Claudia Sheinbaum ¿es o se hace la versión 2.0 de Andrés Manuel López Obrador? Esa es la gran pregunta que genera quien encabeza en este momento las preferencias electorales para convertirse en la próxima presidenta de México cuando ya solo falta un mes para que se lleven a cabo.

En la pregunta queda patente el enigma que representa quien ha estado en campaña extraoficialmente desde hace más de dos años, cuando el presidente comenzó a hablar de sus corcholatas y todos sabíamos que Claudia era la favorita de AMLO.

Y no hay claridad sobre quién es Claudia y qué es lo que quiere hacer realmente de llegar a la Presidencia porque hasta ahora hemos visto tres diferentes versiones de ella misma.

La primera versión de Sheinbaum ha sido la leal escudera de Andrés Manuel López Obrador. La que ha puesto su cercanía y lealtad al hoy presidente por encima de cualquier cosa, incluso de su familia. La que ha enterrado su lado científico para darle prioridad a la ideóloga. Muestra de ello es su respaldo al Tren Maya que ha significado una devastación de la naturaleza y no rendirá beneficios económicos. La que recibió un bastón de mando que es simplemente un bastón, porque no es ella la que está realmente al mando. Basta ver las reformas que envió el presidente para que apruebe un Congreso que solamente coincidirá con López Obrador un mes para darnos cuenta de que él tiene una agenda que va más allá de su sexenio.

La segunda versión de Claudia ha sido la que de pronto levanta la mano para hacer las cosas como ella quiere, aun si esto no se alinea con los deseos o la visión del presidente. Han sido pocas las ocasiones, pero lo vimos primero con su gestión de la pandemia. Cuando López Obrador decía que no necesitaba usar cubrebocas y andaba en las calles besando niños, Claudia Sheinbaum hizo saber a los habitantes de la CDMX que el virus era cosa seria y utilizó cubrebocas. Fue la Claudia que incluso se confrontó con el encargado de gestionar (es un decir) la pandemia, Hugo López Gatell.

La vimos de nueva cuenta siendo la candidata que busca sus propios intereses y no necesariamente alabar a un gran elector, a Andrés Manuel López Obrador, cuando en el primer debate habló más de lo que ella considera sus logros que de lo hecho por el presidente. Esto, al parecer, enfureció a AMLO, pero a Sheinbaum le permitió no meterse en aguas movedizas para defender los indefendibles del actual sexenio ante las preguntas de los moderadores y de la propia Xóchitl. En el segundo debate esta Claudia desapareció y desde los primeros minutos fue rápida en decir que hablaría sobre los logros de López Obrador.

La tercera versión de Claudia ha sido la de la candidata que no pretende salir a ganar votos, más bien quiere administrar su ventaja. La candidata que no da muchas entrevistas y que acude a foros que su equipo se ha asegurado previamente que estén bien controlados. Nada de sorpresas. No quiere que se repita esa escena de morenistas abucheándola cuando estaba buscando ser la elegida en lo que se llamó el ‘corchola-tour’, pero ahora en la campaña general.

Y es precisamente por esta tercera versión de Claudia que no sabemos bien a bien quién es la persona que quiere gobernarnos. Siendo México el país tan presidencialista que es, llama la atención que no sepamos qué versión de Claudia será la que gobernará, si gana la Presidencia. Con lo costosas que son las campañas políticas para los contribuyentes, con el tiempo y dinero que se invierte en armar debates, resulta casi insultante que a estas alturas tengamos que preguntarnos ¿Quién es Claudia?

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