La última reducción de la tasa de interés de la Reserva Federal estadounidense (el Fed) el 24 de julio, fue criticada por algunos, por no mostrar esa economía mayor síntoma de recesión, al lograr 164 mil nuevos empleos en julio y una tasa de desempleo históricamente baja, de 3.7%. Dos miembros de su consejo votaron en contra de la reducción.

Sin embargo, el presidente del Fed, Jerome Powell, justificó la reducción por los riesgos económicos y financieros del exterior, sobre todo el contagio de la deflación europea sobre el crecimiento estadounidense.

El mayor temor estadounidense es al contagio de tasas negativas de interés en Europa sobre los bonos del tesoro estadounidenses, lo cual sería caótico para todo su sistema financiero.

Así, el rendimiento del bono gubernamental de Alemania a 10 años bajó la semana pasada a -0.5% anual. Con ahorros masivos en Europa sin poderse movilizar a los países que más necesitan invertir, Europa enfrenta el fracaso del sistema euro de compartir los recursos de capital de todos y profundizar las ligas entre los sistemas financieros de los miembros. Todo lo contrario, los mercados de capital de la zona euro están fragmentados y balcanizados.

Esta realidad desconcierta y enoja a muchos en una generación enseñada a pensar que la clave para asegurar el crecimiento es la cooperación económica global, sobre todo mediante la adaptación de las políticas económicas de cada uno a los patrones exigidos por las agrupaciones de varios países fuertes. Al no estar más Estados Unidos en este consenso, el patrón se desintegra.

No es exagerado decir que los problemas de la zona son los más inmediatos en la preocupación de economías que tienen su propio crecimiento, como Estados Unidos, China o Japón. La debilidad del sistema euro ya se proyectó al resto de la Unión Europea, pues las tres economías más fuertes son también miembros del euro, haciendo a un lado al Reino Unido.

El desgaste europeo por el contagio de un mal sistema económico y sobrerregulado se vio claro en la elección de la nueva presidenta de la Comisión Europea, la señora Ursula Von der Leyen, que, aun con todo el poder de Alemania, sólo ganó en la votación del Parlamento Europeo con 9 votos, entre los 385 que tuvo a favor.

La división continuó con la falta de acuerdo para postular al candidato europeo único a dirigir el FMI, por la división entre los países económicamente más fuertes, Alemania y el norte de Europa, y los del sur, apoyados por Francia.

Al candidato holandés (Jeroen Dijsselbloem) al FMI, apoyado por Alemania y los países del norte de Europa se oponen Francia, España y Portugal. Ahora la votación será por correo electrónico entre cuando menos cinco candidatos. Y si Europa pierde frente a Asia u otro país la dirección del FMI, la cual le corresponde por acuerdo de gran trascendencia histórica, sería un hecho en extremo ominoso. Si el candidato europeo elegido llega al FMI, tendrá muy poco apoyo político de consenso europeo.

La debilidad del G20 y su papel tan poco relevante está en la misma línea de estas fracturas. Si el G20 tuviera fuerza, Trump no estaría hoy recurriendo a más tarifas a la importación ni cuestionando al multilateralismo.

Y para acentuar el debilitamiento de la cooperación global, Estados Unidos aplicó más tarifas a las importaciones de China. Y la respuesta de ésta fue con una devaluación de su moneda, la cual protege la competitividad de sus exportaciones. Sin embargo, da pie a que se le aplique el tratamiento de manipulador de su moneda, exponiéndola a más sanciones.


Analista económico. rograo@gmail.com

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