Nicholas y yo nos conocimos durante la segunda semana de clases de nuestro primer semestre de universidad: nos sentamos en la misma fila y el profesor nos puso en una actividad juntos. Recuerdo que ese día estaba resfriada y él me molestó durante toda la clase porque decía que yo estaba "hablando como Carlitos” -de ‘Aventuras en pañales’-.

Inmediatamente me di cuenta de que era un joven particular, con ciertas manías y actitudes asociales. Las personas a su alrededor no se sentían cómodas por algunos comentarios pretenciosos que hacía, yo solo los veía como bromas pesadas y ya.

Le aclaré desde iniciada la relación de compañerismo -que se convertiría en amistad- que no estaba para los temas del romance. Recuerdo que me la pasaba bromeando con que el único amor de mi vida era Harry Styles y él me dijo que no, que debía estar tranquila porque yo “era como si fuera su hermanita”.

Así pasaron los meses y nos volvimos bastante cercanos, pero siempre en mi mente como mejores amigos. Debo admitir que yo no lo veía como nada más porque éramos confidentes y le contaba muchas cosas de mi vida privada.

Recuerdo una vez que me invitó a cine, yo debí darme cuenta de que había algo raro desde esa primera salida, pero no. Llegué al lugar por mi cuenta, era el cine de la mamá de la mejor amiga de Nicholas, por lo que yo sabía que le habían dado boletas de cortesía -aunque este es el momento en que sigue jurando que las compró-. En esa ocasión me di cuenta de que estaba sucediendo algo más, por lo que le aclaré que de verdad quería que fuéramos mejores amigos.

Aquí es donde la cuestión se empieza a poner interesante: se me declaró a finales de semestre por WhatsApp y yo le dije que creía que era mejor que habláramos de ese tema en persona porque un mensaje se me hacía muy impersonal.

En serio dijo cosas muy lindas, como que desde el primer día supo que quería estar conmigo, “la niña ‘mocosa’ con bufanda roja que se sentaba en la esquina del salón”.

Al día siguiente teníamos clase juntos. Cuando se acabó, nos sentamos cerquita del aula y le dije que lo sentía mucho, pero no podía corresponder sus sentimientos, que para mí él era solo un amigo. También le hice saber que entendía si no quería que fuéramos amigos. Él me dijo que no había problema.

Se acabó el semestre, él se fue de viaje a otro país y yo me ocupé bastante durante los días de vacaciones. Cuando llegó, me dijo que nos viéramos porque me había traído un regalo. Nos encontramos en un lugar cercano a mi casa, en el norte de Bogotá, y me entregó un osito panda con un collar que tenía mi inicial, recuerdo que me sentí como Gabriela Montez -de ‘High school musical’- por un momento.

Dicen que el que persevera alcanza y en este caso sucedió. A los pocos días volvimos a comenzar clases. Ambos compartíamos el jueves en la noche la misma materia, por lo que él me llevaba siempre a mi casa en su carro. En una ocasión se parqueó frente a mi hogar, me besó y me dijo que si quería ser su novia.

Yo nunca he sido buena para decir lo que siento cuando estoy bajo presión, y menos cuando es una respuesta negativa. Él me dijo: “Tomaré tu silencio como un sí” y en ese momento empezaron tres largos años de relación.

Ese semestre yo no pude ‘meter’ las clases con mis amigos, incluido él, porque el día de inscripción de materias fue un tremendo desastre. Mi horario quedó bastante raro, con huecos de muchas horas entre clases. En fin, fue todo un ‘rollo’.

Acordamos que él me acompañaría hasta el salón cuando saliera de su clase para pasar tiempo juntos, pero ahí comenzaron los problemas. Me acompañó como dos veces y las demás me dejó tirada por una amiga. Al no querer dejarla sola, almorzaba con ella y no le era posible acompañarme.

Tuvimos varios roces a raíz de esa amiga, ya que él me dejaba de lado por ella, la invitaba a que hicieran los planes que yo le proponía que hiciera conmigo y me ignoraba cuando estaba en su presencia.

Yo no entendía por qué se comportaba así después de todo lo que había insistido en que tuviéramos una relación amorosa. Pero tampoco entendía -y aún es desconocido para mí- por qué yo no lo dejaba a él.

En una de las varias discusiones, me dijo: “¿Sabes qué? Terminemos y cuando te encuentres a ti misma, hablamos”. Yo debí decir: “Bueno, listo”; pero simplemente no era capaz de dejarlo, a tal punto que le rogaba que no me dejara. Siempre he sabido que tengo un problema de dependencia emocional, pero no sé por qué se manifestó con él, a quien yo en un principio no quería aceptar en mi vida amorosa. Supongo que era porque no quería perder una amistad que ya no era posible recuperar.

Recuerdo que en su fiesta de cumpleaños número 20 me dijo que llegara a su casa a las 4 p. m. Cuando yo estaba llegando, me pidió que no entrara porque no habían llegado sus amigos. Esperé en el parque frente a su apartamento durante más de media hora hasta que me dejó entrar. Yo era su novia, ¿cuál era el problema de que yo entrara antes que los demás invitados?

