró el error de la coalición opositora al postularla. De la Madrid, Claudia Ruiz Massieu o Beatriz Paredes, hubieran sido mejor opción. Claro, hubiera denota deber conveniencia o necesidad de realizar lo expresado por el infinitivo. Es decir, hubiera no existe.

La ventaja de Sheinbaum ha generado interés particular por el resultado de las elecciones para el Congreso. La oposición teme si Morena obtiene las dos terceras partes de las posiciones legislativas, que progrese la proyectada reforma constitucional de AMLO. Para el bloque oficial existe el interés por alcanzar la anhelada mayoría para coronar a la 4T con el desmantelamiento de instituciones. Sin embargo hay otro asunto crucial: el giro que dará la Suprema Corte.

El papel que asumió la Corte en el sexenio que corre, ubicó al Poder Judicial de la Federación en el centro del debate nacional. No obstante, al final del año, específicamente en noviembre, Luis María Aguilar el ministro que concluye su gestión este año, será substituido por el candidato que determine el Senado de entre la terna que presente la presidenta de la república.

Luis María Aguilar concluye una trayectoria en que sobresale su paso firme, honorable, discreto, ejemplar. Deja unos zapatos difíciles de llenar por estas cualidades, pero también por su experiencia judicial y administrativa, así como por sus destrezas jurídicas. Al irse, la Segunda Sala de la Suprema Corte quedará integrada por los ministros Alberto Pérez Dayán, y Javier Laynez que por ahora, junto con Aguilar Morales integran la defensa constitucional y el contrapeso a las decisiones del gobierno. En la Segunda Sala que se ocupa de los asuntos laborales y administrativos (los fiscales tan importantes para el gobierno) las ministras Yasmín Esquivel y Lenia Batres, propuestas por el presidente forman el bloque oficial al que se agregará al final del año quien designe el Senado a propuesta de Claudia Sheinbaum —si gana como todo hace suponer. El balance en la Suprema Corte tendrá un giro a favor de los intereses del gobierno. Es de esperar que en la Suprema Corte a pesar del giro, prevalezca la supremacía constitucional sobre la política del nuevo gobierno.

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