En la celebración estuvo conmigo hasta que una de sus amigas llegó. Luego, me ignoró durante toda la noche y yo, al sentirme tan incómoda, me la pasé llorando en el baño.

El peor momento de la noche fue cuando me quitó la silla para dársela a ella. Me sentía desplazada y eso se notaba en mis gestos. Incluso, su mejor amigo, al ver que Nicholas se fue a dejar a su amiga al carro, indagó si me sucedía algo. Yo no fui capaz de decir nada, suelo guardar mis opiniones y sentimientos si sé que no son del agrado de otros.

‘Tu novio no es lo que parece’

Un día me llegó un mensaje de Instagram de una cuenta anónima en el que me advertían que mi novio no era quien yo pensaba, o lo que parecía. Me indicaron que debía revisar su Facebook para darme cuenta del tipo de persona que era. Yo respondí que ya había revisado y que no había visto nada.

Era mentira, no había chequeado sus redes, tampoco le había contado a él para que me explicara. Sentía que la primera era una falta de respeto y la segunda iniciaría una discusión que yo no tenía ganas de afrontar.

Caí en la mentira porque la cuenta envió pantallazos de conversaciones en las que Nicholas aseguraba que él y yo estábamos discutiendo, y que estaba aburrido de la situación. Invitaba a la chica anónima a salir, le decía que era linda y lo emocionado que estaba por verla. Era una desfachatez y a mí no me decía ese tipo de cosas desde que éramos novios -solo alguna vez que se lo pedí, lo cual para mí no cuenta-.

Las acusaciones -porque para mí en ese momento no eran pruebas, sino incriminaciones, a pesar de la obviedad de sus faltas- fueron en aumento hasta que mis amigos me aseguraron que él era así de coqueto con prácticamente todas las de la carrera. Por eso me dejaba plantada en la mayoría de nuestras citas.

Él me respondía que nos querían separar y que le habían ‘hackeado’ el celular para enviar esos chats. Con ayuda de personas cercanas tomé la decisión de dejarlo, ya que los últimos acontecimientos me habían herido profundamente.

‘Tan solo tuvimos tres meses de paz’

Comencé a salir bastante y a tomar con mis amigas. En una ocasión, sufrí una experiencia terriblemente traumática.

Yo no había dejado de comunicarme con Nicholas, por lo que volvimos a salir. Cuando le conté lo que me había sucedido, él fue un gran apoyo, me reconfortó y me prometió que cambiaría la dinámica de pareja que habíamos tenido.

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'Yo quería de verdad que la relación funcionara y no fue posible, lo que me causó mucho dolor'.

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Estuvimos tres meses viviendo una relación bonita, pero llegó la pandemia del coronavirus y nos distanciamos. No me visitó durante toda la cuarentena, a pesar de que vivimos a 15 minutos en bicicleta. Yo era la que debía ir a visitarlo y solo salía por cinco minutos a la portería de su conjunto. Tampoco quería hacer videollamadas conmigo y las que teníamos eran extrañas. Solo se quedaba callado y se ponía a hacer otras actividades hasta que me colgaba y escribía que tenía sueño.

Muchas de estas actitudes las pude usar como justificación para terminarle definitivamente. Yo ya le había advertido que si me volvía a sentir incómoda, terminábamos. La gota que derramó el vaso llegó vía Twitter: volvió a pedirle a una chica que le dijera “cosas bonitas”. Esto sucedió un día después de que nos volviéramos a decir ‘Te amo’ desde cuando habíamos terminado. Yo tenía en mi mente que el decir estas palabras solucionaría todo y la relación volvería a ser como antes de pandemia.

Yo quería de verdad que funcionara y no fue posible, lo que me causó mucho dolor. Aún no comprendo cómo se coló tan adentro de mi corazón cuando solo era un amigo al que yo no había podido decirle que no.

‘Utilizó en mi contra mi más grande confidencia’

En medio de su rabia a raíz de la ruptura, decidió tergiversar mi más grande y dolorosa confidencia: en una salida con amigas, terminé en la cama con un hombre. Ahora lo reconozco como un abuso sexual, pero por mucho tiempo me pareció que había sido una mala decisión que yo había tomado a raíz de los tragos. En este momento entiendo que yo no estaba consciente, mientras que la contraparte sí lo estaba.

Él lo vendió como una ‘cachoneada’ de mi parte. Él y yo estábamos separados cuando sucedió, además del hecho de que no había sido consensuado. Aun así, esparció terribles rumores sobre mí, sabiendo el daño que me causó pasar por esa situación.

En fin, yo estaba -y siento que todavía lo estoy un poco- cegada por la versión tergiversada que me dejaron las ‘fanfictions’ y los productos audiovisuales con respecto al romance: que el amor está hecho a base de grandes gestos. Ya no lo creo, un no es un no. El no acatarlo es una falta de respeto, no una muestra de afecto.

Este es el momento en que creo que el amor no es para mí. No confío en los seres humanos porque son buenos hasta cuando descubren que tienen el poder sobre otros y deciden no serlo. No dejaré que nadie más tenga poder sobre mí.

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